/ jueves 10 de octubre de 2019

Derecho a migrar y García Robles

Por: Jorge Madrazo. Coordinador del Programa para la Atención de los Mexicanos en el Extranjero de la UNAM

Cómo le hacen falta al mundo de hoy líderes como Alfonso García Robles, a quien hoy recordamos con expresión de nostalgia, porque nos hace falta su talento diplomático, su pacifismo, su humanismo, su profesionalismo, y la consistencia para realizar los propósitos de largo aliento, como en su tiempo fue el desarme nuclear, que hoy tristemente reaparece como una seria amenaza a la humanidad.

En 2015, dentro del seno de la ONU, se aprobó la llamada Agenda 2030 sobre Desarrollo Sostenible que, entre otras cosas, reconoce a la migración como una realidad multidimensional de la mayor relevancia para el desarrollo sustentable de los países de origen, de tránsito y de destino, y establece 17 objetivos que la comunidad internacional se propuso a fin de mejorar la vida de los individuos, de sus organizaciones y de sus naciones para el corto plazo del año 2030.

Menos de un quinquenio después de la aprobación de la agenda 2030, tal pareciera que este punto en especial se interpreta al revés de lo que sus palabras dicen. Pocas veces como en la actualidad los derechos humanos de los migrantes, prácticamente en todo el mundo, pero especialmente en el corredor Centroamérica-México-Estados Unidos, se han encontrado en esta crisis de proporciones que hace poco no imaginábamos. Por su gravedad recuerda la crisis de 2015 que se presentó en el Mediterráneo, en Medio Oriente, en el Sudeste Asiático y en el Norte de África.

La ola de la derechización, del nacionalismo y del populismo que en muchas partes del mundo se presenta en nuestros días, ha señalado a la migración como la culpable de grandes desgracias o peligros nacionales. Hoy el migrante que ha dejado el lugar donde nació por necesidad, es visto con desprecio, se le discrimina y margina, es estigmatizado y vituperado.

El derecho humano a migrar hoy se encuentra cuestionado en diversas latitudes. En mi muy modesta opinión los grandes desafíos para logar que el sujeto migrante sea tratado con la dignidad que merece, pasan por varias resoluciones fundamentales, y entre ellas me gustaría proponer las siguientes:

1) Lograr que las herramientas internacionales se vuelvan vida diaria, mediante la reforma del derecho interno y las garantías para su ejecución;

2) Dejar de ver a la migración como un problema y entenderla como una oportunidad basada en la trascendencia del capital humano y enfrentando sus retos mediante el multilateralismo y la cooperación internacional;

3) Buscar soluciones reales de largo plazo al tema de la migración irregular y no contentarse con medidas cortoplacistas que sirven a intereses electorales.

4) Cambiar la mentalidad de hombres y mujeres sobre el migrante, es decir, fomentar el cambio cultural de creencias y actitudes, lo que se consigue ciertamente con la educación en valores, pero sobre todo mediante el ejemplo y la convivencia dentro de la familia.

5) El doble standard de pedir para uno lo que se niega a los demás; de ayudar en la teoría, pero regatear en la práctica; de apoyar a la distancia, pero no en nuestro vecindario, es algo que tendríamos que desterrar. Estamos llamados a afirmar que la migración es un activo y no un pasivo, que los países se fortalecen con los inmigrantes y que las comunidades continuarán migrando como lo han hecho desde antiguo. Todo esto buscado con optimismo, bajo la necedad del trabajo consistente, y en la esperanza en un futuro mejor, más libre y más justo para las generaciones que siguen.

Por: Jorge Madrazo. Coordinador del Programa para la Atención de los Mexicanos en el Extranjero de la UNAM

Cómo le hacen falta al mundo de hoy líderes como Alfonso García Robles, a quien hoy recordamos con expresión de nostalgia, porque nos hace falta su talento diplomático, su pacifismo, su humanismo, su profesionalismo, y la consistencia para realizar los propósitos de largo aliento, como en su tiempo fue el desarme nuclear, que hoy tristemente reaparece como una seria amenaza a la humanidad.

En 2015, dentro del seno de la ONU, se aprobó la llamada Agenda 2030 sobre Desarrollo Sostenible que, entre otras cosas, reconoce a la migración como una realidad multidimensional de la mayor relevancia para el desarrollo sustentable de los países de origen, de tránsito y de destino, y establece 17 objetivos que la comunidad internacional se propuso a fin de mejorar la vida de los individuos, de sus organizaciones y de sus naciones para el corto plazo del año 2030.

Menos de un quinquenio después de la aprobación de la agenda 2030, tal pareciera que este punto en especial se interpreta al revés de lo que sus palabras dicen. Pocas veces como en la actualidad los derechos humanos de los migrantes, prácticamente en todo el mundo, pero especialmente en el corredor Centroamérica-México-Estados Unidos, se han encontrado en esta crisis de proporciones que hace poco no imaginábamos. Por su gravedad recuerda la crisis de 2015 que se presentó en el Mediterráneo, en Medio Oriente, en el Sudeste Asiático y en el Norte de África.

La ola de la derechización, del nacionalismo y del populismo que en muchas partes del mundo se presenta en nuestros días, ha señalado a la migración como la culpable de grandes desgracias o peligros nacionales. Hoy el migrante que ha dejado el lugar donde nació por necesidad, es visto con desprecio, se le discrimina y margina, es estigmatizado y vituperado.

El derecho humano a migrar hoy se encuentra cuestionado en diversas latitudes. En mi muy modesta opinión los grandes desafíos para logar que el sujeto migrante sea tratado con la dignidad que merece, pasan por varias resoluciones fundamentales, y entre ellas me gustaría proponer las siguientes:

1) Lograr que las herramientas internacionales se vuelvan vida diaria, mediante la reforma del derecho interno y las garantías para su ejecución;

2) Dejar de ver a la migración como un problema y entenderla como una oportunidad basada en la trascendencia del capital humano y enfrentando sus retos mediante el multilateralismo y la cooperación internacional;

3) Buscar soluciones reales de largo plazo al tema de la migración irregular y no contentarse con medidas cortoplacistas que sirven a intereses electorales.

4) Cambiar la mentalidad de hombres y mujeres sobre el migrante, es decir, fomentar el cambio cultural de creencias y actitudes, lo que se consigue ciertamente con la educación en valores, pero sobre todo mediante el ejemplo y la convivencia dentro de la familia.

5) El doble standard de pedir para uno lo que se niega a los demás; de ayudar en la teoría, pero regatear en la práctica; de apoyar a la distancia, pero no en nuestro vecindario, es algo que tendríamos que desterrar. Estamos llamados a afirmar que la migración es un activo y no un pasivo, que los países se fortalecen con los inmigrantes y que las comunidades continuarán migrando como lo han hecho desde antiguo. Todo esto buscado con optimismo, bajo la necedad del trabajo consistente, y en la esperanza en un futuro mejor, más libre y más justo para las generaciones que siguen.