/ viernes 25 de mayo de 2018

Desconfianza en gobierno e instituciones

En diferentes momentos he comentado sobre los problemas que más preocupan a los mexicanos; sin embargo, cuando la ausencia de resultados del gobierno en turno se extiende a varios temas de la agenda nacional -combate a la pobreza, a la desigualdad, incremento de la violencia y la inseguridad, falta de empleos y salarios decentes, así como un crecimiento económico incipiente-, aunado a cuestiones como la desmedida corrupción, impunidad y opacidad en el ejercicio de los recursos públicos, lo que sucede es que se termina por erosionar la confianza de los ciudadanos hacia nuestras instituciones.

Por esta razón, mucho de lo que ahora se juega en el proceso electoral no sólo se reduce a una disputa entre proyectos de nación; hoy más que nunca los candidatos también deben tener presente el imperativo de “conectar” con una sociedad insatisfecha e irritada con todo lo que tiene que ver con políticos, política, instituciones y resultados.

En muy recientes colaboraciones he compartido con ustedes el caso de dos instituciones fuertemente cuestionadas: los partidos políticos y los sindicatos. Sin embargo, hace poco tuve la oportunidad de leer el análisis “Perspectivas Económicas de América Latina 2018. Repensando las Instituciones para el Desarrollo”, realizado por la OCDE, la CEPAL y el Banco de Desarrollo de América Latina, por lo que quisiera compartirles algunas reflexiones sobre la situación que vivimos y de la cual México no está al margen.

Dicho estudio concluye que tres de cada cuatro ciudadanos de América Latina, tienen poca o ninguna confianza en sus gobiernos y que un 80 % cree que la corrupción está extendida en las instituciones públicas. Como resultado, la desconfianza se encuentra en una tendencia creciente y al mismo tiempo está provocando una desconexión entre sociedad e instituciones públicas, que pone en riesgo la cohesión social y debilita el contrato social.

Este es, creo yo, el punto central que hay que destacar: los ciudadanos se sienten alejados de las instituciones. Por ello, con toda razón adquiere relevancia la premisa de que no basta con tener un régimen democrático si las instituciones no han alcanzado a consolidar una gestión eficaz, honesta y transparente.

El análisis referido no aborda el caso de México en particular; sin embargo, de acuerdo con la última encuesta sobre confianza en las instituciones de Consulta Mitofsky, en una escala de 1 a 10, la calificación promedio que los mexicanos otorgan a 17 instituciones evaluadas es de 5.9. En este caso, las peor evaluadas o mejor dicho, las que han sido reprobadas por la sociedad son: Cadenas de Televisión (5.9), Instituto Nacional Electoral (5.7), Suprema Corte de Justicia (5.6), Sindicatos (5.0), Policía (4.9), Senadores (4.8), Presidencia (4.8), Diputados (4.6) y Partidos Políticos (4.4).

Pero esto no es todo, el Informe 2017 de Latinobarómetro, concluye que 9 de cada 10 mexicanos opina que nuestro país está “gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio”. Asimismo, da cuenta de que únicamente el 20 por ciento de los encuestados aprueba la gestión de Enrique Peña Nieto.

Considero que no puede existir mayor vulnerabilidad para una democracia más o menos consolidada como la nuestra, que el hecho de que sus ciudadanos no confíen ni en sus instituciones ni en quienes están al frente de éstas.

Lo cierto es que un gobierno que por incapacidad y falta de resultados dinamitó la confianza ciudadana, es un gobierno fracasado.

La misma OCDE y la CEPAL no sólo sugieren la necesidad de “reconectar” las instituciones con los ciudadanos; también plantean que se requiere avanzar hacia instituciones más confiables, abiertas e innovadoras, así como luchar contra la corrupción, prestar mejores servicios, así como responder a las demandas y aspiraciones de los ciudadanos.

Ojalá que los candidatos a la Presidencia tengan presente lo que en realidad existe en la conciencia de millones de mexicanos y, en consecuencia, realicen un esfuerzo serio para hacer del último debate presidencial un auténtico espacio para el contraste de propuestas novedosas e inteligentes.

Los debates no pueden reducirse a un encuentro para ver quien descalifica más a sus adversarios o peor aún, para improvisar con promesas que no sólo a nadie convencen, sino que también quedan muy lejos de resolver los problemas nacionales.

Benjamín Ernesto González Roaro

Presidente de la Academia

Mexicana de Educación

En diferentes momentos he comentado sobre los problemas que más preocupan a los mexicanos; sin embargo, cuando la ausencia de resultados del gobierno en turno se extiende a varios temas de la agenda nacional -combate a la pobreza, a la desigualdad, incremento de la violencia y la inseguridad, falta de empleos y salarios decentes, así como un crecimiento económico incipiente-, aunado a cuestiones como la desmedida corrupción, impunidad y opacidad en el ejercicio de los recursos públicos, lo que sucede es que se termina por erosionar la confianza de los ciudadanos hacia nuestras instituciones.

Por esta razón, mucho de lo que ahora se juega en el proceso electoral no sólo se reduce a una disputa entre proyectos de nación; hoy más que nunca los candidatos también deben tener presente el imperativo de “conectar” con una sociedad insatisfecha e irritada con todo lo que tiene que ver con políticos, política, instituciones y resultados.

En muy recientes colaboraciones he compartido con ustedes el caso de dos instituciones fuertemente cuestionadas: los partidos políticos y los sindicatos. Sin embargo, hace poco tuve la oportunidad de leer el análisis “Perspectivas Económicas de América Latina 2018. Repensando las Instituciones para el Desarrollo”, realizado por la OCDE, la CEPAL y el Banco de Desarrollo de América Latina, por lo que quisiera compartirles algunas reflexiones sobre la situación que vivimos y de la cual México no está al margen.

Dicho estudio concluye que tres de cada cuatro ciudadanos de América Latina, tienen poca o ninguna confianza en sus gobiernos y que un 80 % cree que la corrupción está extendida en las instituciones públicas. Como resultado, la desconfianza se encuentra en una tendencia creciente y al mismo tiempo está provocando una desconexión entre sociedad e instituciones públicas, que pone en riesgo la cohesión social y debilita el contrato social.

Este es, creo yo, el punto central que hay que destacar: los ciudadanos se sienten alejados de las instituciones. Por ello, con toda razón adquiere relevancia la premisa de que no basta con tener un régimen democrático si las instituciones no han alcanzado a consolidar una gestión eficaz, honesta y transparente.

El análisis referido no aborda el caso de México en particular; sin embargo, de acuerdo con la última encuesta sobre confianza en las instituciones de Consulta Mitofsky, en una escala de 1 a 10, la calificación promedio que los mexicanos otorgan a 17 instituciones evaluadas es de 5.9. En este caso, las peor evaluadas o mejor dicho, las que han sido reprobadas por la sociedad son: Cadenas de Televisión (5.9), Instituto Nacional Electoral (5.7), Suprema Corte de Justicia (5.6), Sindicatos (5.0), Policía (4.9), Senadores (4.8), Presidencia (4.8), Diputados (4.6) y Partidos Políticos (4.4).

Pero esto no es todo, el Informe 2017 de Latinobarómetro, concluye que 9 de cada 10 mexicanos opina que nuestro país está “gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio”. Asimismo, da cuenta de que únicamente el 20 por ciento de los encuestados aprueba la gestión de Enrique Peña Nieto.

Considero que no puede existir mayor vulnerabilidad para una democracia más o menos consolidada como la nuestra, que el hecho de que sus ciudadanos no confíen ni en sus instituciones ni en quienes están al frente de éstas.

Lo cierto es que un gobierno que por incapacidad y falta de resultados dinamitó la confianza ciudadana, es un gobierno fracasado.

La misma OCDE y la CEPAL no sólo sugieren la necesidad de “reconectar” las instituciones con los ciudadanos; también plantean que se requiere avanzar hacia instituciones más confiables, abiertas e innovadoras, así como luchar contra la corrupción, prestar mejores servicios, así como responder a las demandas y aspiraciones de los ciudadanos.

Ojalá que los candidatos a la Presidencia tengan presente lo que en realidad existe en la conciencia de millones de mexicanos y, en consecuencia, realicen un esfuerzo serio para hacer del último debate presidencial un auténtico espacio para el contraste de propuestas novedosas e inteligentes.

Los debates no pueden reducirse a un encuentro para ver quien descalifica más a sus adversarios o peor aún, para improvisar con promesas que no sólo a nadie convencen, sino que también quedan muy lejos de resolver los problemas nacionales.

Benjamín Ernesto González Roaro

Presidente de la Academia

Mexicana de Educación