/ viernes 14 de febrero de 2020

Desdén por la Sustentabildad

Para variar, México no sólo se encuentra rezagado en términos del cuidado y sustentabilidad ambiental; peor aún, también avanza en sentido contrario a las prácticas que tienen lugar en naciones de primer mundo.

Desafortunadamente, aquí en el país cuesta mucho trabajo concebir que la consolidación de la democracia se encuentra estrechamente vinculada a la atención de un extenso abanico de desafíos que van desde el combate a la pobreza y la desigualdad, hasta la urgencia de detener y revertir el deterioro de nuestro medio ambiente.

Hoy en día, en las naciones más desarrolladas en el plano político (democracias modernas y con instituciones sólidas), económico (economías estables, prósperas y generadoras de riqueza) y social (educación de primera, salud y seguridad social de calidad), las políticas públicas se encuentran articuladas en torno a una prioridad: evitar daños al medio ambiente y convocar a la acción colectiva -gobierno, empresarios y sociedad- para evitar una crisis climática de consecuencias irreversibles.

Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega destacan por sus importantes avances en el diseño e implementación de políticas verdes; de manera particular, sus esfuerzos se concentran en la sustitución de las energías no renovables o fósiles. Esto significa una reducción sustancial de combustibles como el petróleo, gas natural y carbón. El éxito logrado ha sido sobresaliente y por esta razón, son consideradas como un ejemplo a nivel mundial.

De todas estas experiencias, vale la pena destacar el caso de Noruega, que a pesar de contar con un volumen importante de reservas petroleras, su consumo de energía proviene mayoritariamente de fuentes renovables. Esto significa que su dependencia del petróleo es mínima.

En lado opuesto se encuentra México. El nacionalismo y la posición ideológica que asume nuestro actual gobierno no le permite aceptar ni las razones ni los argumentos técnicos en torno al impacto de sus proyectos más emblemáticos, ya sea la construcción de la refinería Dos Bocas y el Tren Maya o la cancelación de la reforma energética, sólo por citar algunos de los casos que dan sentido a este conjunto de comentarios que en esta ocasión comparto.

Como resultado de lo anterior, tenemos decisiones muy controvertidas como la cancelación de las subastas eléctricas, con lo que no sólo se cierra la posibilidad de transitar hacia el aprovechamiento de las energías renovables y promover el uso de la energía solar, sino que también se daña la confianza y se pierden inversiones destinadas a energías limpias -fotovoltaica y eólica-, se cancelan nuevas fuentes de empleo, se elevan los costos de la electricidad y dejamos de cumplir con los compromisos a favor del cambio climático.

En el caso de la refinería Dos Bocas, no sólo hay que señalar el impacto ambiental o los daños ecológicos que traerá consigo. En una zona en donde la preservación de la biodiversidad es primordial, se opta por acabar con cientos de hectáreas de selva y manglar. Pero además, esta decisión va en contrasentido a lo ya apuntado líneas arriba: la tendencia en muchos países es la conversión de energías fósiles a limpias y, en consecuencia, a una reducción de la “petrodependencia”.

Con todo lo anterior, intento destacar tanto los objetivos como las decisiones de aquellos países que están preocupados con el desarrollo económico, el bienestar y el futuro de su gente, pero que lo hacen mediante un auténtico compromiso con la sustentabilidad ambiental, generando certidumbre en el conjunto de actores involucrados y alentando la cooperación de todos para cumplir con las metas climáticas. Por eso se trata de casos exitosos y por eso vale la pena que nos adentráramos un poco más en sus actuales procesos; sin duda, mucho habremos de aprender.

Tal parece que en México tenemos una brújula distinta y objetivos climáticos totalmente diferentes. Transitamos ignorando las opiniones de expertos, defendiendo otros datos, dinamitando la confianza, tomando decisiones determinadas más por el capricho que por la racionalidad y, en este caso, eludiendo compromisos ambientales, como si tuviéramos la certeza de que en el futuro seremos inmunes a sus desastrosas consecuencias.

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación.

Para variar, México no sólo se encuentra rezagado en términos del cuidado y sustentabilidad ambiental; peor aún, también avanza en sentido contrario a las prácticas que tienen lugar en naciones de primer mundo.

Desafortunadamente, aquí en el país cuesta mucho trabajo concebir que la consolidación de la democracia se encuentra estrechamente vinculada a la atención de un extenso abanico de desafíos que van desde el combate a la pobreza y la desigualdad, hasta la urgencia de detener y revertir el deterioro de nuestro medio ambiente.

Hoy en día, en las naciones más desarrolladas en el plano político (democracias modernas y con instituciones sólidas), económico (economías estables, prósperas y generadoras de riqueza) y social (educación de primera, salud y seguridad social de calidad), las políticas públicas se encuentran articuladas en torno a una prioridad: evitar daños al medio ambiente y convocar a la acción colectiva -gobierno, empresarios y sociedad- para evitar una crisis climática de consecuencias irreversibles.

Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega destacan por sus importantes avances en el diseño e implementación de políticas verdes; de manera particular, sus esfuerzos se concentran en la sustitución de las energías no renovables o fósiles. Esto significa una reducción sustancial de combustibles como el petróleo, gas natural y carbón. El éxito logrado ha sido sobresaliente y por esta razón, son consideradas como un ejemplo a nivel mundial.

De todas estas experiencias, vale la pena destacar el caso de Noruega, que a pesar de contar con un volumen importante de reservas petroleras, su consumo de energía proviene mayoritariamente de fuentes renovables. Esto significa que su dependencia del petróleo es mínima.

En lado opuesto se encuentra México. El nacionalismo y la posición ideológica que asume nuestro actual gobierno no le permite aceptar ni las razones ni los argumentos técnicos en torno al impacto de sus proyectos más emblemáticos, ya sea la construcción de la refinería Dos Bocas y el Tren Maya o la cancelación de la reforma energética, sólo por citar algunos de los casos que dan sentido a este conjunto de comentarios que en esta ocasión comparto.

Como resultado de lo anterior, tenemos decisiones muy controvertidas como la cancelación de las subastas eléctricas, con lo que no sólo se cierra la posibilidad de transitar hacia el aprovechamiento de las energías renovables y promover el uso de la energía solar, sino que también se daña la confianza y se pierden inversiones destinadas a energías limpias -fotovoltaica y eólica-, se cancelan nuevas fuentes de empleo, se elevan los costos de la electricidad y dejamos de cumplir con los compromisos a favor del cambio climático.

En el caso de la refinería Dos Bocas, no sólo hay que señalar el impacto ambiental o los daños ecológicos que traerá consigo. En una zona en donde la preservación de la biodiversidad es primordial, se opta por acabar con cientos de hectáreas de selva y manglar. Pero además, esta decisión va en contrasentido a lo ya apuntado líneas arriba: la tendencia en muchos países es la conversión de energías fósiles a limpias y, en consecuencia, a una reducción de la “petrodependencia”.

Con todo lo anterior, intento destacar tanto los objetivos como las decisiones de aquellos países que están preocupados con el desarrollo económico, el bienestar y el futuro de su gente, pero que lo hacen mediante un auténtico compromiso con la sustentabilidad ambiental, generando certidumbre en el conjunto de actores involucrados y alentando la cooperación de todos para cumplir con las metas climáticas. Por eso se trata de casos exitosos y por eso vale la pena que nos adentráramos un poco más en sus actuales procesos; sin duda, mucho habremos de aprender.

Tal parece que en México tenemos una brújula distinta y objetivos climáticos totalmente diferentes. Transitamos ignorando las opiniones de expertos, defendiendo otros datos, dinamitando la confianza, tomando decisiones determinadas más por el capricho que por la racionalidad y, en este caso, eludiendo compromisos ambientales, como si tuviéramos la certeza de que en el futuro seremos inmunes a sus desastrosas consecuencias.

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación.