/ viernes 8 de mayo de 2020

Desfase en las cadenas transnacionales

No es para menos la preocupación en sectores industriales de Estados Unidos y México por el desfase de nuestro país para que puedan reactivarse varias cadenas de suministro transnacionales. Es un tema de seguridad nacional para nuestros vecinos. Así se entiende la carta del grupo de senadores, demócratas y republicanos, que explícitamente pidió al Departamento de Estado presionar a nuestro gobierno para que haya definiciones. No podemos evadir este dilema.

El reclamo es puntual: México tardó en implementar las medidas de contención, en concreto las de distanciamiento social y cierre temporal de actividades, y acabó con la imposición de medidas más restrictivas como para compensar el tiempo perdido, sin coordinación con las contrapartes estadounidenses, ni con estados y municipios aquí, ni mucho menos con los sectores involucrados.

Mientras que Estados Unidos ya empezó a reabrir la vida económica, aquí tal vez habría que esperar hasta el 1º de junio o más adelante. Estados como Texas, Alabama, Indiana, Utah, Florida, Georgia, Tennessee y Colorado ya están en proceso de reactivación; próximos a hacerlo, Ohio, Pensilvania y Arizona. Están entre los de mayor intercambio con nuestro país. Más aún, allá se alista el arranque de la industria a partir del 11 de mayo.

La clave del problema es que para la reapertura de muchas plantas en Estados Unidos se necesita que los proveedores de México lo hagan antes. La mitad del comercio bilateral (mil 700 millones de dólares al día y con exportaciones mexicanas de más de 371 mil millones al año) corresponde a productos no terminados: insumos, componentes, piezas que allá se necesitan para completar bienes, productos, servicios o procesos productivos.

Sin un cronograma claro, no hay certidumbre ni siquiera en el área crítica de equipo médico. Menos aún en alimentos, transporte, infraestructura, aeroespacial, automotriz e inclusive el sector de defensa. Todos ellos estratégicos para Estados Unidos y que igualmente lo son para la economía mexicana por su peso económico.

Cada año México envía más de 93 mil millones de dólares en vehículos y autopartes, lo que incluye 22 mil millones en motores; cerca de 64 mil millones en maquinaria y equipo electrónico, lo mismo televisiones que 26 mil millones en computadoras, piezas de las mismas y semiconductores; y 63 mil millones en máquinas, aparatos mecánicos y partes, de lavadoras a aires acondicionados.

El sector de equipo médico ejemplifica el reto inmediato. En nuestro país, esta industria, centrada en la exportación y constituida mayormente por empresas estadounidenses y de otras naciones, tiene un valor superior a 17 mil millones de dólares anuales. El 30% de las importaciones estadounidenses en este rubro viene de México, su principal proveedor foráneo.

Si el sector ya venía creciendo, con la contingencia ha tenido que incrementar su capacidad a marchas forzadas. Esto incluye a muchas plantas que han reconvertido líneas de producción, por ejemplo, de muebles para el hogar a la proveeduría de necesidades urgentes de hospitales.

En México se producen desde jeringas y termómetros hasta partes fundamentales para los ventiladores de respiración asistida. Hoy, por ejemplo, se envían a Estados Unidos las baterías de estos dispositivos, lo mismo que extensiones para la protección de médicos y enfermeras que tratan directamente con personas contagiadas.

No debe extrañar el malestar que generó el cierre de una planta de ventiladores médicos en Tijuana por el Gobernador de Baja California, algo que afortunadamente se resolvió a tiempo.

Todo eso no puede cambiarse de la noche a la mañana. Menos interrumpirse en una crisis como ésta. Nuevamente, más que comerciar, Estados Unidos y México, junto con Canadá, fabricamos juntos, con una intrincada integración productiva, en encadenamientos altamente eficientes y que trabajan con principios de “justo a tiempo” y a veces de cero inventarios.

Para los tres resulta fundamental que haya una sincronía elemental y las cadenas de suministro transnacionales serán cruciales para la recuperación económica, junto con la implementación del TMEC, que entra en vigor el 1º de julio. También nosotros necesitamos un plan de reactivación escalonada para la reapertura, con criterios sectoriales y regionales, además de la coordinación.

El tiempo corre. Además de la presión por el desfase, nuestra planta productiva debe prepararse para poder cumplir, en tiempo y forma, con las nuevas disposiciones del bloque regional: lo acordado en temas como las relaciones laborales o reglas de origen del nuevo acuerdo.

Se necesitan soluciones que den viabilidad y resiliencia a estas cadenas: responder a la altura de las circunstancias presentes y en lo sucesivo, para tener protocolos que den certidumbre, seguridad, competitividad y capacidad de respuesta. En este proceso es fundamental la consulta y una interlocución permanente a nivel trilateral, así como con el sector privado involucrado.

México está inserto en procesos que nos conectan estrechamente con nuestra región y con el mundo. Esto implica retos y responsabilidades inevitables, pero también algunas de las mayores oportunidades con que contamos para recuperarnos de la recesión que viviremos. Hace falta visión y respuestas oportunas.

No es para menos la preocupación en sectores industriales de Estados Unidos y México por el desfase de nuestro país para que puedan reactivarse varias cadenas de suministro transnacionales. Es un tema de seguridad nacional para nuestros vecinos. Así se entiende la carta del grupo de senadores, demócratas y republicanos, que explícitamente pidió al Departamento de Estado presionar a nuestro gobierno para que haya definiciones. No podemos evadir este dilema.

El reclamo es puntual: México tardó en implementar las medidas de contención, en concreto las de distanciamiento social y cierre temporal de actividades, y acabó con la imposición de medidas más restrictivas como para compensar el tiempo perdido, sin coordinación con las contrapartes estadounidenses, ni con estados y municipios aquí, ni mucho menos con los sectores involucrados.

Mientras que Estados Unidos ya empezó a reabrir la vida económica, aquí tal vez habría que esperar hasta el 1º de junio o más adelante. Estados como Texas, Alabama, Indiana, Utah, Florida, Georgia, Tennessee y Colorado ya están en proceso de reactivación; próximos a hacerlo, Ohio, Pensilvania y Arizona. Están entre los de mayor intercambio con nuestro país. Más aún, allá se alista el arranque de la industria a partir del 11 de mayo.

La clave del problema es que para la reapertura de muchas plantas en Estados Unidos se necesita que los proveedores de México lo hagan antes. La mitad del comercio bilateral (mil 700 millones de dólares al día y con exportaciones mexicanas de más de 371 mil millones al año) corresponde a productos no terminados: insumos, componentes, piezas que allá se necesitan para completar bienes, productos, servicios o procesos productivos.

Sin un cronograma claro, no hay certidumbre ni siquiera en el área crítica de equipo médico. Menos aún en alimentos, transporte, infraestructura, aeroespacial, automotriz e inclusive el sector de defensa. Todos ellos estratégicos para Estados Unidos y que igualmente lo son para la economía mexicana por su peso económico.

Cada año México envía más de 93 mil millones de dólares en vehículos y autopartes, lo que incluye 22 mil millones en motores; cerca de 64 mil millones en maquinaria y equipo electrónico, lo mismo televisiones que 26 mil millones en computadoras, piezas de las mismas y semiconductores; y 63 mil millones en máquinas, aparatos mecánicos y partes, de lavadoras a aires acondicionados.

El sector de equipo médico ejemplifica el reto inmediato. En nuestro país, esta industria, centrada en la exportación y constituida mayormente por empresas estadounidenses y de otras naciones, tiene un valor superior a 17 mil millones de dólares anuales. El 30% de las importaciones estadounidenses en este rubro viene de México, su principal proveedor foráneo.

Si el sector ya venía creciendo, con la contingencia ha tenido que incrementar su capacidad a marchas forzadas. Esto incluye a muchas plantas que han reconvertido líneas de producción, por ejemplo, de muebles para el hogar a la proveeduría de necesidades urgentes de hospitales.

En México se producen desde jeringas y termómetros hasta partes fundamentales para los ventiladores de respiración asistida. Hoy, por ejemplo, se envían a Estados Unidos las baterías de estos dispositivos, lo mismo que extensiones para la protección de médicos y enfermeras que tratan directamente con personas contagiadas.

No debe extrañar el malestar que generó el cierre de una planta de ventiladores médicos en Tijuana por el Gobernador de Baja California, algo que afortunadamente se resolvió a tiempo.

Todo eso no puede cambiarse de la noche a la mañana. Menos interrumpirse en una crisis como ésta. Nuevamente, más que comerciar, Estados Unidos y México, junto con Canadá, fabricamos juntos, con una intrincada integración productiva, en encadenamientos altamente eficientes y que trabajan con principios de “justo a tiempo” y a veces de cero inventarios.

Para los tres resulta fundamental que haya una sincronía elemental y las cadenas de suministro transnacionales serán cruciales para la recuperación económica, junto con la implementación del TMEC, que entra en vigor el 1º de julio. También nosotros necesitamos un plan de reactivación escalonada para la reapertura, con criterios sectoriales y regionales, además de la coordinación.

El tiempo corre. Además de la presión por el desfase, nuestra planta productiva debe prepararse para poder cumplir, en tiempo y forma, con las nuevas disposiciones del bloque regional: lo acordado en temas como las relaciones laborales o reglas de origen del nuevo acuerdo.

Se necesitan soluciones que den viabilidad y resiliencia a estas cadenas: responder a la altura de las circunstancias presentes y en lo sucesivo, para tener protocolos que den certidumbre, seguridad, competitividad y capacidad de respuesta. En este proceso es fundamental la consulta y una interlocución permanente a nivel trilateral, así como con el sector privado involucrado.

México está inserto en procesos que nos conectan estrechamente con nuestra región y con el mundo. Esto implica retos y responsabilidades inevitables, pero también algunas de las mayores oportunidades con que contamos para recuperarnos de la recesión que viviremos. Hace falta visión y respuestas oportunas.