/ jueves 14 de mayo de 2020

Después de la pandemia, un pacto social

México no será el mismo cuando concluya la crisis del coronavirus. Dependiendo de la profundidad de las secuelas y los efectos de la pandemia, serán los cambios en la relación con el gobierno y con nuestro entorno social. Con el gobierno, dependerá de su nivel de eficacia para atender la contingencia médica y de la forma como resuelva los problemas de empleo, económicos y de abasto.

Por su parte, el sentido de solidaridad será relevante para fortalecer los lazos ciudadanos, o también se podría presentar un escenario que agudice la división social. El país después del terremoto del 85 fue otro, la sociedad se organizó para atender los problemas primarios apoyando a los ciudadanos en desgracia, y después confrontó al gobierno hegemónico exigiendo un cambio para la democratización. Ahora podría pasar lo mismo, la pregunta es cuáles serían las exigencias ciudadanas y si es posible propiciar un nuevo pacto social que diseñe esquemas efectivos para la reconstrucción de la economía y la generación de bienestar.

Los datos que a la fecha se presentan son impactantes, de acuerdo con Concamin, casi un millón de empleos perdidos y 200 mil empresas cerradas. De acuerdo con INEGI, en México hay 58 millones de personas económicamente activas, de esta cantidad, sólo un 5% trabaja en el sector gubernamental. Es evidente que quien genera el empleo en México es el sector privado, no el gobierno. En síntesis, el panorama es desolador.

Si lo anterior no es suficiente, el sector público tampoco tendrá dinero para reactivar la economía, asume gastos extraordinarios derivados de la pandemia, mantiene en operación a Pemex, que genera más gasto que ingreso, y la inversión en tres magnas obras como son el aeropuerto, la refinería de Dos Bocas y el tren Maya. No se han hecho proyecciones económicas de los efectos de la pandemia, como tampoco, un plan estructural para reactivar la economía nacional.

Después de una crisis, viene un espacio de reflexión y la puesta en marcha de la economía. Todos tendrán que hacer un autoanálisis de lo bueno y lo malo. Por ejemplo, el sector privado contribuye a que México sea la decimoquinta economía del mundo, pero también tiene mucha responsabilidad en el reparto inequitativo de la riqueza, en ser cómplice de la corrupción y voltear a otro lado cuando se habla de pobres. El liberalismo económico indica que el Estado supervisa el cumplimiento de la ley y los empresarios generan riqueza, la que debe distribuirse como gotas de agua que lleguen a todos los ciudadanos y se reparta de acuerdo con su esfuerzo laboral.

De seguir la tendencia de acumulación excesiva de la riqueza, no solamente aumentarán los pobres, se romperá el ecosistema económico, y no tendrán consumidores, además se puede agudizar un sentimiento de odio social de ricos a pobres. Por su parte el gobierno, debe mostrar su sentido de la responsabilidad institucional, la generación de riqueza por parte del sector público es limitada, si las empresas cierran no obtendrán ganancias, no pagarán impuestos, despedirán trabajadores y aumentará la carga fiscal para el Estado.

Por su parte el ciudadano también deberá reflexionar sobre su comportamiento ético, sobre los egoísmos, los hábitos de consumo, la forma como se relaciona en sociedad y la contribución para el beneficio colectivo. Ante la pandemia, la respuesta la tenemos frente a nuestros ojos, como dicen los clásicos, hay que jalar parejos, un nuevo pacto social puede ser la solución.

México no será el mismo cuando concluya la crisis del coronavirus. Dependiendo de la profundidad de las secuelas y los efectos de la pandemia, serán los cambios en la relación con el gobierno y con nuestro entorno social. Con el gobierno, dependerá de su nivel de eficacia para atender la contingencia médica y de la forma como resuelva los problemas de empleo, económicos y de abasto.

Por su parte, el sentido de solidaridad será relevante para fortalecer los lazos ciudadanos, o también se podría presentar un escenario que agudice la división social. El país después del terremoto del 85 fue otro, la sociedad se organizó para atender los problemas primarios apoyando a los ciudadanos en desgracia, y después confrontó al gobierno hegemónico exigiendo un cambio para la democratización. Ahora podría pasar lo mismo, la pregunta es cuáles serían las exigencias ciudadanas y si es posible propiciar un nuevo pacto social que diseñe esquemas efectivos para la reconstrucción de la economía y la generación de bienestar.

Los datos que a la fecha se presentan son impactantes, de acuerdo con Concamin, casi un millón de empleos perdidos y 200 mil empresas cerradas. De acuerdo con INEGI, en México hay 58 millones de personas económicamente activas, de esta cantidad, sólo un 5% trabaja en el sector gubernamental. Es evidente que quien genera el empleo en México es el sector privado, no el gobierno. En síntesis, el panorama es desolador.

Si lo anterior no es suficiente, el sector público tampoco tendrá dinero para reactivar la economía, asume gastos extraordinarios derivados de la pandemia, mantiene en operación a Pemex, que genera más gasto que ingreso, y la inversión en tres magnas obras como son el aeropuerto, la refinería de Dos Bocas y el tren Maya. No se han hecho proyecciones económicas de los efectos de la pandemia, como tampoco, un plan estructural para reactivar la economía nacional.

Después de una crisis, viene un espacio de reflexión y la puesta en marcha de la economía. Todos tendrán que hacer un autoanálisis de lo bueno y lo malo. Por ejemplo, el sector privado contribuye a que México sea la decimoquinta economía del mundo, pero también tiene mucha responsabilidad en el reparto inequitativo de la riqueza, en ser cómplice de la corrupción y voltear a otro lado cuando se habla de pobres. El liberalismo económico indica que el Estado supervisa el cumplimiento de la ley y los empresarios generan riqueza, la que debe distribuirse como gotas de agua que lleguen a todos los ciudadanos y se reparta de acuerdo con su esfuerzo laboral.

De seguir la tendencia de acumulación excesiva de la riqueza, no solamente aumentarán los pobres, se romperá el ecosistema económico, y no tendrán consumidores, además se puede agudizar un sentimiento de odio social de ricos a pobres. Por su parte el gobierno, debe mostrar su sentido de la responsabilidad institucional, la generación de riqueza por parte del sector público es limitada, si las empresas cierran no obtendrán ganancias, no pagarán impuestos, despedirán trabajadores y aumentará la carga fiscal para el Estado.

Por su parte el ciudadano también deberá reflexionar sobre su comportamiento ético, sobre los egoísmos, los hábitos de consumo, la forma como se relaciona en sociedad y la contribución para el beneficio colectivo. Ante la pandemia, la respuesta la tenemos frente a nuestros ojos, como dicen los clásicos, hay que jalar parejos, un nuevo pacto social puede ser la solución.