/ miércoles 11 de marzo de 2020

Día Internacional de la mujer

El pasado ocho de marzo se conmemoró por cuadragésima quinta ocasión, el Día Internacional de la Mujer, fecha clave para recordar la historia de las luchas de mujeres para lograr el reconocimiento de sus derechos. No deja de asombrar, y es lamentable, que en los albores del siglo XXI todavía son necesarias esas batallas, raíces del feminismo que datan de la antigüedad. Se las reconoce emprendidas por Lisistrata e Hipatia de Alejandría y reverdecidas por Olimpia de Gouges en la Revolución francesa.

Se optó por el 8 de marzo para esa conmemoración porque en esa fecha del año 1857 comenzaron las movilizaciones de mujeres en demanda de reconocimiento y vigencia de su derecho a igualdad frente al hombre en todos los aspectos: en la misma fecha, la huelga de mujeres en la industria textil de Estados Unidos; la manifestación de quince mil en Nueva York ese día en el año 1908, exigiendo recorte del horario laboral, mejores salarios, derecho al voto y el fin del trabajo infantil, y en 25 de marzo de 1911, en la misma ciudad, más de cien trabajadoras --la mayoría inmigrantes— de la fábrica Triangle Shirtwaist que protestaban por sus precarias condiciones laborales, murieron al incendiarse la factoría.

En ese marco, el pasado domingo ocho de marzo las calles de las principales ciudades del país se pintaron de verde y morado para significar el cada vez más fuerte reproche de las mujeres contra la violencia a que día a día se ven sometidas en el país, como parte de la inseguridad que, lamentablemente, ha llegado a ser vista como algo normal y cobra más de setenta vidas al día, diez de ellas de mujeres.

Si bien es cierto que la protesta fue contaminada con actos de vandalismo y desagradó a la población, la mayoría de las manifestantes discurrieron de forma pacífica enarbolando un reclamo que día a día se legitima, por las constantes noticias que recibimos respecto de violaciones y feminicidios en nuestro país.

El contexto de la marcha fue el Día Internacional de la Mujer, establecido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de sensibilizar, concienciar, llamar la atención mundial hacia ese problema sin resolver que es la desigualdad de la mujer frente al hombre, que los gobiernos y los Estados actúen y tomen medidas para eliminarlo y, entre tanto, respetar esa lucha de las mujeres con esa finalidad.

La movilización del domingo y el paro nacional del 9 de marzo fueron muestra palpable de que pese a la existencia del día internacional de la mujer y de políticas a favor de lograr equidad real en lo general frente al hombre en el mundo occidental, siguen pendientes diversas acciones para lograrlo, y una de las más sentidas en México es que se ponga fin a los feminicidios.

En este contexto, el reclamo de principios de semana es muestra de que pese al reconocimiento constitucional de la equidad entre hombre y mujer, a políticas y acciones como la inclusión de cuota de género en la representación política y la impartición de justicia con perspectiva de género, aún existe violencia y discriminación, son palpables la vulnerabilidad que las mismas mujeres sienten, la brecha salarial respecto de los hombres y la condición de sometimiento de las mujeres en comunidades indígenas.

Resulta claro que aunque en pleno siglo veintiuno, en nuestro país está pendiente crear ámbito de equidad y seguridad para las mujeres, velar por su acceso a la educación y servicios de atención y desarrollo desde la primera infancia. Así es el Derecho.

El pasado ocho de marzo se conmemoró por cuadragésima quinta ocasión, el Día Internacional de la Mujer, fecha clave para recordar la historia de las luchas de mujeres para lograr el reconocimiento de sus derechos. No deja de asombrar, y es lamentable, que en los albores del siglo XXI todavía son necesarias esas batallas, raíces del feminismo que datan de la antigüedad. Se las reconoce emprendidas por Lisistrata e Hipatia de Alejandría y reverdecidas por Olimpia de Gouges en la Revolución francesa.

Se optó por el 8 de marzo para esa conmemoración porque en esa fecha del año 1857 comenzaron las movilizaciones de mujeres en demanda de reconocimiento y vigencia de su derecho a igualdad frente al hombre en todos los aspectos: en la misma fecha, la huelga de mujeres en la industria textil de Estados Unidos; la manifestación de quince mil en Nueva York ese día en el año 1908, exigiendo recorte del horario laboral, mejores salarios, derecho al voto y el fin del trabajo infantil, y en 25 de marzo de 1911, en la misma ciudad, más de cien trabajadoras --la mayoría inmigrantes— de la fábrica Triangle Shirtwaist que protestaban por sus precarias condiciones laborales, murieron al incendiarse la factoría.

En ese marco, el pasado domingo ocho de marzo las calles de las principales ciudades del país se pintaron de verde y morado para significar el cada vez más fuerte reproche de las mujeres contra la violencia a que día a día se ven sometidas en el país, como parte de la inseguridad que, lamentablemente, ha llegado a ser vista como algo normal y cobra más de setenta vidas al día, diez de ellas de mujeres.

Si bien es cierto que la protesta fue contaminada con actos de vandalismo y desagradó a la población, la mayoría de las manifestantes discurrieron de forma pacífica enarbolando un reclamo que día a día se legitima, por las constantes noticias que recibimos respecto de violaciones y feminicidios en nuestro país.

El contexto de la marcha fue el Día Internacional de la Mujer, establecido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de sensibilizar, concienciar, llamar la atención mundial hacia ese problema sin resolver que es la desigualdad de la mujer frente al hombre, que los gobiernos y los Estados actúen y tomen medidas para eliminarlo y, entre tanto, respetar esa lucha de las mujeres con esa finalidad.

La movilización del domingo y el paro nacional del 9 de marzo fueron muestra palpable de que pese a la existencia del día internacional de la mujer y de políticas a favor de lograr equidad real en lo general frente al hombre en el mundo occidental, siguen pendientes diversas acciones para lograrlo, y una de las más sentidas en México es que se ponga fin a los feminicidios.

En este contexto, el reclamo de principios de semana es muestra de que pese al reconocimiento constitucional de la equidad entre hombre y mujer, a políticas y acciones como la inclusión de cuota de género en la representación política y la impartición de justicia con perspectiva de género, aún existe violencia y discriminación, son palpables la vulnerabilidad que las mismas mujeres sienten, la brecha salarial respecto de los hombres y la condición de sometimiento de las mujeres en comunidades indígenas.

Resulta claro que aunque en pleno siglo veintiuno, en nuestro país está pendiente crear ámbito de equidad y seguridad para las mujeres, velar por su acceso a la educación y servicios de atención y desarrollo desde la primera infancia. Así es el Derecho.