/ jueves 12 de noviembre de 2020

Días de muertos

El 31 de octubre, un colectivo de familias de personas desaparecidas publicó una foto en redes sociales que decía: “En Veracruz, todo el año es día de los muertos”. Una frase que retrata de manera cruel y certera al estado con el mayor número de fosas clandestinas a nivel nacional, y en donde hace poco más de cuatro años encontraron la fosa clandestina más grande con 22 mil restos humanos, incluidos casi 300 cráneos. Lamentablemente, esta situación no es ajena al resto del país.

En México, el hallazgo de fosas clandestinas se ha convertido en algo recurrente. Hace algunos días, el descubrimiento de varias fosas en Salvatierra, Guanajuato, acaparó los titulares. Las notas referían que el 28 de octubre hallaron 59 cuerpos en distintas ubicaciones dentro del municipio. A la fecha, la cifra aumentó a un total de 66 cuerpos localizados, y se teme que este número pueda duplicarse.

Desafortunadamente, hubo más hallazgos de fosas clandestinas durante esos días. El 27 de octubre se encontró una fosa en Ajijic, Jalisco, con cinco cuerpos. El 28 de octubre, el colectivo “madres buscadoras de Sonora” localizó una fosa en Cajeme con más de 20 cuerpos. Y, tan solo tres días después del hallazgo en Salvatierra, se confirmó el descubrimiento de otras fosas en el mismo estado, ahora en el municipio de Cortazar, en donde se estima una cifra de entre 20 y 45 cuerpos hallados. El resumen del horror: en un lapso de cinco días consecutivos se encontraron distintas fosas clandestinas con más de 130 cuerpos exhumados.

Es importante recalcar que el hallazgo de las fosas clandestinas es resultado del trabajo incesante realizado por colectivos, familiares y personas que siguen buscando a sus seres queridos. El Estado mexicano ha permanecido plenamente ausente e indolente, y no ha podido responder a las demandas de búsqueda y localización de miles de personas que siguen desaparecidas.

Sin embargo, estas tragedias no culminan con dichas labores ya que se requiere la identificación de los cuerpos y/o restos. Por si fuera poco, esto también es un problema en México. Según cifras oficiales, en la actualidad hay más de 38 mil cuerpos resguardados que no han sido identificados. Literalmente, miles de cadáveres apilados sin nombre ni apellido.

Hace un par de meses, el Observatorio Nacional Ciudadano publicó un estudio en el que revelan que la mayoría de los servicios forenses en el país operan sin el equipamiento necesario, con falta de personal y presupuestos insuficientes; incluso, llegando al absurdo de no tener instalaciones para almacenar cuerpos, y ni siquiera contar con material tan básico como guantes. Todo esto da cuenta de la gravísima crisis forense que persiste en el país, y la cual ha traído consecuencias inimaginables como el abandono de cuerpos en tráileres en medio de una ciudad, la donación de cadáveres a instituciones educativas sin registro alguno, y la entrega de cuerpos equivocados a familias.

Distintos colectivos de personas desaparecidas y organizaciones de la sociedad civil han vivido y documentado desde hace muchos años esta barbarie. Los gobiernos locales y federal, actuales y pasados, son responsables de esta crisis. Las pocas soluciones que han brindado son aisladas, tardías e insuficientes. Las autoridades podrán ocultar o maquillar los datos, y hasta mencionar que han logrado avances, pero la realidad es inevitable, y siempre les recordará que este país está sobrepoblado de muertos: hay tantos que ya no caben.

David Blanc. Consultor independiente. @ddblanc

El 31 de octubre, un colectivo de familias de personas desaparecidas publicó una foto en redes sociales que decía: “En Veracruz, todo el año es día de los muertos”. Una frase que retrata de manera cruel y certera al estado con el mayor número de fosas clandestinas a nivel nacional, y en donde hace poco más de cuatro años encontraron la fosa clandestina más grande con 22 mil restos humanos, incluidos casi 300 cráneos. Lamentablemente, esta situación no es ajena al resto del país.

En México, el hallazgo de fosas clandestinas se ha convertido en algo recurrente. Hace algunos días, el descubrimiento de varias fosas en Salvatierra, Guanajuato, acaparó los titulares. Las notas referían que el 28 de octubre hallaron 59 cuerpos en distintas ubicaciones dentro del municipio. A la fecha, la cifra aumentó a un total de 66 cuerpos localizados, y se teme que este número pueda duplicarse.

Desafortunadamente, hubo más hallazgos de fosas clandestinas durante esos días. El 27 de octubre se encontró una fosa en Ajijic, Jalisco, con cinco cuerpos. El 28 de octubre, el colectivo “madres buscadoras de Sonora” localizó una fosa en Cajeme con más de 20 cuerpos. Y, tan solo tres días después del hallazgo en Salvatierra, se confirmó el descubrimiento de otras fosas en el mismo estado, ahora en el municipio de Cortazar, en donde se estima una cifra de entre 20 y 45 cuerpos hallados. El resumen del horror: en un lapso de cinco días consecutivos se encontraron distintas fosas clandestinas con más de 130 cuerpos exhumados.

Es importante recalcar que el hallazgo de las fosas clandestinas es resultado del trabajo incesante realizado por colectivos, familiares y personas que siguen buscando a sus seres queridos. El Estado mexicano ha permanecido plenamente ausente e indolente, y no ha podido responder a las demandas de búsqueda y localización de miles de personas que siguen desaparecidas.

Sin embargo, estas tragedias no culminan con dichas labores ya que se requiere la identificación de los cuerpos y/o restos. Por si fuera poco, esto también es un problema en México. Según cifras oficiales, en la actualidad hay más de 38 mil cuerpos resguardados que no han sido identificados. Literalmente, miles de cadáveres apilados sin nombre ni apellido.

Hace un par de meses, el Observatorio Nacional Ciudadano publicó un estudio en el que revelan que la mayoría de los servicios forenses en el país operan sin el equipamiento necesario, con falta de personal y presupuestos insuficientes; incluso, llegando al absurdo de no tener instalaciones para almacenar cuerpos, y ni siquiera contar con material tan básico como guantes. Todo esto da cuenta de la gravísima crisis forense que persiste en el país, y la cual ha traído consecuencias inimaginables como el abandono de cuerpos en tráileres en medio de una ciudad, la donación de cadáveres a instituciones educativas sin registro alguno, y la entrega de cuerpos equivocados a familias.

Distintos colectivos de personas desaparecidas y organizaciones de la sociedad civil han vivido y documentado desde hace muchos años esta barbarie. Los gobiernos locales y federal, actuales y pasados, son responsables de esta crisis. Las pocas soluciones que han brindado son aisladas, tardías e insuficientes. Las autoridades podrán ocultar o maquillar los datos, y hasta mencionar que han logrado avances, pero la realidad es inevitable, y siempre les recordará que este país está sobrepoblado de muertos: hay tantos que ya no caben.

David Blanc. Consultor independiente. @ddblanc

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