/ martes 21 de julio de 2020

Dignidad y libertad

Son tiempos de cambio. México despierta después de años de saqueo, desigualdad, corrupción, simulación y engaños. Todo ello fraguado desde las élites política, intelectual y económica. El plan, simple: mantener sus privilegios por demás opulentos. El statu quo que tanto pregonan. La sociedad por ello se polarizó a extremos de caer en lo que el jurista y sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos, llamó sistemas de apartheid social; donde un muro –no me refiero al del Norte–, separa la riqueza y abundancia de la marginación y pobreza. Y con ello el clasismo y racismo atroces que conlleva.

El cambio anhelado llega con un presidente justo, respetuoso del Estado de derecho y de gran compromiso social. Lo hace desde una vertiente humana, solidaria y fraterna. Las personas que por años fueron empobrecidas sienten el cambio y paulatinamente comienzan a ejercer sus derechos que por años les fueron negados; los potentados, empero, se reagrupan en la defensa de sus privilegios. La élite intelectual al fin se quita la máscara. No era la bandera de la libertad y democracia la que defendían sino la del privilegio conservador. La dignidad se desdibuja; la simulación fue su camino.

Olvidan que por años sufrimos de injusticias en los que jamás los vimos alzar la voz. Todavía nos lacera como sociedad la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa o los fraudes electorales acumulados en la historia reciente del país o la corrupción personalizada en Emilio Lozoya, ex director de Pemex, y los tantos gobernadores que más parecían sátrapas del sexenio pasado: César Duarte, Javier Duarte, Miguel Alonso… los que por cierto, necesariamente debe aplicárseles todo el peso de la ley así como la figura de extinción de dominio. Muchas injusticias y su silencio siempre cómplice.

Aun así, los que participamos en este gobierno, respetamos el disenso en las opiniones y la deliberación natural que generan los cambios. Lo celebramos. Es propio de democracias de avanzada. Se tiene que privilegiar, ante todo, la libertad de expresión y la defensa de los derechos humanos. Ellos, que pretenden conformar un bloque opositor para 2021, supuestamente para devolver los contrapesos a los poderes de la Unión, se les olvida que la decisión última la tiene el pueblo, al que por años marginaron y excluyeron. Ahora retoma su verdadero lugar en la toma de decisiones fundamentales del país con la soberanía que detenta. Como el río de Heráclito, jamás se queda quieto porque su poder es transformador.

Celebramos la libertad de expresión y respaldamos la buena voluntad de nuestro presidente que, con el consejo del pueblo, consagra la democracia, las instituciones y los principios fundamentales de la Constitución.



Senadora por el PT

Son tiempos de cambio. México despierta después de años de saqueo, desigualdad, corrupción, simulación y engaños. Todo ello fraguado desde las élites política, intelectual y económica. El plan, simple: mantener sus privilegios por demás opulentos. El statu quo que tanto pregonan. La sociedad por ello se polarizó a extremos de caer en lo que el jurista y sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos, llamó sistemas de apartheid social; donde un muro –no me refiero al del Norte–, separa la riqueza y abundancia de la marginación y pobreza. Y con ello el clasismo y racismo atroces que conlleva.

El cambio anhelado llega con un presidente justo, respetuoso del Estado de derecho y de gran compromiso social. Lo hace desde una vertiente humana, solidaria y fraterna. Las personas que por años fueron empobrecidas sienten el cambio y paulatinamente comienzan a ejercer sus derechos que por años les fueron negados; los potentados, empero, se reagrupan en la defensa de sus privilegios. La élite intelectual al fin se quita la máscara. No era la bandera de la libertad y democracia la que defendían sino la del privilegio conservador. La dignidad se desdibuja; la simulación fue su camino.

Olvidan que por años sufrimos de injusticias en los que jamás los vimos alzar la voz. Todavía nos lacera como sociedad la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa o los fraudes electorales acumulados en la historia reciente del país o la corrupción personalizada en Emilio Lozoya, ex director de Pemex, y los tantos gobernadores que más parecían sátrapas del sexenio pasado: César Duarte, Javier Duarte, Miguel Alonso… los que por cierto, necesariamente debe aplicárseles todo el peso de la ley así como la figura de extinción de dominio. Muchas injusticias y su silencio siempre cómplice.

Aun así, los que participamos en este gobierno, respetamos el disenso en las opiniones y la deliberación natural que generan los cambios. Lo celebramos. Es propio de democracias de avanzada. Se tiene que privilegiar, ante todo, la libertad de expresión y la defensa de los derechos humanos. Ellos, que pretenden conformar un bloque opositor para 2021, supuestamente para devolver los contrapesos a los poderes de la Unión, se les olvida que la decisión última la tiene el pueblo, al que por años marginaron y excluyeron. Ahora retoma su verdadero lugar en la toma de decisiones fundamentales del país con la soberanía que detenta. Como el río de Heráclito, jamás se queda quieto porque su poder es transformador.

Celebramos la libertad de expresión y respaldamos la buena voluntad de nuestro presidente que, con el consejo del pueblo, consagra la democracia, las instituciones y los principios fundamentales de la Constitución.



Senadora por el PT