/ miércoles 29 de septiembre de 2021

Dinero y visión en el transporte

Siempre me he preguntado por qué todos los secretarios de transporte o de movilidad son malos. Sé que exagero en la afirmación, pero la ausencia de un buen transporte es la prueba fiel de que nunca se han tomado las decisiones correctas.

La Secretaría de Transportes y Vialidad se creó en 1994. Previamente había una Coordinación General del Transporte, y a partir de 2014 la “Setravi” se convirtió en la Secretaría de Movilidad o Semovi.

A lo largo de estos años, todos los secretarios han presumido inauguraciones y proyectos aislados, sin que realmente ocurra la transformación. Puedo elogiar programas y acciones específicas, como el “Corredor cero emisiones”, el metrobús, las ciclovías, la reciente compra de autobuses y trolebuses, entre otras acciones relevantes. Pero al final de cuentas, la mayoría de los viajes de esta ciudad se sigue realizando en vehículos inadecuados, sin paradas fijas y sin señalización de ruta.

Candidatos y secretarios, en general, suelen prometer la desaparición de los microbuses y orden en el desempeño del transporte concesionado, pero esto jamás se concreta. En años recientes se ha hablado de la integración de todos los servicios, algo se ha avanzado, pero estamos muy lejos de la situación ideal.

Es entonces que me pregunto ¿Qué tendría que suceder para que la ciudad tenga un secretario del \u0009que nos sintamos orgullosos? El perfil más común de los secretarios de transporte o movilidad en la ciudad, ha sido el de operador político. Por lo regular, hasta antes de tomar el cargo no tenían idea de las políticas necesarias. Muchos, incluyendo al actual, han carecido de una visión del transporte donde no antepongan otras quimeras, particularmente las sociales. Es decir, primero creen que el proyecto político - social en el que participan está antes que la transformación del transporte: en la oficina de transporte no debe hacerse la política social, para ello hay otras oficinas.

Esto se seguirá repitiendo. Esta reflexión no es, en ningún caso, una acusación personal hacia Héctor Serrano o Andrés Lajous. Hace 30 años se introdujeron los microbuses y desde entonces se ha hablado de manera recurrente de su reemplazo por autobuses en un servicio ordenado y con los incentivos adecuados; no ocurrirá pronto. Para transformar al transporte público básicamente necesitamos dinero y visión. En Ciudad de México la tarifa es realmente baja. Es la alta concentración de usuarios lo que da alguna rentabilidad a los transportistas, pero nunca suficiente para capitalizarse. Malas prácticas como echar carreras o esperar pasaje en las avenidas y estaciones del metro podrían cambiar si las rutas integraran todos los pagos en una arca común que pague salarios en vez de una ganancia por cada pasajero adicional.

Los incentivos están mal trazados, las tarifas son insuficientes y, para colmo, los esfuerzos por crear corredores con otro nivel de servicio, siguen estableciendo rutas o corredores de mala calidad, que poco transforman el transporte en la Ciudad de México. Eso es justo lo que hace falta: dinero y visión; si lo tuviéramos habría esperanzas de tener buenos secretarios, así que ante la carencia de insumos, la incapacidad está más que explicada.

Siempre me he preguntado por qué todos los secretarios de transporte o de movilidad son malos. Sé que exagero en la afirmación, pero la ausencia de un buen transporte es la prueba fiel de que nunca se han tomado las decisiones correctas.

La Secretaría de Transportes y Vialidad se creó en 1994. Previamente había una Coordinación General del Transporte, y a partir de 2014 la “Setravi” se convirtió en la Secretaría de Movilidad o Semovi.

A lo largo de estos años, todos los secretarios han presumido inauguraciones y proyectos aislados, sin que realmente ocurra la transformación. Puedo elogiar programas y acciones específicas, como el “Corredor cero emisiones”, el metrobús, las ciclovías, la reciente compra de autobuses y trolebuses, entre otras acciones relevantes. Pero al final de cuentas, la mayoría de los viajes de esta ciudad se sigue realizando en vehículos inadecuados, sin paradas fijas y sin señalización de ruta.

Candidatos y secretarios, en general, suelen prometer la desaparición de los microbuses y orden en el desempeño del transporte concesionado, pero esto jamás se concreta. En años recientes se ha hablado de la integración de todos los servicios, algo se ha avanzado, pero estamos muy lejos de la situación ideal.

Es entonces que me pregunto ¿Qué tendría que suceder para que la ciudad tenga un secretario del \u0009que nos sintamos orgullosos? El perfil más común de los secretarios de transporte o movilidad en la ciudad, ha sido el de operador político. Por lo regular, hasta antes de tomar el cargo no tenían idea de las políticas necesarias. Muchos, incluyendo al actual, han carecido de una visión del transporte donde no antepongan otras quimeras, particularmente las sociales. Es decir, primero creen que el proyecto político - social en el que participan está antes que la transformación del transporte: en la oficina de transporte no debe hacerse la política social, para ello hay otras oficinas.

Esto se seguirá repitiendo. Esta reflexión no es, en ningún caso, una acusación personal hacia Héctor Serrano o Andrés Lajous. Hace 30 años se introdujeron los microbuses y desde entonces se ha hablado de manera recurrente de su reemplazo por autobuses en un servicio ordenado y con los incentivos adecuados; no ocurrirá pronto. Para transformar al transporte público básicamente necesitamos dinero y visión. En Ciudad de México la tarifa es realmente baja. Es la alta concentración de usuarios lo que da alguna rentabilidad a los transportistas, pero nunca suficiente para capitalizarse. Malas prácticas como echar carreras o esperar pasaje en las avenidas y estaciones del metro podrían cambiar si las rutas integraran todos los pagos en una arca común que pague salarios en vez de una ganancia por cada pasajero adicional.

Los incentivos están mal trazados, las tarifas son insuficientes y, para colmo, los esfuerzos por crear corredores con otro nivel de servicio, siguen estableciendo rutas o corredores de mala calidad, que poco transforman el transporte en la Ciudad de México. Eso es justo lo que hace falta: dinero y visión; si lo tuviéramos habría esperanzas de tener buenos secretarios, así que ante la carencia de insumos, la incapacidad está más que explicada.

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