/ sábado 8 de enero de 2022

Disco duro | Contra el neoliberalismo

Está más que diagnosticado que la incomodidad de los pueblos del mundo contra el neoliberalismo y su desigualdad inherente es la causa de inestabilidades políticas que se pretenden resolver vía la insurgencia social o por el encumbramiento de gobiernos populistas, de izquierda y derecha.

Hay cuatro libros que es necesario leer para entender dónde está parada la intelectualidad en este tema: cómo le quitamos lo salvaje al capitalismo y lo hacemos más humano y justo, si es que todavía es posible hacerlo.

Primero está La Casa de la Contradicción, de Jesús Silva Herzog Márquez, que nos va llevando de la mano por la crisis de la democracia actual, los excesos del liberalismo que devino en oligarquías que solo velan por sus intereses de grupo y las salidas populistas que están haciendo que el remedio salga más caro que la enfermedad.

Reconoce que fenómenos como los de Donald Trump o Andrés Manuel López Obrador fueron posibles por el enojo de sociedades heridas por la brecha de la desigualdad en un sistema donde sólo unos ganan y otros pierden. Un liberalismo social pervertido que se quedó al servicio de unos cuantos.

Bajo otras premisas pero bordeando al final el mismo tema, está el libro del Premio Nobel, Joseph E. Stiglitz, Capitalismo Progresista. La respuesta a la era del Malestar, escrito en plena era Trump, que reconoce los estragos del libre mercado y la desregulación de la economía, como la generadora de pobreza, inequidad y enojo, en las clases trabajadoras estadounidenses.

Pregona el regreso del Estado como rector de la economía, sin lesionar la libertad de empresa, pero impidiendo que sea una oligarquía la que establezca un sistema comercial y fiscal injusto. Propone maneras de gravar capitales y acendrar la inversión estatal en educación y salud.

Más contundente es el texto del economista francés Thomas Piketty, ¡Viva el socialismo!, que dista mucho de ser un panfleto leninista, pero sí un llamado radical a achicar las desigualdades mediante los instrumentos del Estado, de tal manera que impuestos y política social no sean tan descaradamente sólo útiles a los grandes capitales del orbe, muchos de los cuales han sido protegidos por décadas y muchos han llegado vía los avances tecnológicos a la élite del poder económico en el mundo. Su foco es Europa, pero no niega que estas élites están globalmente enlazadas.

Por último, recomiendo el libro México frente a su crisis: el reto de la 4T, de José Luis de la Cruz, que de algún modo aterriza en México todo lo anterior, pero va más allá al establecer todo un programa económico de emergencia, que tenga como eje la promoción de la ciencia y la tecnología para que los productos mexicanos tengan mucho valor agregado y no sólo seamos un país maquilador.

Esto requiere un cambio de fondo en el sistema educativo nacional y en el apoyo a las empresas que estén innovando, a las academias para que desarrollen innovaciones y patentes. Pone como ejemplo a los tigres asiáticos que, sin salirse del sistema capitalista, lograron insertarse como actores participantes del mismo, y no sólo como consumidores o maquiladores.

¿Será posible limarle las asperezas al neoliberalismo? En México es lo que se ha propuesto el presidente López Orador desde que tomó posesión, aunque su propuesta no parece corregir las desigualdades sistémicas, sino que sólo hace énfasis en el reparto de dinero, con un innegable sentido social, pero sin ir al fondo de la corrección de desigualdades y sobre todo sin establecer las bases de un nuevo sistema económico que genere riqueza y empleos estables bien remunerados, que sería lo que a largo plazo haría crecer la economía y mejoraría el nivel de vida de los mexicanos de una manera sostenible.

Está más que diagnosticado que la incomodidad de los pueblos del mundo contra el neoliberalismo y su desigualdad inherente es la causa de inestabilidades políticas que se pretenden resolver vía la insurgencia social o por el encumbramiento de gobiernos populistas, de izquierda y derecha.

Hay cuatro libros que es necesario leer para entender dónde está parada la intelectualidad en este tema: cómo le quitamos lo salvaje al capitalismo y lo hacemos más humano y justo, si es que todavía es posible hacerlo.

Primero está La Casa de la Contradicción, de Jesús Silva Herzog Márquez, que nos va llevando de la mano por la crisis de la democracia actual, los excesos del liberalismo que devino en oligarquías que solo velan por sus intereses de grupo y las salidas populistas que están haciendo que el remedio salga más caro que la enfermedad.

Reconoce que fenómenos como los de Donald Trump o Andrés Manuel López Obrador fueron posibles por el enojo de sociedades heridas por la brecha de la desigualdad en un sistema donde sólo unos ganan y otros pierden. Un liberalismo social pervertido que se quedó al servicio de unos cuantos.

Bajo otras premisas pero bordeando al final el mismo tema, está el libro del Premio Nobel, Joseph E. Stiglitz, Capitalismo Progresista. La respuesta a la era del Malestar, escrito en plena era Trump, que reconoce los estragos del libre mercado y la desregulación de la economía, como la generadora de pobreza, inequidad y enojo, en las clases trabajadoras estadounidenses.

Pregona el regreso del Estado como rector de la economía, sin lesionar la libertad de empresa, pero impidiendo que sea una oligarquía la que establezca un sistema comercial y fiscal injusto. Propone maneras de gravar capitales y acendrar la inversión estatal en educación y salud.

Más contundente es el texto del economista francés Thomas Piketty, ¡Viva el socialismo!, que dista mucho de ser un panfleto leninista, pero sí un llamado radical a achicar las desigualdades mediante los instrumentos del Estado, de tal manera que impuestos y política social no sean tan descaradamente sólo útiles a los grandes capitales del orbe, muchos de los cuales han sido protegidos por décadas y muchos han llegado vía los avances tecnológicos a la élite del poder económico en el mundo. Su foco es Europa, pero no niega que estas élites están globalmente enlazadas.

Por último, recomiendo el libro México frente a su crisis: el reto de la 4T, de José Luis de la Cruz, que de algún modo aterriza en México todo lo anterior, pero va más allá al establecer todo un programa económico de emergencia, que tenga como eje la promoción de la ciencia y la tecnología para que los productos mexicanos tengan mucho valor agregado y no sólo seamos un país maquilador.

Esto requiere un cambio de fondo en el sistema educativo nacional y en el apoyo a las empresas que estén innovando, a las academias para que desarrollen innovaciones y patentes. Pone como ejemplo a los tigres asiáticos que, sin salirse del sistema capitalista, lograron insertarse como actores participantes del mismo, y no sólo como consumidores o maquiladores.

¿Será posible limarle las asperezas al neoliberalismo? En México es lo que se ha propuesto el presidente López Orador desde que tomó posesión, aunque su propuesta no parece corregir las desigualdades sistémicas, sino que sólo hace énfasis en el reparto de dinero, con un innegable sentido social, pero sin ir al fondo de la corrección de desigualdades y sobre todo sin establecer las bases de un nuevo sistema económico que genere riqueza y empleos estables bien remunerados, que sería lo que a largo plazo haría crecer la economía y mejoraría el nivel de vida de los mexicanos de una manera sostenible.