/ sábado 19 de junio de 2021

Disco duro | Críticos de buena fe 

Dentro del espectro plural de analistas que ofrece la prensa mexicana, hay varios que siempre han mostrado su simpatía hacia Andrés Manuel López Obrador, que defienden sus acciones y tratan de ponerlas en marcos de referencia lógicos. Aunque también, en un sano ejercicio de honestidad intelectual, son capaces de señalarle lo que ellos consideran que no parece ir en el camino correcto.

Este disenso es sano y habla de que aun cuando el Presidente deseara lo contrario, no existe unanimidad de pensamiento ni analistas 100 por ciento aplaudidores. No hay dos bandos: los buenos que apoyan, y los malos que critican. Eso no existe.

Tomo el ejemplo de periodistas sin tacha como Luis Hernández Navarro, siempre del lado de la izquierda, consecuente como pocos en su labor informativa, quien sin embargo lamenta que el gobierno de la 4T esté empeñado en hacer oidos sordos de lo que dice el movimiento zapatista o que el proyecto del Tren Maya avance vía el despojo de comunidades y bajo un esquema extractivista comercial donde las comunidades de base no tienen voz y seguramente tampoco beneficios.

En su más reciente texto, Hernández criticó el abandono de las clases medias en las zonas urbanas del país, que se tradujo en votación adversa a los candidatos de Morena:

“Hay un malestar acumulado entre artistas, científicos, académicos, intelectuales, maestros, normalistas, feministas, ambientalistas, defensores de derechos humanos, asociaciones de víctimas que, salvo en la Ciudad de México, no se expresó electoralmente de manera directa en favor de algún partido o candidato, salvo anulando las papeletas o escribiendo en ellas consignas. (…)

Y luego el periodista se lío en Twitter con el inefable Gerardo Fernandez Noroña con ese mismo tema:

“Morena no tiene la mayoría que necesita para hacer reformas constitucionales. La alianza con el Verde es ahora mucho más cara. Pero el problema central es que perdieron para su proyecto a las clases medias de casi todo el país, incluyendo las progresistas.”

Luis fue entrevistado, a su vez, para abordar este tema, por el periodista Julio Hernández López, quien desde su columna Astillero, del diario La Jornada, también ha simpatizado con la orientación social del actual gobierno federal, pero que tampoco ha tenido empacho en denunciar que Morena no actuó éticamente en algunos casos, como sucedió con la candidatura a gobernador de San Luis Potosí, donde se operó para que ganara el Partido Verde con un candidato de dudosa calidad moral, o señalando que el gobierno de AMLO, contra su promesa, ha militarizado al país.

“¡Hasta mañana, con el reconocimiento, en forma de futura iniciativa presidencial, de que la Guardia Nacional nunca fue civil, como se prometió, sino plena e inequívocamente militar!”, escribió el miércoles pasado.

Jorge Zepeda Patterson, columnista en Milenio, pero con una respetable trayectoria en el medio, suele también alejarse del estridentismo de los críticos del Presidente, prefiere a AMLO que a cualquiera de sus antecesores corruptos, aunque aun él dice no entender algunas obsesiones presidenciales, como darle tanto espacio en su conferencia mañanera a sus críticos o no definir si su proyecto social se va a quedar en el reparto de subsidios asistencialistas, o si va a trabajar también en sentar las bases de una economía más estable, de largo plazo.

“Me preocupa que, frente a la imposibilidad de una salida hacia adelante, el Presidente tiende a refugiarse cada vez más en la construcción discursiva de un México idílico de los años 60 y 70, previo al advenimiento del neoliberalismo. Un país en el cual un supuesto Estado asistencial, presidencialista y benefactor reinaba sobre la sociedad, la iniciativa privada y el sector externo para ofrecer a los mexicanos oportunidades y crecimiento. Y me parece que esta salida por la puerta trasera de la historia es un error, no solo porque ese Estado benefactor y promotor de una sociedad más justa y plagada de oportunidades nunca existió (era el de Echeverría y López Portillo), sino porque incluso si hubiera existido, ya no sería viable en el mundo complejo e interdependiente en el que ahora vivimos.”

Más adelante reivindica al AMLO jefe de Gobierno del DF, pero lo extraña en la Presidencia: “Pero estoy convencido de que el ahora Presidente mostró en la capital capacidad de convocatoria pluriclasista y habilidades conciliatorias que hoy echamos de menos. Por alguna razón esos rasgos solo alcanzaron para redactar el espléndido discurso de su toma de posesión. Después le ganaron los impulsos pendencieros y la necesidad de ganar la discusión a cualquier costo, así fuera inventando sorteos; prefirió refugiarse en el papel de predicador moral frente a su corte de aduladores o recurrir a la satanización y la mofa de todo aquél que lo cuestione o piense diferente. Parecería asumir que mientras hable en nombre de un hipotético pueblo pobre, sabio y justo, está eximido éticamente frente al resto de los mexicanos y ha cumplido con la historia.”

En suma, que el Presidente podrá hacer oídos sordos a muchos de sus críticos consuetudinarios, pero debería ser receptivo ante quienes desde la izquierda real y el movimiento social también señalan dudas e insuficiencias. No todos los criticos lo son de mala fe. Su gobierno y él mismo no son infalibles. Cerrarse a la autocrítica no le ayudarán a ser un mejor gobernante.

Dentro del espectro plural de analistas que ofrece la prensa mexicana, hay varios que siempre han mostrado su simpatía hacia Andrés Manuel López Obrador, que defienden sus acciones y tratan de ponerlas en marcos de referencia lógicos. Aunque también, en un sano ejercicio de honestidad intelectual, son capaces de señalarle lo que ellos consideran que no parece ir en el camino correcto.

Este disenso es sano y habla de que aun cuando el Presidente deseara lo contrario, no existe unanimidad de pensamiento ni analistas 100 por ciento aplaudidores. No hay dos bandos: los buenos que apoyan, y los malos que critican. Eso no existe.

Tomo el ejemplo de periodistas sin tacha como Luis Hernández Navarro, siempre del lado de la izquierda, consecuente como pocos en su labor informativa, quien sin embargo lamenta que el gobierno de la 4T esté empeñado en hacer oidos sordos de lo que dice el movimiento zapatista o que el proyecto del Tren Maya avance vía el despojo de comunidades y bajo un esquema extractivista comercial donde las comunidades de base no tienen voz y seguramente tampoco beneficios.

En su más reciente texto, Hernández criticó el abandono de las clases medias en las zonas urbanas del país, que se tradujo en votación adversa a los candidatos de Morena:

“Hay un malestar acumulado entre artistas, científicos, académicos, intelectuales, maestros, normalistas, feministas, ambientalistas, defensores de derechos humanos, asociaciones de víctimas que, salvo en la Ciudad de México, no se expresó electoralmente de manera directa en favor de algún partido o candidato, salvo anulando las papeletas o escribiendo en ellas consignas. (…)

Y luego el periodista se lío en Twitter con el inefable Gerardo Fernandez Noroña con ese mismo tema:

“Morena no tiene la mayoría que necesita para hacer reformas constitucionales. La alianza con el Verde es ahora mucho más cara. Pero el problema central es que perdieron para su proyecto a las clases medias de casi todo el país, incluyendo las progresistas.”

Luis fue entrevistado, a su vez, para abordar este tema, por el periodista Julio Hernández López, quien desde su columna Astillero, del diario La Jornada, también ha simpatizado con la orientación social del actual gobierno federal, pero que tampoco ha tenido empacho en denunciar que Morena no actuó éticamente en algunos casos, como sucedió con la candidatura a gobernador de San Luis Potosí, donde se operó para que ganara el Partido Verde con un candidato de dudosa calidad moral, o señalando que el gobierno de AMLO, contra su promesa, ha militarizado al país.

“¡Hasta mañana, con el reconocimiento, en forma de futura iniciativa presidencial, de que la Guardia Nacional nunca fue civil, como se prometió, sino plena e inequívocamente militar!”, escribió el miércoles pasado.

Jorge Zepeda Patterson, columnista en Milenio, pero con una respetable trayectoria en el medio, suele también alejarse del estridentismo de los críticos del Presidente, prefiere a AMLO que a cualquiera de sus antecesores corruptos, aunque aun él dice no entender algunas obsesiones presidenciales, como darle tanto espacio en su conferencia mañanera a sus críticos o no definir si su proyecto social se va a quedar en el reparto de subsidios asistencialistas, o si va a trabajar también en sentar las bases de una economía más estable, de largo plazo.

“Me preocupa que, frente a la imposibilidad de una salida hacia adelante, el Presidente tiende a refugiarse cada vez más en la construcción discursiva de un México idílico de los años 60 y 70, previo al advenimiento del neoliberalismo. Un país en el cual un supuesto Estado asistencial, presidencialista y benefactor reinaba sobre la sociedad, la iniciativa privada y el sector externo para ofrecer a los mexicanos oportunidades y crecimiento. Y me parece que esta salida por la puerta trasera de la historia es un error, no solo porque ese Estado benefactor y promotor de una sociedad más justa y plagada de oportunidades nunca existió (era el de Echeverría y López Portillo), sino porque incluso si hubiera existido, ya no sería viable en el mundo complejo e interdependiente en el que ahora vivimos.”

Más adelante reivindica al AMLO jefe de Gobierno del DF, pero lo extraña en la Presidencia: “Pero estoy convencido de que el ahora Presidente mostró en la capital capacidad de convocatoria pluriclasista y habilidades conciliatorias que hoy echamos de menos. Por alguna razón esos rasgos solo alcanzaron para redactar el espléndido discurso de su toma de posesión. Después le ganaron los impulsos pendencieros y la necesidad de ganar la discusión a cualquier costo, así fuera inventando sorteos; prefirió refugiarse en el papel de predicador moral frente a su corte de aduladores o recurrir a la satanización y la mofa de todo aquél que lo cuestione o piense diferente. Parecería asumir que mientras hable en nombre de un hipotético pueblo pobre, sabio y justo, está eximido éticamente frente al resto de los mexicanos y ha cumplido con la historia.”

En suma, que el Presidente podrá hacer oídos sordos a muchos de sus críticos consuetudinarios, pero debería ser receptivo ante quienes desde la izquierda real y el movimiento social también señalan dudas e insuficiencias. No todos los criticos lo son de mala fe. Su gobierno y él mismo no son infalibles. Cerrarse a la autocrítica no le ayudarán a ser un mejor gobernante.