/ sábado 18 de junio de 2022

Disco duro | Ejército que se diluye

Éste, que pareciera el sexenio estelar de los militares, en el que el presidente de la República les ha otorgado toda su confianza para hacerse cargo de sus proyectos más preciados (AIFA, Tren Maya, corredor Interoceánico, refinería de Dos Bocas), encargarse de lleno de la seguridad pública, apuntalar las campañas de vacunación y hacer justicia en ámbitos tan extremos como las aduanas y puertos, pudiera ser en realidad el umbral de la desaparición de las Fuerzas Armadas tal y como las conocemos.

En realidad la 4T no quiere ejército, sino una Guardia Nacional de paz, similar a la de Costa Rica, sin “dientes” en materia de seguridad nacional pues no tenemos guerra con nadie, con poco margen de maniobra en materia de seguridad pública al amarrarles las manos con el “abrazos no balazos”, que desde el “culiacanazo” los ha sometido a humillaciones de parte de los criminales que los han corrido de sus territorios, correteado y exhibido en videos.

El próximo 30 de junio se cumplirán tres años de la creación de la Guarda Nacional, cuyo marco regulatorio apunta a ser una entidad conformada principalmente por militares, que sumó a sus filas a civiles de la Policía Federal, policía de Caminos y Puentes Federales, cuyo estatus salarial y de prestaciones es menor al de la milicia, lo que generó desánimo en la tropa y conflictos con los civiles que traen una preparación diferente.

Lejos de estar viendo la militarización de la vida nacional que pregonan los opositores al gobierno, lo que ha habido en los hechos ha sido una dilución de la vida militar en un ente mediano, de menor rango y sin iniciativa de fuego.

Por otra parte, la labor arquitectónica, ingenieril y de albañilería que les ha sido encomendada en los proyectos estelares del presidente rebasa los cálculos básicos de lo que los militares de cualquier país deberían estar haciendo. Disciplinados y leales a la jerarquía, han asumido esas labores sin chistar… públicamente, aunque en chats privados de mandos medios la molestia es evidente.

Más todavía, desde 1946, esta es la primera legislatura en que no existe en el Congreso de la Unión un representante formal de las Fuerzas Armadas. Es decir, estarán ausentes en la votación de su propia reforma.

Peor aún, campea en el entorno cercano de Palacio Nacional, muy ligado a la izquierda mexicana, una percepción negativa del Ejército mexicano, identificado a la represión del 68, a la guerra sucia de los años 70 y a las continuas violaciones a los derechos humanos que tuvieron su climax con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, con documentada presencia de soldados.

Es por ello que ese entorno, que influye mucho en el presidente, prefiere una milicia desinfectada, instrumental, dócil al poder civil, o sea, a ellos.

No hay, pues, en el Ejército la fiesta que uno supondría, sino una profunda reflexión crítica y con reservas de lo que en realidad quiere la 4T de su institucionalidad.

En el USB…

Hay, en cambio, un pequeño sector de militares ganones: aquellos que están ejerciendo en total opacidad fabulosos presupuestos de las obras estelares del sexenio, sin controles, sin licitaciones, con adjudicaciones directas discrecionales, sin tener que rendir cuentas a nadie, en proyectos protegidos por la secrecía de la seguridad nacional, que, al tiempo, serán los grandes escándalos de corrupción en el próximo sexenio.

Éste, que pareciera el sexenio estelar de los militares, en el que el presidente de la República les ha otorgado toda su confianza para hacerse cargo de sus proyectos más preciados (AIFA, Tren Maya, corredor Interoceánico, refinería de Dos Bocas), encargarse de lleno de la seguridad pública, apuntalar las campañas de vacunación y hacer justicia en ámbitos tan extremos como las aduanas y puertos, pudiera ser en realidad el umbral de la desaparición de las Fuerzas Armadas tal y como las conocemos.

En realidad la 4T no quiere ejército, sino una Guardia Nacional de paz, similar a la de Costa Rica, sin “dientes” en materia de seguridad nacional pues no tenemos guerra con nadie, con poco margen de maniobra en materia de seguridad pública al amarrarles las manos con el “abrazos no balazos”, que desde el “culiacanazo” los ha sometido a humillaciones de parte de los criminales que los han corrido de sus territorios, correteado y exhibido en videos.

El próximo 30 de junio se cumplirán tres años de la creación de la Guarda Nacional, cuyo marco regulatorio apunta a ser una entidad conformada principalmente por militares, que sumó a sus filas a civiles de la Policía Federal, policía de Caminos y Puentes Federales, cuyo estatus salarial y de prestaciones es menor al de la milicia, lo que generó desánimo en la tropa y conflictos con los civiles que traen una preparación diferente.

Lejos de estar viendo la militarización de la vida nacional que pregonan los opositores al gobierno, lo que ha habido en los hechos ha sido una dilución de la vida militar en un ente mediano, de menor rango y sin iniciativa de fuego.

Por otra parte, la labor arquitectónica, ingenieril y de albañilería que les ha sido encomendada en los proyectos estelares del presidente rebasa los cálculos básicos de lo que los militares de cualquier país deberían estar haciendo. Disciplinados y leales a la jerarquía, han asumido esas labores sin chistar… públicamente, aunque en chats privados de mandos medios la molestia es evidente.

Más todavía, desde 1946, esta es la primera legislatura en que no existe en el Congreso de la Unión un representante formal de las Fuerzas Armadas. Es decir, estarán ausentes en la votación de su propia reforma.

Peor aún, campea en el entorno cercano de Palacio Nacional, muy ligado a la izquierda mexicana, una percepción negativa del Ejército mexicano, identificado a la represión del 68, a la guerra sucia de los años 70 y a las continuas violaciones a los derechos humanos que tuvieron su climax con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, con documentada presencia de soldados.

Es por ello que ese entorno, que influye mucho en el presidente, prefiere una milicia desinfectada, instrumental, dócil al poder civil, o sea, a ellos.

No hay, pues, en el Ejército la fiesta que uno supondría, sino una profunda reflexión crítica y con reservas de lo que en realidad quiere la 4T de su institucionalidad.

En el USB…

Hay, en cambio, un pequeño sector de militares ganones: aquellos que están ejerciendo en total opacidad fabulosos presupuestos de las obras estelares del sexenio, sin controles, sin licitaciones, con adjudicaciones directas discrecionales, sin tener que rendir cuentas a nadie, en proyectos protegidos por la secrecía de la seguridad nacional, que, al tiempo, serán los grandes escándalos de corrupción en el próximo sexenio.