/ sábado 9 de julio de 2022

Disco duro | Fracaso de la lucha anti corrupción

Uno de los conceptos más reiterados de la narrativa presidencial es el combate a la corrupción. Todos los días se habla desde el pedestal mañanero que ya se acabó, que en la nueva administración nadie roba, nadie abusa, que ya todo quedó en el pasado.

En lo personal, el presidente López Obrador puede responder por sí mismo, por su austeridad y ética de conducta política. Es un hombre honesto.

Aun así, Organizaciones no gubernamentales como el IMCO, México Evalúa y el Instituto de Investigación en Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción de la Universidad de Guadalajara que preside Mauricio Merino aseguran que, por el contrario, este gobierno abrió muchos espacios de opacidad, licitaciones directas, todo sin controles administrativos serios.

En su reporte de este año, el IIRCCC alerta de que se mantienen intactas las prácticas y entornos que facilitan que los funcionarios le metan mano al presupuesto en su beneficio personal, lo que no augura nada bueno en el futuro en materia de escándalos y desviaciones. De paso fustiga al Sistema Nacional Anticorrupción, de carácter autónomo, por no estar siendo funcional.

Cuando al Presidente se le han advertido de muy posibles casos de corrupción de sus allegados, familiares, miembros de su gabinete, la respuesta es la negación y el contrataque. Nada. Él insiste en que está rodeado de ángeles incorruptibles. El tiempo será quien ponga a cada quien en su lugar.

Sobre su combate a la corrupción del pasado, tampoco ha logrado éxitos: Lozoya se la pasa viéndoles la cara, Ancira se les fue. El presidente todas las mañanas alude corruptelas sin fin de empresas, funcionarios, gobiernos extranjeros, estatales. Habla con aparente conocimiento de causa de desvíos, de componendas, de complicidades… pero no hay nadie en la cárcel por ello. Canceló el aeropuerto de Texcoco por transas, pero de manera sospechosa quien asegura que “su pecho no es bodega” no acusó a nadie.

Sobre los ex presidentes, él mismo había descartado buscarles responsabilidades “por el bien de la nación, para ver hacia adelante”, aunque participó activamente en elaborar la fallida consulta para que “el pueblo” decidiera si se les enjuiciaba o no.

Por eso resulta singular el timing de la acusación al ex presidente Enrique Peña Nieto, acaso el personaje más fácil de involucrar en algún escándalo, derivado de un estilo de vida a todas luces extravagante y cuyos poderosos allegados, como el abogado Juan Collado, ya han sido detenidos por desvíos y han podido hablar, acaso, de sus modus operandi.

La acusación se da tras el periodo electoral, por lo que no se puede acusar de oportunista o politiquera, pero también justo cuando los problemas económicos comienzan a generar distorsiones financieras y preocupación social.

¿Esta vez sí se tienen las pruebas?, ¿no será otro globo distractor? La actual administración no tiene mucho margen para seguir errando tiros anti corrupción, sino para dar sólo pocos, pero de precisión. Al final, lo importante es que haga justicia y que si alguien la hizo, que la pague.

Uno de los conceptos más reiterados de la narrativa presidencial es el combate a la corrupción. Todos los días se habla desde el pedestal mañanero que ya se acabó, que en la nueva administración nadie roba, nadie abusa, que ya todo quedó en el pasado.

En lo personal, el presidente López Obrador puede responder por sí mismo, por su austeridad y ética de conducta política. Es un hombre honesto.

Aun así, Organizaciones no gubernamentales como el IMCO, México Evalúa y el Instituto de Investigación en Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción de la Universidad de Guadalajara que preside Mauricio Merino aseguran que, por el contrario, este gobierno abrió muchos espacios de opacidad, licitaciones directas, todo sin controles administrativos serios.

En su reporte de este año, el IIRCCC alerta de que se mantienen intactas las prácticas y entornos que facilitan que los funcionarios le metan mano al presupuesto en su beneficio personal, lo que no augura nada bueno en el futuro en materia de escándalos y desviaciones. De paso fustiga al Sistema Nacional Anticorrupción, de carácter autónomo, por no estar siendo funcional.

Cuando al Presidente se le han advertido de muy posibles casos de corrupción de sus allegados, familiares, miembros de su gabinete, la respuesta es la negación y el contrataque. Nada. Él insiste en que está rodeado de ángeles incorruptibles. El tiempo será quien ponga a cada quien en su lugar.

Sobre su combate a la corrupción del pasado, tampoco ha logrado éxitos: Lozoya se la pasa viéndoles la cara, Ancira se les fue. El presidente todas las mañanas alude corruptelas sin fin de empresas, funcionarios, gobiernos extranjeros, estatales. Habla con aparente conocimiento de causa de desvíos, de componendas, de complicidades… pero no hay nadie en la cárcel por ello. Canceló el aeropuerto de Texcoco por transas, pero de manera sospechosa quien asegura que “su pecho no es bodega” no acusó a nadie.

Sobre los ex presidentes, él mismo había descartado buscarles responsabilidades “por el bien de la nación, para ver hacia adelante”, aunque participó activamente en elaborar la fallida consulta para que “el pueblo” decidiera si se les enjuiciaba o no.

Por eso resulta singular el timing de la acusación al ex presidente Enrique Peña Nieto, acaso el personaje más fácil de involucrar en algún escándalo, derivado de un estilo de vida a todas luces extravagante y cuyos poderosos allegados, como el abogado Juan Collado, ya han sido detenidos por desvíos y han podido hablar, acaso, de sus modus operandi.

La acusación se da tras el periodo electoral, por lo que no se puede acusar de oportunista o politiquera, pero también justo cuando los problemas económicos comienzan a generar distorsiones financieras y preocupación social.

¿Esta vez sí se tienen las pruebas?, ¿no será otro globo distractor? La actual administración no tiene mucho margen para seguir errando tiros anti corrupción, sino para dar sólo pocos, pero de precisión. Al final, lo importante es que haga justicia y que si alguien la hizo, que la pague.