/ sábado 5 de junio de 2021

Disco duro |  Los límites del discurso de odio 

Independientemente de los resultados electorales de los comicios de mañana, hay un foco amarillo prendido en el ala moderada de la 4T, que no debería pasar a rojo durante lo que resta del sexenio del presidente López Obrador.

Es la brecha enorme que se ha abierto entre el gobierno y los medios de comunicación, los empresarios y la sociedad civil organizada, que no sólo son los think tank que molestan al presidente, sino grupos feministas, familiares de víctimas o activistas LGBTTI+, entre otros.

El gobierno y estos sectores se echan la culpa mutuamente de sus cotidianos desencuentros, pero el hecho es que, de seguir por esa ruta, sólo se seguirá alimentando una polarización que a nadie conviene, pues no nos va a llevar a nada constructivo como país.

El discurso del odio tiene sus límites, y no sólo lo piensan ajenos al gobierno sino incluso, y esto es lo interesante, a algunos miembros del gabinete y del círculo cercano del mandatario a quienes preocupa que, al elegir la vía de la confrontación, lejos de hacérsele un favor al proyecto social del presidente, se limitan sus alcances y aleja a quienes están por la unidad nacional dentro de un régimen de pluralidad política y de libertades.

Un presidente rijoso gusta a radicales y resentidos, pero detiene el avance del país e incomoda al resto de la nación que quiere vivir en paz, incluidos muchos seguidores de Morena y del Presidente que quisieran consolidar su proyecto respetando a la nación, sin insultar a los demás.

Algunos allegados al Primer mandatario, con poco margen de maniobra para expresarse en público, exponen en corto inquietudes similares y trabajan por su cuenta para que esas tres ligas no se rompan. Ven que Morena puede quedar aislada, cosa que al presidente le tiene sin cuidado, pero a muchos militantes sí les preocupa.

Los comicios de mañana pueden dejarnos a un presidente ensoberbecido por el triunfo o furioso por la derrota. En ambos casos el peor escenario sería tener la mañana del lunes 7 a un mandatario radicalizado, lo que por lo visto ni siquiera sería del agrado de toda la 4T.

La mitad del sexenio es una buena oportunidad para revisar la narrativa de gobierno y corregir aquello que confronta y divide, sin necesidad de que nadie claudique en sus ideales o proyectos de nación, por diversos que sean.

La prensa, los empresarios y la sociedad civil organizada sin duda continuarán con su trabajo, más allá de contar o no con la venia presidencial. Sin embargo, tener una interlocución confiable y sana con el gobierno federal contribuiría a que la crispación ceda su lugar a momentos de mayor entendimiento nacional.

En el USB…

El gobierno federal sigue sin entender la lógica del movimiento normalista de Chiapas. El presidente habló de que son caciques añejos los que manipulan a jóvenes porros desde hace más de 40 años al interior de las Normales. No.

Forman parte del movimiento social por el socialismo, que está a tres años luz a la izquierda de Morena, y cuyos motores son fuerzas populares ligadas a grupos radicales, incluso subversivos. Errar en el diagnóstico los llevará a fallar en las soluciones e incluso a reavivar el resurgimiento de acciones guerrilleras en el país.

Independientemente de los resultados electorales de los comicios de mañana, hay un foco amarillo prendido en el ala moderada de la 4T, que no debería pasar a rojo durante lo que resta del sexenio del presidente López Obrador.

Es la brecha enorme que se ha abierto entre el gobierno y los medios de comunicación, los empresarios y la sociedad civil organizada, que no sólo son los think tank que molestan al presidente, sino grupos feministas, familiares de víctimas o activistas LGBTTI+, entre otros.

El gobierno y estos sectores se echan la culpa mutuamente de sus cotidianos desencuentros, pero el hecho es que, de seguir por esa ruta, sólo se seguirá alimentando una polarización que a nadie conviene, pues no nos va a llevar a nada constructivo como país.

El discurso del odio tiene sus límites, y no sólo lo piensan ajenos al gobierno sino incluso, y esto es lo interesante, a algunos miembros del gabinete y del círculo cercano del mandatario a quienes preocupa que, al elegir la vía de la confrontación, lejos de hacérsele un favor al proyecto social del presidente, se limitan sus alcances y aleja a quienes están por la unidad nacional dentro de un régimen de pluralidad política y de libertades.

Un presidente rijoso gusta a radicales y resentidos, pero detiene el avance del país e incomoda al resto de la nación que quiere vivir en paz, incluidos muchos seguidores de Morena y del Presidente que quisieran consolidar su proyecto respetando a la nación, sin insultar a los demás.

Algunos allegados al Primer mandatario, con poco margen de maniobra para expresarse en público, exponen en corto inquietudes similares y trabajan por su cuenta para que esas tres ligas no se rompan. Ven que Morena puede quedar aislada, cosa que al presidente le tiene sin cuidado, pero a muchos militantes sí les preocupa.

Los comicios de mañana pueden dejarnos a un presidente ensoberbecido por el triunfo o furioso por la derrota. En ambos casos el peor escenario sería tener la mañana del lunes 7 a un mandatario radicalizado, lo que por lo visto ni siquiera sería del agrado de toda la 4T.

La mitad del sexenio es una buena oportunidad para revisar la narrativa de gobierno y corregir aquello que confronta y divide, sin necesidad de que nadie claudique en sus ideales o proyectos de nación, por diversos que sean.

La prensa, los empresarios y la sociedad civil organizada sin duda continuarán con su trabajo, más allá de contar o no con la venia presidencial. Sin embargo, tener una interlocución confiable y sana con el gobierno federal contribuiría a que la crispación ceda su lugar a momentos de mayor entendimiento nacional.

En el USB…

El gobierno federal sigue sin entender la lógica del movimiento normalista de Chiapas. El presidente habló de que son caciques añejos los que manipulan a jóvenes porros desde hace más de 40 años al interior de las Normales. No.

Forman parte del movimiento social por el socialismo, que está a tres años luz a la izquierda de Morena, y cuyos motores son fuerzas populares ligadas a grupos radicales, incluso subversivos. Errar en el diagnóstico los llevará a fallar en las soluciones e incluso a reavivar el resurgimiento de acciones guerrilleras en el país.