/ sábado 19 de marzo de 2022

Disco duro | Una sucia reforma energética

“No habría nada más soberano para el país --energéticamente hablando-- que depender de nuestro aire y nuestro sol para generar nuestra electricidad”.

Esto nos lo dijo en la semana la abogada Nora Cabrera, integrante de la red Jóvenes por nuestro futuro y una de las que ha trabajado amparos contra la reforma energética que está a discusión a iniciativa del presidente López Obrador.

Sus argumentos son ambientalistas y no políticos. Afirma que en 2015 el sector eléctrico era responsable del 25% de la emisión de gases de efecto invernadero, y que de aprobarse la actual reforma presidencial ascendería a 65%, porque apuesta al carbón, a los fósiles y a las tecnologías de combustión interna para generar electricidad.

También prevé un uso intensivo de agua, vía hidroeléctricas, en momentos en los que el líquido escasea. Reconoce que la iniciativa contempla aumentar lo eólico y solar, pero sólo de manera marginal.

Cabrera dice que a la reforma le faltan tres herramientas importantes: el orden de despacho (para darle prioridad a las energías limpias); los Certificados de Energías Limpias; y las subastas a mediano y largo plazo.

La abogada afirma que íbamos más o menos bien con la reforma de 2013, pero que con lo que está proponiendo el presidente, la generación de energía limpia sólo recae en una empresa (CFE), sin vocación para ello y quebrada financieramente. La iniciativa sataniza a los privados, que pueden ayudar a generar inversiones complementarias, y los excluye de cualquier posibilidad de inversión limpia o autoabasto.

También en su presentación ante el Consejo de Crisis Climática de la Organización Editorial Mexicana, el investigador Víctor Ramírez mostró las expectativas de la CFE si se aprueba la reforma, cada una de las cuales apuestan por el carbón y los fósiles por sobre el aire y el sol, como generadores de energía. Un desastre.

Según las propias expectativas de CFE con la reforma:

La energía de carboeléctricas crecería de 8,691 Gwh a 12,612 Gwh.

La de ciclos combinados (que usa masivamente gas natural que México no tiene y deberá importar) crecería de 47,356 Gwh a 104,594 Gwh.

Energías de combustión interna (combustóelos) crecerían de 1,391 Gwh a 9,169 Gwh.

La de turbogas crecería de 2,030 Gwh a 7,068 Gw.

La hidroeléctrica bajaría un poco (no mucho) de 32,736 a 29,022 Gwh

En cambio, la eólica pasaría de 83 Gwh a sólo 266 Gwh.

Y la solar fotovoltaica pasaría de cero a 699 Gwh.

Aumentos marginales ambas, comparadas con las anteriores.

Aquí la gráfica:



Peor aún, señaló que esta regresión energética puede traer como consecuencia que empresas mundiales dejen de invertir en México, porque no tendrían forma de cumplir las metas corporativas ecológicas que les imponen su casas matrices, al no poderse proveer de energías limpias.

En suma, que incluso no aprobándose la reforma energética presidencial, México no va a poder cumplir con sus metas ambientales al 2030, porque éste será un sexenio perdido en la materia. El mundo necesita reducir para ese año el 45% de sus emisiones de gases de efecto invernadero, de tal manera que se evite que la temperatura mundial no rebase más de 2 grados de aumento, lo que traería incalculables desastres para la Tierra y sus habitantes.

Es entonces que México decide, por cuestiones ideológicas, bajarse de ese esfuerzo y caminar en sentido contrario al que indican la lógica y el instinto de sobrevivencia humana.

Ambos investigadores no se oponen a que exista un Estado fuerte en materia de regulación energética, capaz de meter en cintura a las empresas privadas que desvirtúen el mercado. Siempre y cuando se diera prioridad a las energías limpias por sobre las sucias, lo que no se prevé que suceda con la reforma energética propuesta.

“No habría nada más soberano para el país --energéticamente hablando-- que depender de nuestro aire y nuestro sol para generar nuestra electricidad”.

Esto nos lo dijo en la semana la abogada Nora Cabrera, integrante de la red Jóvenes por nuestro futuro y una de las que ha trabajado amparos contra la reforma energética que está a discusión a iniciativa del presidente López Obrador.

Sus argumentos son ambientalistas y no políticos. Afirma que en 2015 el sector eléctrico era responsable del 25% de la emisión de gases de efecto invernadero, y que de aprobarse la actual reforma presidencial ascendería a 65%, porque apuesta al carbón, a los fósiles y a las tecnologías de combustión interna para generar electricidad.

También prevé un uso intensivo de agua, vía hidroeléctricas, en momentos en los que el líquido escasea. Reconoce que la iniciativa contempla aumentar lo eólico y solar, pero sólo de manera marginal.

Cabrera dice que a la reforma le faltan tres herramientas importantes: el orden de despacho (para darle prioridad a las energías limpias); los Certificados de Energías Limpias; y las subastas a mediano y largo plazo.

La abogada afirma que íbamos más o menos bien con la reforma de 2013, pero que con lo que está proponiendo el presidente, la generación de energía limpia sólo recae en una empresa (CFE), sin vocación para ello y quebrada financieramente. La iniciativa sataniza a los privados, que pueden ayudar a generar inversiones complementarias, y los excluye de cualquier posibilidad de inversión limpia o autoabasto.

También en su presentación ante el Consejo de Crisis Climática de la Organización Editorial Mexicana, el investigador Víctor Ramírez mostró las expectativas de la CFE si se aprueba la reforma, cada una de las cuales apuestan por el carbón y los fósiles por sobre el aire y el sol, como generadores de energía. Un desastre.

Según las propias expectativas de CFE con la reforma:

La energía de carboeléctricas crecería de 8,691 Gwh a 12,612 Gwh.

La de ciclos combinados (que usa masivamente gas natural que México no tiene y deberá importar) crecería de 47,356 Gwh a 104,594 Gwh.

Energías de combustión interna (combustóelos) crecerían de 1,391 Gwh a 9,169 Gwh.

La de turbogas crecería de 2,030 Gwh a 7,068 Gw.

La hidroeléctrica bajaría un poco (no mucho) de 32,736 a 29,022 Gwh

En cambio, la eólica pasaría de 83 Gwh a sólo 266 Gwh.

Y la solar fotovoltaica pasaría de cero a 699 Gwh.

Aumentos marginales ambas, comparadas con las anteriores.

Aquí la gráfica:



Peor aún, señaló que esta regresión energética puede traer como consecuencia que empresas mundiales dejen de invertir en México, porque no tendrían forma de cumplir las metas corporativas ecológicas que les imponen su casas matrices, al no poderse proveer de energías limpias.

En suma, que incluso no aprobándose la reforma energética presidencial, México no va a poder cumplir con sus metas ambientales al 2030, porque éste será un sexenio perdido en la materia. El mundo necesita reducir para ese año el 45% de sus emisiones de gases de efecto invernadero, de tal manera que se evite que la temperatura mundial no rebase más de 2 grados de aumento, lo que traería incalculables desastres para la Tierra y sus habitantes.

Es entonces que México decide, por cuestiones ideológicas, bajarse de ese esfuerzo y caminar en sentido contrario al que indican la lógica y el instinto de sobrevivencia humana.

Ambos investigadores no se oponen a que exista un Estado fuerte en materia de regulación energética, capaz de meter en cintura a las empresas privadas que desvirtúen el mercado. Siempre y cuando se diera prioridad a las energías limpias por sobre las sucias, lo que no se prevé que suceda con la reforma energética propuesta.