/ jueves 30 de junio de 2022

Diseñar la medicina del futuro 

Cristóbal Thompson. Director ejecutivo de la AMIIF


Solemos hablar con mucho entusiasmo de salud e inteligencia artificial, pero en muchos aspectos, los sistemas de salud no han siquiera salido de la revolución anterior, la electrónica. Vaya solo ejemplo: el expediente clínico electrónico sigue sin poder consolidarse y en las raras instituciones en las que cuenta con uno, es frecuente encontrar que esos historiales médicos que no son compatibles más allá del software de cada institución. Y pongo este ejemplo, no para deprimirlos, sino, como dice el cardiólogo estadounidense Eric Topol, darnos cuenta de que estamos en la infancia de la era de la inteligencia artificial y eso nos permite elegir el camino que queremos tomar hacia adelante.

En su libro “Medicina Profunda: Cómo puede la inteligencia artificial hacer que la atención médica vuelva a ser humana”, Topol habla de tres pilares fundamentales: el fenotipado profundo, que nos permitirá entender mejor a cada individuo, desde su historia genética hasta los factores ambientales que influyen en él; el aprendizaje profundo, para aprovechar la inteligencia artificial basada en reconocimiento de patrones; y la empatía profunda, para volver a priorizar la relación entre médicos y pacientes. En la visión de Topol, el futuro de la medicina puede ser uno de auténtica colaboración entre la nueva tecnología, los médicos y los pacientes. La inteligencia artificial nos protegerá de nuestros sesgos, falacias lógicas y visión limitada, y devolverá tiempo a los médicos para que lo dediquen a aquello que las máquinas no pueden imitar: escuchar a los pacientes con empatía, inspirar confianza, lograr una comunicación compleja, profunda y humana.

Quizá una de las advertencias más importantes de este libro es que nos recuerda que el futuro de la medicina no puede escribirse desde cero, sino que habrá de construirse sobre un sistema de salud lleno de complejidades e inconvenientes que hay que sortear. Por ejemplo, uno de los datos que resalta es el poco tiempo que los médicos pasan con cada paciente: solo 12 minutos en la primera consulta, y 7 en las subsecuentes. Topol lo compara con los datos de 1975, cuando un médico pasaba en promedio una hora con un paciente de primera vez y treinta minutos en las siguientes visitas. Esto resulta en la práctica de una “medicina superficial” por falta de datos, tiempo, contexto y presencia. Topol propone utilizar la inteligencia artificial para pasar de la superficie a la medicina profunda. La tecnología conocida como el aprendizaje profundo puede ayudar a los médicos a reconocer patologías con mayor precisión, analizar a los pacientes de manera global y examinar publicaciones científicas en busca de información actualizada.

La inteligencia artificial nos da la oportunidad de crear sistemas de salud más robustos y más humanos. Aún estamos a tiempo para diseñarlos con esto en mente.

Cristóbal Thompson. Director ejecutivo de la AMIIF


Solemos hablar con mucho entusiasmo de salud e inteligencia artificial, pero en muchos aspectos, los sistemas de salud no han siquiera salido de la revolución anterior, la electrónica. Vaya solo ejemplo: el expediente clínico electrónico sigue sin poder consolidarse y en las raras instituciones en las que cuenta con uno, es frecuente encontrar que esos historiales médicos que no son compatibles más allá del software de cada institución. Y pongo este ejemplo, no para deprimirlos, sino, como dice el cardiólogo estadounidense Eric Topol, darnos cuenta de que estamos en la infancia de la era de la inteligencia artificial y eso nos permite elegir el camino que queremos tomar hacia adelante.

En su libro “Medicina Profunda: Cómo puede la inteligencia artificial hacer que la atención médica vuelva a ser humana”, Topol habla de tres pilares fundamentales: el fenotipado profundo, que nos permitirá entender mejor a cada individuo, desde su historia genética hasta los factores ambientales que influyen en él; el aprendizaje profundo, para aprovechar la inteligencia artificial basada en reconocimiento de patrones; y la empatía profunda, para volver a priorizar la relación entre médicos y pacientes. En la visión de Topol, el futuro de la medicina puede ser uno de auténtica colaboración entre la nueva tecnología, los médicos y los pacientes. La inteligencia artificial nos protegerá de nuestros sesgos, falacias lógicas y visión limitada, y devolverá tiempo a los médicos para que lo dediquen a aquello que las máquinas no pueden imitar: escuchar a los pacientes con empatía, inspirar confianza, lograr una comunicación compleja, profunda y humana.

Quizá una de las advertencias más importantes de este libro es que nos recuerda que el futuro de la medicina no puede escribirse desde cero, sino que habrá de construirse sobre un sistema de salud lleno de complejidades e inconvenientes que hay que sortear. Por ejemplo, uno de los datos que resalta es el poco tiempo que los médicos pasan con cada paciente: solo 12 minutos en la primera consulta, y 7 en las subsecuentes. Topol lo compara con los datos de 1975, cuando un médico pasaba en promedio una hora con un paciente de primera vez y treinta minutos en las siguientes visitas. Esto resulta en la práctica de una “medicina superficial” por falta de datos, tiempo, contexto y presencia. Topol propone utilizar la inteligencia artificial para pasar de la superficie a la medicina profunda. La tecnología conocida como el aprendizaje profundo puede ayudar a los médicos a reconocer patologías con mayor precisión, analizar a los pacientes de manera global y examinar publicaciones científicas en busca de información actualizada.

La inteligencia artificial nos da la oportunidad de crear sistemas de salud más robustos y más humanos. Aún estamos a tiempo para diseñarlos con esto en mente.