/ martes 9 de abril de 2019

Donald Trump está tratando de matarlos

Hay mucho que desconocemos sobre el legado que Donald Trump dejará a su paso. Además, claro está, es de suma importancia lo que suceda en la elección de 2020. Pero una cosa parece segura: aun cuando Trump sea un presidente de un sólo periodo, habrá ocasionado, directa o indirectamente, las muertes prematuras de una gran cantidad de estadounidenses.

Algunas de esas muertes serán autoría de los extremistas nacionalistas blancos de derecha, que son una amenaza que crece rápidamente, en parte, debido a que se sienten empoderados por un presidente que los llama “gente muy buena”.

Algunas de esas muertes serán resultado de un mal gobierno, como la respuesta inadecuada al huracán María, lo cual seguramente contribuyó a que hubiera una gran cantidad de víctimas en Puerto Rico (recuerden: los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses).

Algunas más serán resultado de los esfuerzos continuados de este gobierno para sabotear Obamacare, que todavía no logran acabar con la reforma sanitaria, pero sí han logrado detener la disminución en la cantidad de personas sin seguro médico, lo cual quiere decir que muchos todavía no cuentan con los servicios médicos que necesitan. Por supuesto, si Trump se sale con la suya y acaba con Obamacare, las cosas en este frente se pondrán mucho peor.

Sin embargo, es probable que la mayor cantidad de víctimas provenga de la agenda de desregulación de Trump, o tal vez deberíamos llamarla “desregulación”, entre comillas, porque su gobierno es particularmente selectivo en cuanto a qué industrias quiere dejar en paz.

Ahora, uno puede atribuir esto a desvaríos personales: Trump ha sentido un odio irracional por la energía eólica desde que no logró evitar la construcción de un parque eólico cerca de su campo de golf escocés.

Por ejemplo, el gobierno de Trump quiere hacer retroceder las reglas que limitan las emisiones de mercurio de las centrales eléctricas y, para lograr esa meta, quiere evitar que la Agencia de Protección Ambiental tenga en cuenta muchos de los beneficios de las emisiones reducidas de mercurio, como la reducción asociada de óxido de nitrógeno.

No obstante, tratándose de energía renovable, Trump y compañía repentinamente se preocupan por los supuestos efectos secundarios negativos, que por lo general existen sólo en su imaginación. El año pasado, el gobierno jugueteó con una propuesta que habría obligado a los operadores de redes eléctricas a subsidiar el carbón y la energía nuclear. La supuesta justificación era que las nuevas fuentes de energía estaban amenazando con desestabilizar dichas redes, pero los mismos operadores de la red negaron que fuera así.

Así que, para algunos hay desregulación, pero, para otros, se trata de advertencias siniestras sobre amenazas imaginarias. ¿Qué sucede? Parte de la respuesta es que hay que ir tras el dinero. Las contribuciones políticas de la industria del procesamiento de carne favorecen de manera abrumadora a los republicanos. La minería de carbón apoya al Partido Republicano casi exclusivamente. La energía alternativa, por otra parte, por lo general favorece a los demócratas.

Hay mucho que desconocemos sobre el legado que Donald Trump dejará a su paso. Además, claro está, es de suma importancia lo que suceda en la elección de 2020. Pero una cosa parece segura: aun cuando Trump sea un presidente de un sólo periodo, habrá ocasionado, directa o indirectamente, las muertes prematuras de una gran cantidad de estadounidenses.

Algunas de esas muertes serán autoría de los extremistas nacionalistas blancos de derecha, que son una amenaza que crece rápidamente, en parte, debido a que se sienten empoderados por un presidente que los llama “gente muy buena”.

Algunas de esas muertes serán resultado de un mal gobierno, como la respuesta inadecuada al huracán María, lo cual seguramente contribuyó a que hubiera una gran cantidad de víctimas en Puerto Rico (recuerden: los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses).

Algunas más serán resultado de los esfuerzos continuados de este gobierno para sabotear Obamacare, que todavía no logran acabar con la reforma sanitaria, pero sí han logrado detener la disminución en la cantidad de personas sin seguro médico, lo cual quiere decir que muchos todavía no cuentan con los servicios médicos que necesitan. Por supuesto, si Trump se sale con la suya y acaba con Obamacare, las cosas en este frente se pondrán mucho peor.

Sin embargo, es probable que la mayor cantidad de víctimas provenga de la agenda de desregulación de Trump, o tal vez deberíamos llamarla “desregulación”, entre comillas, porque su gobierno es particularmente selectivo en cuanto a qué industrias quiere dejar en paz.

Ahora, uno puede atribuir esto a desvaríos personales: Trump ha sentido un odio irracional por la energía eólica desde que no logró evitar la construcción de un parque eólico cerca de su campo de golf escocés.

Por ejemplo, el gobierno de Trump quiere hacer retroceder las reglas que limitan las emisiones de mercurio de las centrales eléctricas y, para lograr esa meta, quiere evitar que la Agencia de Protección Ambiental tenga en cuenta muchos de los beneficios de las emisiones reducidas de mercurio, como la reducción asociada de óxido de nitrógeno.

No obstante, tratándose de energía renovable, Trump y compañía repentinamente se preocupan por los supuestos efectos secundarios negativos, que por lo general existen sólo en su imaginación. El año pasado, el gobierno jugueteó con una propuesta que habría obligado a los operadores de redes eléctricas a subsidiar el carbón y la energía nuclear. La supuesta justificación era que las nuevas fuentes de energía estaban amenazando con desestabilizar dichas redes, pero los mismos operadores de la red negaron que fuera así.

Así que, para algunos hay desregulación, pero, para otros, se trata de advertencias siniestras sobre amenazas imaginarias. ¿Qué sucede? Parte de la respuesta es que hay que ir tras el dinero. Las contribuciones políticas de la industria del procesamiento de carne favorecen de manera abrumadora a los republicanos. La minería de carbón apoya al Partido Republicano casi exclusivamente. La energía alternativa, por otra parte, por lo general favorece a los demócratas.