/ martes 19 de febrero de 2019

Donald y los deflacionistas

El debate político estadounidense ha estado dominado por el tema del muro de Donald Trump, una cuestión sobre la cual la irracionalidad de Trump sigue sorprendiendo incluso a sus críticos. Así que no creo que mucha gente haya escuchado del nombramiento, por parte de Trump, de David Malpass, actualmente subsecretario del Departamento del Tesoro, para que dirija el Banco Mundial, pero es una historia a la que vale la pena dar seguimiento.

En primer lugar, aunque tradicionalmente Estados Unidos es quien elige al presidente del Banco Mundial (Europa lo hace con el Fondo Monetario Internacional), Malpass, cuya hostilidad hacia las instituciones internacionales es conocida, enfrentará bastante oposición. Además, el nombramiento de Malpass recalca la naturaleza excepcional de los nombramientos económicos de Trump.

¿Excepcional en qué sentido? Bueno, excepcionalmente mala. Todos los economistas, incluyendo a su servidor, se equivocan a veces, pero Trump sólo parece elegir a los que se han equivocado en todo.

Sin embargo, más allá de eso, lo excepcional también es hasta qué punto el presidente elige continuamente a economistas cuya ideología se opone a las posturas que profesa en materia de políticas públicas.

Lo sorprendente es que las políticas que Malpass atacó fueron justamente las que ahora exige Trump: tasas bajas y un dólar más débil. Entonces, ¿por qué Trump querría ascenderlo a él y a gente como él?

Así es como yo lo veo: lo primero que Trump busca de un candidato es que comparta sus valores, sobre todo, la falta de compasión hacia aquellos menos afortunados que él. Y si buscas un funcionario económico al que no le importen los pobres ni los desafortunados, necesariamente debes optar por alguien de la derecha.

Trump tiene otro criterio: quiere gente que dependa personalmente de él, que no tenga ningún tipo de reputación profesional que defender y, por ende, no vaya a adoptar una postura basada en principios. Es decir, quiere gente sin integridad.

La cuestión es que los economistas de derecha sin integridad son, casi sin excepción, del tipo que favorece el dinero duro y sostiene que la hiperinflación está a la vuelta de la esquina. Así que Trump termina con funcionarios cuyas posturas anteriores son diametralmente opuestas a lo que él sostiene ahora.

¿Acaso esto quiere decir que los hombres que ha elegido obstaculizarán sus políticas? No, para nada. Después de todo, hablamos de gente sin integridad, que le dirá a Trump cualquier cosa que quiera escuchar.

Pero sí quiere decir que la política económica trumpiana estará en manos de hombres que, casi por definición, no saben lo que están haciendo. Para obtener el puesto, no sólo debieron tener un historial de decir tonterías, sino además de haber comenzado a decir insensateces totalmente distintas, revirtiendo sus posturas tradicionales para complacer al “genio muy estable”.

¿Qué sucederá cuando este equipo económico tenga que lidiar con problemas reales, como un desplome mundial? He de decir que no soy muy optimista al respecto.

El debate político estadounidense ha estado dominado por el tema del muro de Donald Trump, una cuestión sobre la cual la irracionalidad de Trump sigue sorprendiendo incluso a sus críticos. Así que no creo que mucha gente haya escuchado del nombramiento, por parte de Trump, de David Malpass, actualmente subsecretario del Departamento del Tesoro, para que dirija el Banco Mundial, pero es una historia a la que vale la pena dar seguimiento.

En primer lugar, aunque tradicionalmente Estados Unidos es quien elige al presidente del Banco Mundial (Europa lo hace con el Fondo Monetario Internacional), Malpass, cuya hostilidad hacia las instituciones internacionales es conocida, enfrentará bastante oposición. Además, el nombramiento de Malpass recalca la naturaleza excepcional de los nombramientos económicos de Trump.

¿Excepcional en qué sentido? Bueno, excepcionalmente mala. Todos los economistas, incluyendo a su servidor, se equivocan a veces, pero Trump sólo parece elegir a los que se han equivocado en todo.

Sin embargo, más allá de eso, lo excepcional también es hasta qué punto el presidente elige continuamente a economistas cuya ideología se opone a las posturas que profesa en materia de políticas públicas.

Lo sorprendente es que las políticas que Malpass atacó fueron justamente las que ahora exige Trump: tasas bajas y un dólar más débil. Entonces, ¿por qué Trump querría ascenderlo a él y a gente como él?

Así es como yo lo veo: lo primero que Trump busca de un candidato es que comparta sus valores, sobre todo, la falta de compasión hacia aquellos menos afortunados que él. Y si buscas un funcionario económico al que no le importen los pobres ni los desafortunados, necesariamente debes optar por alguien de la derecha.

Trump tiene otro criterio: quiere gente que dependa personalmente de él, que no tenga ningún tipo de reputación profesional que defender y, por ende, no vaya a adoptar una postura basada en principios. Es decir, quiere gente sin integridad.

La cuestión es que los economistas de derecha sin integridad son, casi sin excepción, del tipo que favorece el dinero duro y sostiene que la hiperinflación está a la vuelta de la esquina. Así que Trump termina con funcionarios cuyas posturas anteriores son diametralmente opuestas a lo que él sostiene ahora.

¿Acaso esto quiere decir que los hombres que ha elegido obstaculizarán sus políticas? No, para nada. Después de todo, hablamos de gente sin integridad, que le dirá a Trump cualquier cosa que quiera escuchar.

Pero sí quiere decir que la política económica trumpiana estará en manos de hombres que, casi por definición, no saben lo que están haciendo. Para obtener el puesto, no sólo debieron tener un historial de decir tonterías, sino además de haber comenzado a decir insensateces totalmente distintas, revirtiendo sus posturas tradicionales para complacer al “genio muy estable”.

¿Qué sucederá cuando este equipo económico tenga que lidiar con problemas reales, como un desplome mundial? He de decir que no soy muy optimista al respecto.