/ miércoles 15 de junio de 2022

¿Dónde están los intereses de México? Señales tras la Cumbre de las Américas 

Los argumentos de nuestro gobierno por el desaire a Estados Unidos en la convocatoria a la Cumbre de las Américas son insostenibles por sus contradicciones. Puede discutirse si habrá consecuencias para los intereses de la nación, pero por lo pronto revelaron, nuevamente, un gran extravío de dichos intereses en nuestra política exterior, a merced de la improvisación, la política partidista local e ideas y preferencias también partidistas o personales.

Decir que nuestra representación fue “bajo protesta” por la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, porque busca “la unidad de todos los países”, no empata con la acusación al anfitrión de alentar bloqueos, discriminación e intervencionismo dictado por “las cúpulas de poder económico y político” y “cuestiones ideológicas, por dogmatismos, por intereses”.

Hablando de intervencionismo en las “cúpulas”, el ex Presidente estadounidense Donald Trump se ha jactado de cómo dobló fácilmente a nuestro gobierno para contener la migración incluso con la participación del ejército. Igualmente, ha sido criticado por su displicencia contra la administración actual en Washington y la complacencia y hasta de respaldo electoral con el anterior. Inconsecuencia que no puede pasar desapercibida, ni aquí ni en el exterior: esta última ha sido la más hostil a los mexicanos en la historia contemporánea. No olvidemos sus banderas: muro fronterizo, expulsión masiva de indocumentados, proteccionismo comercial y rechazo al TMEC, posturas apoyadas todavía por millones de estadounidenses.

Más aún, la retórica de no intervencionismo de regímenes antidemocráticos suele encubrir el incumplimiento de obligaciones internacionales, incluyendo derechos humanos. México no debería hacerles el juego, ni mucho menos emularlos. Para llevar una política exterior efectiva para los intereses nacionales, debemos tener claros dónde están.

En Estados Unidos viven alrededor de 11 millones de personas nacidas en México, alrededor de 5 millones sin estancia legal, en riesgo de ser deportadas y separadas de sus familias. Y hay 37 millones con ascendencia mexicana. De una población extranjera con residencia legal elegible a naturalización de aproximadamente 9.2 millones, 2.45 millones vienen de México. En esa categoría, el siguiente grupo es de China, con menos de 550 mil.

Para contrastar, la población de Nicaragua es 6.7 millones; la de Cuba, 11.33 millones; la de Venezuela, 28.4 millones. Es decir, los mexicanos en Estados Unidos superan a la población de Nicaragua en 4.3 millones y son casi la de Cuba y hay más estadounidenses con raíces mexicanas que habitantes en Venezuela.

Eso explica mucho en nuestra economía. Como que en 2021 llegara al país un récord de 51 mil 594 millones de dólares en remesas, 95% de Estados Unidos. Además de su importancia para millones de familias, son fundamentales para la balanza de pagos, más que la inversión extranjera directa, que también viene en mayor medida de ese país.

En cuanto al comercio, el que hacemos con Estados Unidos cerró 2021 con cerca de 619 mil 800 millones de dólares, con 398 mil 792 millones en exportaciones, el 80% del total de éstas. Para comparar: el intercambio con Venezuela en ese año sumó 243 millones de dólares, y es destino del 0.047% de nuestras exportaciones. Con Cuba fue de 284 millones y el 0.058% de nuestras ventas. Con Nicaragua, más importante, casi mil 800 millones, 0.19% de las exportaciones.

En suma, el comercio de México con estos tres países juntos, 2 mil 326 millones de dólares, no alcanza ni el 0.4% del que sostenemos con nuestros vecinos del norte.

Algo tenemos en común con esos países: en los primeros lugares, con los mexicanos a la cabeza, en el disparo en lo que va del año en la emigración indocumentada a Estados Unidos.

Las razones de la convergencia están, por una parte, en un importante declive económico y empobrecimiento, cada cual con sus particulares circunstancias y grados. Desde la inflación de 1,600% en Venezuela en 2021 y las protestas en Cuba por hambre en 2021, con su peor crisis económica en tres décadas, al desplome de 8.3% de México en 2020, sin apoyos fiscales emergentes mientras Estados Unidos lanzaba ayudas masivas.

La otra parte es un negro panorama de derechos humanos: desde fraude electoral, persecución y detenciones arbitrarias de opositores en Nicaragua a la intensificación de la maquinaria de control de la libertad de expresión y reunión en Cuba, con vigilancia física e interrupciones del servicio de Internet. En Venezuela, acusaciones reiteradas de ejecuciones extrajudiciales y una emergencia humanitaria, con un sistema de salud colapsado y escasez de agua, combustible, alimentos, electricidad. No porque lo que diga Estados Unidos, sino Amnistía Internacional (AI).

¿Y México? Hablando de “autoridad moral” para dar lecciones, AI destaca el uso excesivo de la fuerza de agentes migratorios y la Guardia Nacional contra migrantes en tránsito. La ONU recién instó al país a combatir la impunidad, ante más de 100 mil desapariciones y sólo 35 con sentencia a los perpetradores. Todo ello en un contexto con amplias zonas controladas o acosadas por la delincuencia.

La emigración masiva de cubanos, nicaragüenses y venezolanos se debe a una doble tragedia: económica y de derechos humanos. La de mexicanos ya no sólo responde a la pobreza y las oportunidades del otro lado: mucha gente huye de la violencia, el crimen y la impunidad.

Son hechos y datos objetivos: los factores a considerar para determinar las prioridades de nuestra política exterior, si se trata de estar a la altura de los retos de los mexicanos, los de aquí y los que están fuera. Habría que empezar por tener claro qué tipo de país aspiramos a ser y qué no.

Los argumentos de nuestro gobierno por el desaire a Estados Unidos en la convocatoria a la Cumbre de las Américas son insostenibles por sus contradicciones. Puede discutirse si habrá consecuencias para los intereses de la nación, pero por lo pronto revelaron, nuevamente, un gran extravío de dichos intereses en nuestra política exterior, a merced de la improvisación, la política partidista local e ideas y preferencias también partidistas o personales.

Decir que nuestra representación fue “bajo protesta” por la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, porque busca “la unidad de todos los países”, no empata con la acusación al anfitrión de alentar bloqueos, discriminación e intervencionismo dictado por “las cúpulas de poder económico y político” y “cuestiones ideológicas, por dogmatismos, por intereses”.

Hablando de intervencionismo en las “cúpulas”, el ex Presidente estadounidense Donald Trump se ha jactado de cómo dobló fácilmente a nuestro gobierno para contener la migración incluso con la participación del ejército. Igualmente, ha sido criticado por su displicencia contra la administración actual en Washington y la complacencia y hasta de respaldo electoral con el anterior. Inconsecuencia que no puede pasar desapercibida, ni aquí ni en el exterior: esta última ha sido la más hostil a los mexicanos en la historia contemporánea. No olvidemos sus banderas: muro fronterizo, expulsión masiva de indocumentados, proteccionismo comercial y rechazo al TMEC, posturas apoyadas todavía por millones de estadounidenses.

Más aún, la retórica de no intervencionismo de regímenes antidemocráticos suele encubrir el incumplimiento de obligaciones internacionales, incluyendo derechos humanos. México no debería hacerles el juego, ni mucho menos emularlos. Para llevar una política exterior efectiva para los intereses nacionales, debemos tener claros dónde están.

En Estados Unidos viven alrededor de 11 millones de personas nacidas en México, alrededor de 5 millones sin estancia legal, en riesgo de ser deportadas y separadas de sus familias. Y hay 37 millones con ascendencia mexicana. De una población extranjera con residencia legal elegible a naturalización de aproximadamente 9.2 millones, 2.45 millones vienen de México. En esa categoría, el siguiente grupo es de China, con menos de 550 mil.

Para contrastar, la población de Nicaragua es 6.7 millones; la de Cuba, 11.33 millones; la de Venezuela, 28.4 millones. Es decir, los mexicanos en Estados Unidos superan a la población de Nicaragua en 4.3 millones y son casi la de Cuba y hay más estadounidenses con raíces mexicanas que habitantes en Venezuela.

Eso explica mucho en nuestra economía. Como que en 2021 llegara al país un récord de 51 mil 594 millones de dólares en remesas, 95% de Estados Unidos. Además de su importancia para millones de familias, son fundamentales para la balanza de pagos, más que la inversión extranjera directa, que también viene en mayor medida de ese país.

En cuanto al comercio, el que hacemos con Estados Unidos cerró 2021 con cerca de 619 mil 800 millones de dólares, con 398 mil 792 millones en exportaciones, el 80% del total de éstas. Para comparar: el intercambio con Venezuela en ese año sumó 243 millones de dólares, y es destino del 0.047% de nuestras exportaciones. Con Cuba fue de 284 millones y el 0.058% de nuestras ventas. Con Nicaragua, más importante, casi mil 800 millones, 0.19% de las exportaciones.

En suma, el comercio de México con estos tres países juntos, 2 mil 326 millones de dólares, no alcanza ni el 0.4% del que sostenemos con nuestros vecinos del norte.

Algo tenemos en común con esos países: en los primeros lugares, con los mexicanos a la cabeza, en el disparo en lo que va del año en la emigración indocumentada a Estados Unidos.

Las razones de la convergencia están, por una parte, en un importante declive económico y empobrecimiento, cada cual con sus particulares circunstancias y grados. Desde la inflación de 1,600% en Venezuela en 2021 y las protestas en Cuba por hambre en 2021, con su peor crisis económica en tres décadas, al desplome de 8.3% de México en 2020, sin apoyos fiscales emergentes mientras Estados Unidos lanzaba ayudas masivas.

La otra parte es un negro panorama de derechos humanos: desde fraude electoral, persecución y detenciones arbitrarias de opositores en Nicaragua a la intensificación de la maquinaria de control de la libertad de expresión y reunión en Cuba, con vigilancia física e interrupciones del servicio de Internet. En Venezuela, acusaciones reiteradas de ejecuciones extrajudiciales y una emergencia humanitaria, con un sistema de salud colapsado y escasez de agua, combustible, alimentos, electricidad. No porque lo que diga Estados Unidos, sino Amnistía Internacional (AI).

¿Y México? Hablando de “autoridad moral” para dar lecciones, AI destaca el uso excesivo de la fuerza de agentes migratorios y la Guardia Nacional contra migrantes en tránsito. La ONU recién instó al país a combatir la impunidad, ante más de 100 mil desapariciones y sólo 35 con sentencia a los perpetradores. Todo ello en un contexto con amplias zonas controladas o acosadas por la delincuencia.

La emigración masiva de cubanos, nicaragüenses y venezolanos se debe a una doble tragedia: económica y de derechos humanos. La de mexicanos ya no sólo responde a la pobreza y las oportunidades del otro lado: mucha gente huye de la violencia, el crimen y la impunidad.

Son hechos y datos objetivos: los factores a considerar para determinar las prioridades de nuestra política exterior, si se trata de estar a la altura de los retos de los mexicanos, los de aquí y los que están fuera. Habría que empezar por tener claro qué tipo de país aspiramos a ser y qué no.