/ sábado 24 de octubre de 2020

Donde hubo fuego hay cenizas

El triunfo electoral en Coahuila e Hidalgo, puso al presidente del PRI, Alejandro Moreno, a echar las campanas a vuelo. Los rescoldos del Tricolor persisten en un par de entidades en las que jamás ha habido alternancia. Lo peligroso es creer que su regreso está cantado.

Miguel Riquelme, actual mandamás de Coahuila, llegó de milagro. Le heredó el cargo Rubén Moreira, al que tardó en acceder más de cuatro meses, por las inconformidades judiciales. Se argumentaba que las trampas habían sido de campeonato y la oposición lo peleó en tribunales, con garras y dientes. No pudieron ganar.

Riquelme, como Omar Fayad al frente de Hidalgo, han sido un par de ejecutivos grises, sin que se les reconozcan mayores éxitos. En Coahuila la sociedad aprecia el que se haya combatido a la delincuencia organizada, que se había cebado en Torreón, municipio al que se logró pacificar, a pesar de que se habla de un cierto rebrote.

Hidalgo, tierra de caciques y de dinastías políticas inamovibles, ofrece la misma imagen de décadas, con un gran porcentaje de pobreza extrema. Territorio de huachicol, cuando Amlo tomó la bandera de su combate pareció que bajaría el delito, pero ahora queda claro que fue atole con el dedo. Siguen las tomas clandestinas y, aunque se haya corrido un tupido velo sobre el tema, la realidad es que persiste.

Ambos mandatarios, a la vieja usanza, conocen al dedillo la alquimia para salir avante en un proceso electoral. Cuidaron la nominación de candidatos y, de acuerdo al éxito obtenido, se puede decir que se eligieron a aquellos con una base real y auténticas posibilidades de ganar.

Aunque habrán impugnaciones (Morena jamás aceptará perder), en Coahuila arrasó el PRI. De los 16 Distritos en juego se ganaron todos. Tuvieron el 34 por ciento de los sufragios, el PAN, 26 y Morena 19.

En Hidalgo, lo que fue inconcebible, fallaron los resultados preliminares (PREP), pero, a pesar de ello, el Tricolor se levantó con un alto porcentaje de los 84 municipios en contienda. Morena se llevó 6, cuando el PRD, al que nadie le da crédito alguno, se quedó con 7.

El perdedor absoluto, en las dos entidades, fue el PAN. Se le fueron de las manos alcaldías destacadas, como la de Pachuca. Qué decir del Congreso Local de Coahuila.

Se sigue sin entender que, a nivel local, no se vale la imposición de candidatos –como hicieron Morena y el PAN-. Sin arraigo, poder de convocatoria, influencia en la región, las simples siglas partidistas no reditúan ganancias.

Al estilo priísta (Al fin y al cabo cuna de origen de sus creadores), Morena envió a un ejército de militantes, encargados de mover los hilos del proceso. Funcionarios de varios niveles, incluidos algunos de alcaldías de la CDMX, llegaron a promover y manipular el voto a su favor. De poco sirvió la inversión, de acuerdo a los resultados.

El Movimiento de Regeneración Nacional ni siquiera ha podido elegir a su cúpula. Las facciones están a la greña y sin ton ni son no aciertan a consolidarse como fuerza política. Nominaron a los candidatos por influyentismo y dedazos. Unos pocos se quieren comer el pastel, pero en la glotonería, no saben ni cómo rebanarlo.

Acción Nacional sigue sin levantar cabeza. Si así piensa ir a las elecciones del 21, el fracaso es seguro. Y el PRI menos se debe confiar por haberse echado a la bolsa dos estados: las encuestas marcan el rechazo de las mayorías. Una golondrina no hace verano.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq


El triunfo electoral en Coahuila e Hidalgo, puso al presidente del PRI, Alejandro Moreno, a echar las campanas a vuelo. Los rescoldos del Tricolor persisten en un par de entidades en las que jamás ha habido alternancia. Lo peligroso es creer que su regreso está cantado.

Miguel Riquelme, actual mandamás de Coahuila, llegó de milagro. Le heredó el cargo Rubén Moreira, al que tardó en acceder más de cuatro meses, por las inconformidades judiciales. Se argumentaba que las trampas habían sido de campeonato y la oposición lo peleó en tribunales, con garras y dientes. No pudieron ganar.

Riquelme, como Omar Fayad al frente de Hidalgo, han sido un par de ejecutivos grises, sin que se les reconozcan mayores éxitos. En Coahuila la sociedad aprecia el que se haya combatido a la delincuencia organizada, que se había cebado en Torreón, municipio al que se logró pacificar, a pesar de que se habla de un cierto rebrote.

Hidalgo, tierra de caciques y de dinastías políticas inamovibles, ofrece la misma imagen de décadas, con un gran porcentaje de pobreza extrema. Territorio de huachicol, cuando Amlo tomó la bandera de su combate pareció que bajaría el delito, pero ahora queda claro que fue atole con el dedo. Siguen las tomas clandestinas y, aunque se haya corrido un tupido velo sobre el tema, la realidad es que persiste.

Ambos mandatarios, a la vieja usanza, conocen al dedillo la alquimia para salir avante en un proceso electoral. Cuidaron la nominación de candidatos y, de acuerdo al éxito obtenido, se puede decir que se eligieron a aquellos con una base real y auténticas posibilidades de ganar.

Aunque habrán impugnaciones (Morena jamás aceptará perder), en Coahuila arrasó el PRI. De los 16 Distritos en juego se ganaron todos. Tuvieron el 34 por ciento de los sufragios, el PAN, 26 y Morena 19.

En Hidalgo, lo que fue inconcebible, fallaron los resultados preliminares (PREP), pero, a pesar de ello, el Tricolor se levantó con un alto porcentaje de los 84 municipios en contienda. Morena se llevó 6, cuando el PRD, al que nadie le da crédito alguno, se quedó con 7.

El perdedor absoluto, en las dos entidades, fue el PAN. Se le fueron de las manos alcaldías destacadas, como la de Pachuca. Qué decir del Congreso Local de Coahuila.

Se sigue sin entender que, a nivel local, no se vale la imposición de candidatos –como hicieron Morena y el PAN-. Sin arraigo, poder de convocatoria, influencia en la región, las simples siglas partidistas no reditúan ganancias.

Al estilo priísta (Al fin y al cabo cuna de origen de sus creadores), Morena envió a un ejército de militantes, encargados de mover los hilos del proceso. Funcionarios de varios niveles, incluidos algunos de alcaldías de la CDMX, llegaron a promover y manipular el voto a su favor. De poco sirvió la inversión, de acuerdo a los resultados.

El Movimiento de Regeneración Nacional ni siquiera ha podido elegir a su cúpula. Las facciones están a la greña y sin ton ni son no aciertan a consolidarse como fuerza política. Nominaron a los candidatos por influyentismo y dedazos. Unos pocos se quieren comer el pastel, pero en la glotonería, no saben ni cómo rebanarlo.

Acción Nacional sigue sin levantar cabeza. Si así piensa ir a las elecciones del 21, el fracaso es seguro. Y el PRI menos se debe confiar por haberse echado a la bolsa dos estados: las encuestas marcan el rechazo de las mayorías. Una golondrina no hace verano.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq