/ miércoles 6 de julio de 2022

Dos años del T-MEC: México depende de América del Norte 

Por Oscar Ocampo

La apertura comercial ha sido posiblemente la única política de Estado en México durante las últimas tres décadas. Desde la entrada del país al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) y especialmente desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), gobiernos de distintas ideologías y colores partidistas han reafirmado la apuesta por la liberalización del comercio y la inversión, así como por la profundización de la integración regional de América del Norte. En un país que se pretende reinventar cada seis años, no es un mérito menor.

La negociación del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) fue prueba de la resiliencia de la relación comercial entre los socios norteamericanos, de la importancia de un entorno con reglas predecibles para el intercambio y la inversión, así como del anclaje de la economía mexicana en el comercio exterior.

A dos años de su entrada en vigor, los números hablan por sí solos. De acuerdo con datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), al cierre del primer trimestre de 2022, las exportaciones mexicanas no solo recuperaron sus niveles pre-pandémicos, sino se encuentran 10.4% por encima de los niveles de 2019, mientras que las importaciones registran un comportamiento similar (4.4% por encima del cierre de 2019). Aunado a ello, entre enero de 2020 y abril de 2022, las exportaciones a América del Norte se incrementaron en 44%, mientras que las exportaciones al resto del mundo crecieron únicamente 28%.

La reunión del presidente López Obrador con su contraparte estadounidense, Joe Biden, el próximo 12 de julio ofrece una oportunidad para plantear una visión de futuro para la región. México debe apostar por una América del Norte como la región más competitiva del mundo.

El actual entorno global convulso ofrece una ventana de oportunidad para ello con las disrupciones de las cadenas de valor, las tensiones entre Estados Unidos y China y la regionalización de la producción (nearshoring). Empero, en su edición de este fin de semana, el Financial Times cuestiona por qué México no se ha beneficiado de estas tendencias como se esperaría por su ubicación geográfica, su capital humano, su infraestructura y su red de tratados comerciales internacionales.

La razón de fondo es la falta de compromiso del Estado mexicano con la certidumbre jurídica y una retórica hostil a la inversión privada. Los ejemplos van desde el sector energético hasta la cancelación de la cervecería en Mexicali, así como las acciones recientes para cerrar las operaciones de una empresa de extracción de materiales pétreos en la Riviera Maya. Sin el respeto irrestricto al Estado de derecho, el país no podrá capitalizar todo el potencial del T-MEC.

México requiere una estrategia puntual para promover sus intereses ofensivos en el marco del Tratado -así como más allá del T-MEC en la relación bilateral- como flexibilizar las reglas de origen del sector automotriz para ser competitivos en la movilidad y transporte eléctrico, ampliar la lista de profesiones para visas de trabajadores temporales para incluir profesiones escazas en Estados Unidos como enfermería o transportistas, permitir el cabotaje marítimo en el golfo de México para incrementar su participación de mercado en los estados de la Costa Este, desarrollar proyectos binacionales de infraestructura transfronteriza (tecnología para facilitar los cruces fronterizos, más interconexiones de redes de transmisión, ductos), así como captar inversiones en telecomunicaciones y energía para atraer sectores de alto valor agregado de la economía del futuro -servicios digitales, nanotecnología, robotización, inteligencia artificial, entre otros-.

Al mismo tiempo, el país debe impulsar sus intereses defensivos, como promover un uso responsable del Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida para minimizar el riesgo de que éste se utilice con motivaciones proteccionistas o evitar el uso de barreras no arancelarias para limitar las exportaciones agropecuarias de México (los conflictos por el acceso al mercado estadounidense de los aguacates y tomates son ejemplo de ello).

Para estar en condiciones promover a cabalidad sus intereses y de catalizar una mayor integración regional en D.C. la próxima semana y en la Ciudad de México durante la reunión trilateral sobre el T-MEC en noviembre, el Gobierno mexicano debe respetar el espíritu y letra del texto. El éxito de México depende del éxito de América del Norte como región.

*Oscar Ocampo es coordinador de Energía en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) y asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan la postura institucional.



Por Oscar Ocampo

La apertura comercial ha sido posiblemente la única política de Estado en México durante las últimas tres décadas. Desde la entrada del país al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) y especialmente desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), gobiernos de distintas ideologías y colores partidistas han reafirmado la apuesta por la liberalización del comercio y la inversión, así como por la profundización de la integración regional de América del Norte. En un país que se pretende reinventar cada seis años, no es un mérito menor.

La negociación del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) fue prueba de la resiliencia de la relación comercial entre los socios norteamericanos, de la importancia de un entorno con reglas predecibles para el intercambio y la inversión, así como del anclaje de la economía mexicana en el comercio exterior.

A dos años de su entrada en vigor, los números hablan por sí solos. De acuerdo con datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), al cierre del primer trimestre de 2022, las exportaciones mexicanas no solo recuperaron sus niveles pre-pandémicos, sino se encuentran 10.4% por encima de los niveles de 2019, mientras que las importaciones registran un comportamiento similar (4.4% por encima del cierre de 2019). Aunado a ello, entre enero de 2020 y abril de 2022, las exportaciones a América del Norte se incrementaron en 44%, mientras que las exportaciones al resto del mundo crecieron únicamente 28%.

La reunión del presidente López Obrador con su contraparte estadounidense, Joe Biden, el próximo 12 de julio ofrece una oportunidad para plantear una visión de futuro para la región. México debe apostar por una América del Norte como la región más competitiva del mundo.

El actual entorno global convulso ofrece una ventana de oportunidad para ello con las disrupciones de las cadenas de valor, las tensiones entre Estados Unidos y China y la regionalización de la producción (nearshoring). Empero, en su edición de este fin de semana, el Financial Times cuestiona por qué México no se ha beneficiado de estas tendencias como se esperaría por su ubicación geográfica, su capital humano, su infraestructura y su red de tratados comerciales internacionales.

La razón de fondo es la falta de compromiso del Estado mexicano con la certidumbre jurídica y una retórica hostil a la inversión privada. Los ejemplos van desde el sector energético hasta la cancelación de la cervecería en Mexicali, así como las acciones recientes para cerrar las operaciones de una empresa de extracción de materiales pétreos en la Riviera Maya. Sin el respeto irrestricto al Estado de derecho, el país no podrá capitalizar todo el potencial del T-MEC.

México requiere una estrategia puntual para promover sus intereses ofensivos en el marco del Tratado -así como más allá del T-MEC en la relación bilateral- como flexibilizar las reglas de origen del sector automotriz para ser competitivos en la movilidad y transporte eléctrico, ampliar la lista de profesiones para visas de trabajadores temporales para incluir profesiones escazas en Estados Unidos como enfermería o transportistas, permitir el cabotaje marítimo en el golfo de México para incrementar su participación de mercado en los estados de la Costa Este, desarrollar proyectos binacionales de infraestructura transfronteriza (tecnología para facilitar los cruces fronterizos, más interconexiones de redes de transmisión, ductos), así como captar inversiones en telecomunicaciones y energía para atraer sectores de alto valor agregado de la economía del futuro -servicios digitales, nanotecnología, robotización, inteligencia artificial, entre otros-.

Al mismo tiempo, el país debe impulsar sus intereses defensivos, como promover un uso responsable del Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida para minimizar el riesgo de que éste se utilice con motivaciones proteccionistas o evitar el uso de barreras no arancelarias para limitar las exportaciones agropecuarias de México (los conflictos por el acceso al mercado estadounidense de los aguacates y tomates son ejemplo de ello).

Para estar en condiciones promover a cabalidad sus intereses y de catalizar una mayor integración regional en D.C. la próxima semana y en la Ciudad de México durante la reunión trilateral sobre el T-MEC en noviembre, el Gobierno mexicano debe respetar el espíritu y letra del texto. El éxito de México depende del éxito de América del Norte como región.

*Oscar Ocampo es coordinador de Energía en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) y asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan la postura institucional.