/ martes 14 de abril de 2020

Dos Bocas que alimentar

Refinar petróleo en México es un buen negocio porque nosotros lo producimos a un precio accesible y eso nos asegura el abastecimiento de combustible independientemente de las circunstancias externas, lo cual es muy importante cuando nos consta que las cadenas de suministro en el mundo pueden ser abruptamente interrumpidas por fenómenos que escapan al control de los criterios tecnocráticos.

Hará unos 9 años, un director de Pemex me insistía en que era absurdo producir gasolina en México cuando se podía comprar más barata en el exterior, yo argumentaba que siempre existía el peligro de no contar con el acceso al mercado y le ejemplificaba con aspectos como un posible conflicto bélico o un diferendo diplomático; no se me ocurrió que podría llegar a vivir un episodio como el actual en que una pandemia prácticamente nos paraliza de temor y muestra a cada país la necesidad de controlar la producción de bienes estratégicos, como ahora sucede con los equipos médicos.

Es increíble que algo tan evidente no quieran comprenderlo quienes se empecinan por distintos medios en denostar el proyecto de la refinería de Dos Bocas pidiendo que se abandone y el dinero se emplee en la atención de la emergencia. Esa postura es errónea, porque garantizar el abastecimiento de un insumo básico, que además genera beneficios económicos, debe considerarlo el gobierno —al igual que ocurre en otros países— como parte de la reactivación económica, para la cual son especialmente importantes las obras públicas que incentiven el empleo.

Por eso resulta conveniente nutrir con recursos la construcción de Dos Bocas, pues es vital para el país asegurar la producción de combustibles dándole a nuestro petróleo un valor agregado. Al margen de lo que pueda costar la gasolina en el exterior, incluso siendo más barata, la economía nacional resulta finalmente beneficiada. Las posiciones que solamente comparan el precio coyuntural de la gasolina producida en Texas con la que podemos fabricar nosotros, olvidan un aspecto básico de la sabiduría popular: “lo barato sale caro“.

Algunos números gruesos que empleo a manera de ejemplo —porque las fuentes no son totalmente confiables y varían considerablemente los criterios en que se basan— pueden servir para ilustrar la ventaja de contar con refinerías, incluso otras dos adicionales a la que esta en construcción. Supongamos un costo de producción del barril de petróleo en México de 12 USD, que para este ejercicio podemos seguir calculando en 20 × 1 dado que la reciente modificación del tipo de cambio no tendría por qué variar el costo en pesos. Extraer un litro de petróleo costaría $1.50. El costo de refinación se estima de modo muy variable en una proporción del 20 hasta el 80 % del valor de la materia prima. Asignémosle el 80% y digamos que generar un litro de gasolina a partir de 2 lts. de petróleo cueste $2.40, que agregados al costo de la materia prima nos daría $5.40 pesos. Supongamos que una refinería texana fuera capaz de producir el mismo litro de gasolina en 60 cts. Pero esa refinería necesariamente tuvo que pagar el insumo de crudo a un precio mayor del que nos costó producirlo. Pensemos que pagó $2 por litro de modo que hecha la conversión tenemos un costo final de $4.60 por litro de gasolina para vendérnoslo digamos en $4.90. Aparentemente ahorramos 50 cts. por litro, pero realmente la economía mexicana perdió 90 cts. en cada uno, que se fueron irremediablemente al extranjero.

Ni siquiera considerando la venta de un gran volumen de crudo a precio muy alto, resulta útil importar gasolina porque por definición cada litro de este combustible será más caro que el del petróleo que se utilizó para producirlo. México paga a EU por productos refinados de petróleo, más del doble de lo que recibe por venta de crudo.

Otra falacia usada con frecuencia para combatir la refinación en México es la de sostener que nuestras refinerías pierden dinero. Eso es absurdo dado que evidentemente las refinerías son rentables si no, no hubiera 600 en el mundo. Un negocio pierde si vende a un precio menor que el costo de producción. En México podría explicarse si la gasolina se entregaba al distribuidor, que era siempre Pemex, a un precio inferior al costo. Habría una pérdida contable en la empresa pero el Estado mexicano, que es su dueño, de todas maneras gana porque cobra un impuesto que le permite recuperar totalmente el costo de producción y obtener beneficios que se emplean para servicios y obras públicas. El llamado “subsidio” no era tal, puesto que solo consistía en trasladar parte del gravamen a cobertura de la ganancia sacrificada. En suma, la economía nacional siempre saldrá ganando si procesa su propio petróleo cualquiera que sea el costo comparativo de la refinación porque se asegura que el dinero siga circulando en México al tiempo que nos protege ante cualquier emergencia que ponga en riesgo nuestro abasto.

eduardoandrade1948@gmail.com

Refinar petróleo en México es un buen negocio porque nosotros lo producimos a un precio accesible y eso nos asegura el abastecimiento de combustible independientemente de las circunstancias externas, lo cual es muy importante cuando nos consta que las cadenas de suministro en el mundo pueden ser abruptamente interrumpidas por fenómenos que escapan al control de los criterios tecnocráticos.

Hará unos 9 años, un director de Pemex me insistía en que era absurdo producir gasolina en México cuando se podía comprar más barata en el exterior, yo argumentaba que siempre existía el peligro de no contar con el acceso al mercado y le ejemplificaba con aspectos como un posible conflicto bélico o un diferendo diplomático; no se me ocurrió que podría llegar a vivir un episodio como el actual en que una pandemia prácticamente nos paraliza de temor y muestra a cada país la necesidad de controlar la producción de bienes estratégicos, como ahora sucede con los equipos médicos.

Es increíble que algo tan evidente no quieran comprenderlo quienes se empecinan por distintos medios en denostar el proyecto de la refinería de Dos Bocas pidiendo que se abandone y el dinero se emplee en la atención de la emergencia. Esa postura es errónea, porque garantizar el abastecimiento de un insumo básico, que además genera beneficios económicos, debe considerarlo el gobierno —al igual que ocurre en otros países— como parte de la reactivación económica, para la cual son especialmente importantes las obras públicas que incentiven el empleo.

Por eso resulta conveniente nutrir con recursos la construcción de Dos Bocas, pues es vital para el país asegurar la producción de combustibles dándole a nuestro petróleo un valor agregado. Al margen de lo que pueda costar la gasolina en el exterior, incluso siendo más barata, la economía nacional resulta finalmente beneficiada. Las posiciones que solamente comparan el precio coyuntural de la gasolina producida en Texas con la que podemos fabricar nosotros, olvidan un aspecto básico de la sabiduría popular: “lo barato sale caro“.

Algunos números gruesos que empleo a manera de ejemplo —porque las fuentes no son totalmente confiables y varían considerablemente los criterios en que se basan— pueden servir para ilustrar la ventaja de contar con refinerías, incluso otras dos adicionales a la que esta en construcción. Supongamos un costo de producción del barril de petróleo en México de 12 USD, que para este ejercicio podemos seguir calculando en 20 × 1 dado que la reciente modificación del tipo de cambio no tendría por qué variar el costo en pesos. Extraer un litro de petróleo costaría $1.50. El costo de refinación se estima de modo muy variable en una proporción del 20 hasta el 80 % del valor de la materia prima. Asignémosle el 80% y digamos que generar un litro de gasolina a partir de 2 lts. de petróleo cueste $2.40, que agregados al costo de la materia prima nos daría $5.40 pesos. Supongamos que una refinería texana fuera capaz de producir el mismo litro de gasolina en 60 cts. Pero esa refinería necesariamente tuvo que pagar el insumo de crudo a un precio mayor del que nos costó producirlo. Pensemos que pagó $2 por litro de modo que hecha la conversión tenemos un costo final de $4.60 por litro de gasolina para vendérnoslo digamos en $4.90. Aparentemente ahorramos 50 cts. por litro, pero realmente la economía mexicana perdió 90 cts. en cada uno, que se fueron irremediablemente al extranjero.

Ni siquiera considerando la venta de un gran volumen de crudo a precio muy alto, resulta útil importar gasolina porque por definición cada litro de este combustible será más caro que el del petróleo que se utilizó para producirlo. México paga a EU por productos refinados de petróleo, más del doble de lo que recibe por venta de crudo.

Otra falacia usada con frecuencia para combatir la refinación en México es la de sostener que nuestras refinerías pierden dinero. Eso es absurdo dado que evidentemente las refinerías son rentables si no, no hubiera 600 en el mundo. Un negocio pierde si vende a un precio menor que el costo de producción. En México podría explicarse si la gasolina se entregaba al distribuidor, que era siempre Pemex, a un precio inferior al costo. Habría una pérdida contable en la empresa pero el Estado mexicano, que es su dueño, de todas maneras gana porque cobra un impuesto que le permite recuperar totalmente el costo de producción y obtener beneficios que se emplean para servicios y obras públicas. El llamado “subsidio” no era tal, puesto que solo consistía en trasladar parte del gravamen a cobertura de la ganancia sacrificada. En suma, la economía nacional siempre saldrá ganando si procesa su propio petróleo cualquiera que sea el costo comparativo de la refinación porque se asegura que el dinero siga circulando en México al tiempo que nos protege ante cualquier emergencia que ponga en riesgo nuestro abasto.

eduardoandrade1948@gmail.com