/ sábado 11 de diciembre de 2021

Dos candidatos y una parábola

A mediados del año 2024 los mexicanos acudirán a las urnas para elegir al sucesor del actual presidente de la república. Y, como es lógico, ya se mencionan algunos nombres. Pero todos los nombrados son de un mismo partido político: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

De modo que la disputa por el máximo cargo de elección popular no será realmente entre distintos partidos, sino entre personajes de una sola agrupación partidaria. Y hasta ahora son dos las figuras morenistas que concentran las simpatías y preferencias para alcanzar la nominación: Claudia Sheimbaum y Marcelo Ebrard.

Con toda seguridad, y como lo ha sugerido el Presidente López Obrador, la selección del candidato morenista se hará mediante una encuesta o una batería de encuestas. De manera que hasta el momento la moneda está en el aire. Y cada uno de los dos mencionados deberá esforzarse por incrementar su caudal de simpatías y preferencias ciudadanas.

Y quizás el factor principal para lograr esa mayoría ciudadana sea la certeza o garantía de continuidad del proyecto obradorista que cada uno de ellos ofrezca. Pero siendo obvio que ambos contendientes prometerán esa continuidad, también es obvio que el juicio definitivo sobre esas promesas sólo lo dictará el resultado de la encuesta o de la batería de encuestas, es decir, la valoración ciudadana.

Aunque sean factores muy importantes, la encuesta o encuestas no medirán eficacia gubernativa, simpatía personal, carisma o experiencia política. Sólo expresarán la esperanza, fe o creencia en la continuidad del proyecto obradorista.

Y no será fácil para las fuerzas políticas dominantes, como los grandes empresarios o los banqueros, influir en el ánimo ciudadano, pues han perdido la correa de transmisión que antes se los permitía: los medios de información.

En otros tiempos, una campaña en medios podía hacer crecer o desbarrancar una candidatura. Eso ahora es imposible. Ahora el fiel de la balanza será el criterio ciudadano.

Pero es cierto, desde luego, que existe una figura capaz de mover en un sentido o en otro esas preferencias. Se trata del Presidente de la República. Una señal de López Obrador sería decisiva para millones de ciudadanos indecisos o todavía indecisos. Una señal del líder. Una señal, por supuesto, indirecta, oblicua, pero suficientemente clara. Dicho en lenguaje bíblico, una parábola. Y de ahí en adelante que cada quien escoja su camino.


mentorferrer@gmail.com

A mediados del año 2024 los mexicanos acudirán a las urnas para elegir al sucesor del actual presidente de la república. Y, como es lógico, ya se mencionan algunos nombres. Pero todos los nombrados son de un mismo partido político: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

De modo que la disputa por el máximo cargo de elección popular no será realmente entre distintos partidos, sino entre personajes de una sola agrupación partidaria. Y hasta ahora son dos las figuras morenistas que concentran las simpatías y preferencias para alcanzar la nominación: Claudia Sheimbaum y Marcelo Ebrard.

Con toda seguridad, y como lo ha sugerido el Presidente López Obrador, la selección del candidato morenista se hará mediante una encuesta o una batería de encuestas. De manera que hasta el momento la moneda está en el aire. Y cada uno de los dos mencionados deberá esforzarse por incrementar su caudal de simpatías y preferencias ciudadanas.

Y quizás el factor principal para lograr esa mayoría ciudadana sea la certeza o garantía de continuidad del proyecto obradorista que cada uno de ellos ofrezca. Pero siendo obvio que ambos contendientes prometerán esa continuidad, también es obvio que el juicio definitivo sobre esas promesas sólo lo dictará el resultado de la encuesta o de la batería de encuestas, es decir, la valoración ciudadana.

Aunque sean factores muy importantes, la encuesta o encuestas no medirán eficacia gubernativa, simpatía personal, carisma o experiencia política. Sólo expresarán la esperanza, fe o creencia en la continuidad del proyecto obradorista.

Y no será fácil para las fuerzas políticas dominantes, como los grandes empresarios o los banqueros, influir en el ánimo ciudadano, pues han perdido la correa de transmisión que antes se los permitía: los medios de información.

En otros tiempos, una campaña en medios podía hacer crecer o desbarrancar una candidatura. Eso ahora es imposible. Ahora el fiel de la balanza será el criterio ciudadano.

Pero es cierto, desde luego, que existe una figura capaz de mover en un sentido o en otro esas preferencias. Se trata del Presidente de la República. Una señal de López Obrador sería decisiva para millones de ciudadanos indecisos o todavía indecisos. Una señal del líder. Una señal, por supuesto, indirecta, oblicua, pero suficientemente clara. Dicho en lenguaje bíblico, una parábola. Y de ahí en adelante que cada quien escoja su camino.


mentorferrer@gmail.com