Los descubrimientos científicos avanzan y nos permiten conocer mejor el mundo y a nosotros mismos. Esto ayuda a tener una mejor calidad de vida: la penicilina ayuda a salvar vidas humanas; lo que antes era mortal ahora no pasa de ser un inconveniente temporal. En el caso de los inventos, la máquina de vapor cambió radicalmente al mundo, y hoy, existe una tendencia a la mecanización del trabajo. En lo que respecta al ámbito de la vida más personal, ahora se entienden mejor los problemas mentales y psicológicos; por ejemplo, la depresión y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) —que años antes ni siquiera sabíamos que existían, y en la actualidad, incluso tenemos muchos recursos para solucionarlos.
En la lucha contra la inseguridad, el nuevo paradigma para combatirla ha cambiado: de fuego y sangre, a atender las causas que le dan origen. Y una de tantas es, sin lugar a dudas, el grave asunto de las adicciones, terrible flagelo social. Las drogodependencias sustentan una economía boyante y corruptora como ninguna. Se trata de un problema capaz de destruir países. Recordemos, por ejemplo, la guerra del opio, que inició cuando China —al ver el gran daño que causaba el opio en sus ciudadanos— prohibió su venta, razón por la cual Inglaterra le declaró la guerra en nombre de la libertad de comercio y ganó el derecho de asesinar con drogas a las poblaciones asiáticas de la época. Desafortunadamente, parece que la humanidad no ha avanzado mucho en este sentido. Hoy, los cárteles de la delincuencia organizada imponen su ley, y en dinámicas de baratos intercambios, corrompen y amenazan la integridad de muchos funcionarios gubernamentales.
Tal vez, hemos centrado demasiado nuestra atención en la parte más visible del conflicto: la guerra por la venta de las drogas. Es esto lo que ha obstaculizado darle la importancia que merece a las causas del problema. Una persona puede ser adicta a sustancias o a comportamientos, pero la más grave es la adicción a aquellas sustancias que producen un daño inmediato, como el cigarro, el alcohol y las drogas. A esta lista tendrán que agregarse el impacto de nuevas adicciones como el cigarro electrónico, los videojuegos, las redes sociales y otras formas de ludopatías que generan graves impactos en la vida social de muchísimos ciudadanos.
Antes, era inimaginable siquiera pensar en facilitar el acceso de drogas a la niñez; pero rápidamente, las mafias descubrieron que había que regalarlas para crear a sus próximos consumidores. Y hoy, con el avance tecnológico, tenemos además el incremento de adicciones a los videojuegos y las redes sociales. Y en esto no nos podemos permitir el lujo de engañarnos; la adicción destruye los mecanismos de defensa del cerebro, la racionalidad de las acciones y la esperanza de una vida saludable en el futuro.
En este contexto, es necesario conjuntar, de manera armónica, los esfuerzos realizados por los gobiernos de algunas entidades para hacer una Ley Federal de Prevención de las Adicciones. Creo que éste debe ser el andamiaje legal que permita reconocer el problema y generar una coordinación de instituciones y acciones a favor de la salud de los mexicanos. Ésta es una urgente medida, si consideramos el apremio de impedir que se siga atentando en contra de la salud de los menores. Es un imperativo entonces evitar de manera inmediata que las mafias creen a sus próximos consumidores. Un país libre es uno que enfrenta adecuadamente el potencial de drogodependencia de todos sus habitantes. Estamos estudiando la posibilidad de proponer una Ley general a este respecto. Estaremos trabajando en este sentido.
Diputada Federal, Coordinadora Temática de Economía del Grupo Parlamentario de Morena
