/ martes 24 de octubre de 2017

Dudas en torno a los independientes

Soy profundamente escéptico de las candidaturas independientes. Por supuesto que no las descalifico y reconozco su importancia en tanto muestra de inconformidad al actuar de los partidos y desconfianza en los gobernantes emanados de los mismos, así como mecanismos para la participación política de una sociedad a la que le urge encontrar nuevas formas de articular procesos políticos. Sin embargo, con enorme frecuencia me pregunto si los candidatos independientes son una vía de solución o un ingrediente más al ya de por sí descompuesto sistema político.

Los candidatos independientes, en teoría, surgen como expresión del hartazgo y desconfianza de los ciudadanos hacia los partidos políticos. Su característica principal tendría que ser, otra vez en teoría, la de nacer a partir de la sociedad misma y no de la depuración de militantes que los partidos tienen cada vez que se aproxima una elección. Así, personajes surgidos de movimientos sociales, grupos económicos, academia, intelectuales, medios de comunicación, entre otros, tendrían que ser, nuevamente en teoría, espacios naturales de los que surgieran estos personajes.

Sin embargo, en México la realidad no es la que la teoría dicta. Durante el proceso para el registro como candidatos independientes a la Presidencia de la República, 87 ciudadanos mexicanos solicitaron al INE ser considerados en este supuesto. Del total, 48 obtuvieron el registro y hoy se encuentran buscando cerca de 900 mil firmas que avalen su intención. De los 48, los más reconocidos por la sociedad son cuatro, tres de los cuales pertenecieron hasta hace no mucho a algún partido político -PAN, PRI y uno PRD, uno cada uno- y solo uno proviene de algún grupo de influencia -medios de comunicación-. Adicionalmente, y aunque no es conocida, una mujer representante de los pueblos y comunidades indígenas se anotó para participar -movimientos sociales-.

Por los requisitos para participar, pero sobre todo, por los requerimientos para ser un candidato competitivo, pareciera que de los 48, en el mejor de los casos solo cinco obtendrán el registro. Tres, sin embargo, carecen de la esencia de ser independientes, pues no se puede gozar de dicha característica cuando toda la estructura a partir de la cual pretenden despegar tiene su origen en un partido político. De igual forma, sus vínculos y principales aliados serán, adivinó usted, producto de las sangrías partidistas de cada seis años.

Por su parte, la candidata representante de los pueblos y comunidades indígenas podría alcanzar el registro, pero se antoja complicada su supervivencia en un sistema en el que los recursos económicos son la punta de lanza para cualquier aspiración política que pretenda ser exitosa. Por lo que hace al que formó parte de los medios de comunicación por varias décadas, es probable que su candidatura germine y sea viable con el menor vínculo hacia algún partido político.

¿Qué tan independientes son nuestros independientes? Honestamente, creo que muy poco. Por su origen en un partido político o por la falta de viabilidad en cuanto a su candidatura, mi exceso de escepticismo. En mi próxima colaboración, algunas reflexiones adicionales a los problemas que pueden significar este tipo de candidaturas.

Soy profundamente escéptico de las candidaturas independientes. Por supuesto que no las descalifico y reconozco su importancia en tanto muestra de inconformidad al actuar de los partidos y desconfianza en los gobernantes emanados de los mismos, así como mecanismos para la participación política de una sociedad a la que le urge encontrar nuevas formas de articular procesos políticos. Sin embargo, con enorme frecuencia me pregunto si los candidatos independientes son una vía de solución o un ingrediente más al ya de por sí descompuesto sistema político.

Los candidatos independientes, en teoría, surgen como expresión del hartazgo y desconfianza de los ciudadanos hacia los partidos políticos. Su característica principal tendría que ser, otra vez en teoría, la de nacer a partir de la sociedad misma y no de la depuración de militantes que los partidos tienen cada vez que se aproxima una elección. Así, personajes surgidos de movimientos sociales, grupos económicos, academia, intelectuales, medios de comunicación, entre otros, tendrían que ser, nuevamente en teoría, espacios naturales de los que surgieran estos personajes.

Sin embargo, en México la realidad no es la que la teoría dicta. Durante el proceso para el registro como candidatos independientes a la Presidencia de la República, 87 ciudadanos mexicanos solicitaron al INE ser considerados en este supuesto. Del total, 48 obtuvieron el registro y hoy se encuentran buscando cerca de 900 mil firmas que avalen su intención. De los 48, los más reconocidos por la sociedad son cuatro, tres de los cuales pertenecieron hasta hace no mucho a algún partido político -PAN, PRI y uno PRD, uno cada uno- y solo uno proviene de algún grupo de influencia -medios de comunicación-. Adicionalmente, y aunque no es conocida, una mujer representante de los pueblos y comunidades indígenas se anotó para participar -movimientos sociales-.

Por los requisitos para participar, pero sobre todo, por los requerimientos para ser un candidato competitivo, pareciera que de los 48, en el mejor de los casos solo cinco obtendrán el registro. Tres, sin embargo, carecen de la esencia de ser independientes, pues no se puede gozar de dicha característica cuando toda la estructura a partir de la cual pretenden despegar tiene su origen en un partido político. De igual forma, sus vínculos y principales aliados serán, adivinó usted, producto de las sangrías partidistas de cada seis años.

Por su parte, la candidata representante de los pueblos y comunidades indígenas podría alcanzar el registro, pero se antoja complicada su supervivencia en un sistema en el que los recursos económicos son la punta de lanza para cualquier aspiración política que pretenda ser exitosa. Por lo que hace al que formó parte de los medios de comunicación por varias décadas, es probable que su candidatura germine y sea viable con el menor vínculo hacia algún partido político.

¿Qué tan independientes son nuestros independientes? Honestamente, creo que muy poco. Por su origen en un partido político o por la falta de viabilidad en cuanto a su candidatura, mi exceso de escepticismo. En mi próxima colaboración, algunas reflexiones adicionales a los problemas que pueden significar este tipo de candidaturas.