/ martes 12 de julio de 2022

Echeverría en la historia

El fallecimiento de Luis Echeverría, quien fuera un notable Presidente de México en una época marcada por la Guerra Fría y la escisión mundial entre Norte y Sur, ha provocado una ola de improperios y juicios despiadados de un sector social desinformado, simplista y prejuiciado. Salvo personas que tienen motivos para conservar un justificado resentimiento por haber sufrido la acción de un Estado que combatía las actividades de extrema izquierda, en el ambiente de enorme presión ejercida por la CÍA y el Pentágono en el mundo entero, la mayoría de quienes opinan inducidos por un sesgo que influye con mezquindad sobre las nuevas generaciones, destilan un odio que debería avergonzarlos como seres humanos. Muchos de los que condenan el “lenguaje de odio” no tienen empacho en proferirlo desmesuradamente en contra de un prójimo ya fallecido que merece ser juzgado conforme a su tiempo y circunstancia.

Lo que aquí escribo constituye un testimonio de primera mano. Tuve el privilegio de conocer y tratar a Echeverría en su período presidencial. Fuera por un eventual sentimiento de culpa, por convicción o por necesidad política, me consta que dio enormes oportunidades a los jóvenes. Incorporó al gobierno a muchos y redujo la edad para ser legislador.

Las imputaciones que se le hicieron por la brutal represión ejercida en Tlatelolco, reactivadas décadas más tarde en un juicio que torcía deliberadamente el concepto de genocidio con fines políticos y no de justicia, significaron siempre un baldón en el balance de su vida política. No obstante, desde aquel tiempo, toda la responsabilidad por los crímenes del 68 fue asumida, como correspondía, por el entonces presidente Diaz Ordaz.

En realidad, Echeverría profesaba una inclinación de izquierda que se hizo evidente hasta que fue Presidente. Previamente la disimuló en razón de la desconfianza que despertaba en Washington cualquier político con una mínima simpatía hacia ideas socialistas, así fueran matizadas en el marco del Nacionalismo Revolucionario que caracterizaba al PRI. Aun así, buscó el equilibrio desde la campaña a la presidencia bajo el lema “Arriba y adelante” con el que pretendía rechazar el encuadramiento entre derecha e izquierda.\u0009\u0009\u0009

Don Luis era un nacionalista auténtico. Se le criticaba por ofrecer aguas frescas y antojitos en las recepciones oficiales. Pero al margen de ese simbolismo, en la práctica buscó satisfacer necesidades nacionales, populares y sociales. Se preocupó por regular la inversión extranjera. Mantuvo una política patriótica frente a acciones tan injustas como el derrocamiento del Presidente Salvador Allende impulsado por EE. UU. Durante su mandato México fue un refugio seguro para los chilenos perseguidos por Pinochet. En el juego de la Guerra Fría logró un espacio independiente, rechazando incluso alinearse con los entonces países “No alineados”. Su enfoque en la escena internacional se dirigió a impulsar los requerimientos de justicia económica a favor de las naciones pobres que se encuadraban en el concepto de Tercer Mundo. El lanzamiento de la iniciativa de suscribir una Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados en el seno la ONU, sigue siendo fuente de inspiración para quienes procuran combatir la desigualdad en el planeta. México adquirió la Zona Económica Exclusiva de 200 millas y se inició la legislación sobre asentamientos humanos.

Echeverría estaba profundamente comprometido con las responsabilidades de su cargo. Era infatigable; recuerdo que una vez me recibió en Los Pinos a las 2 de la mañana, hora a la que usualmente concluía su actividad cotidiana. Su capacidad de trabajo, hiperactividad y ejecutividad eran admirables. Tenía la energía para conducir una reunión de trabajo de doce horas consecutivas, en las que iba convocando a cuanto funcionario tuviera algo que ver con el tema a tratar y dictaba medidas para resolver o destrabar el asunto agendado, más los que surgieran sobre la marcha.

Su exitosa política de planeación familiar frenó la explosión demográfica. Incrementó el presupuesto a las universidades pública para atender la necesidad de aumentar la matrícula. Creó el Colegio de Bachilleres, apoyó los CCHs y fundó el CONACYT.

La política laboral permitió un considerable crecimiento del poder adquisitivo y vio nacer al INFONAVIT, al Fovissste, al FONACOT y la Procuraduría del Consumidor.

El turismo recibió gran atención. Cancún se fundó en su sexenio y es hoy un emporio.

Retomó la actividad agrarista y saldó deudas de reparto de tierras aún pendientes. Dio un decidido apoyo a la igualdad de la mujer y al impulso de convenciones internacionales para ese propósito. Nombró a la segunda mujer que ingresó a la SCJN e impulsó una apertura democrática tendiente a ampliar la participación en la vida política del país generando mayores espacios en el Congreso para los partidos de oposición.

Como todo estadista tuvo luces y sombras. Aquí recordé algunas de sus luces…ya habrá otros que se solacen hurgando en las sombras.

eduardoandrade1948@gmail.com

El fallecimiento de Luis Echeverría, quien fuera un notable Presidente de México en una época marcada por la Guerra Fría y la escisión mundial entre Norte y Sur, ha provocado una ola de improperios y juicios despiadados de un sector social desinformado, simplista y prejuiciado. Salvo personas que tienen motivos para conservar un justificado resentimiento por haber sufrido la acción de un Estado que combatía las actividades de extrema izquierda, en el ambiente de enorme presión ejercida por la CÍA y el Pentágono en el mundo entero, la mayoría de quienes opinan inducidos por un sesgo que influye con mezquindad sobre las nuevas generaciones, destilan un odio que debería avergonzarlos como seres humanos. Muchos de los que condenan el “lenguaje de odio” no tienen empacho en proferirlo desmesuradamente en contra de un prójimo ya fallecido que merece ser juzgado conforme a su tiempo y circunstancia.

Lo que aquí escribo constituye un testimonio de primera mano. Tuve el privilegio de conocer y tratar a Echeverría en su período presidencial. Fuera por un eventual sentimiento de culpa, por convicción o por necesidad política, me consta que dio enormes oportunidades a los jóvenes. Incorporó al gobierno a muchos y redujo la edad para ser legislador.

Las imputaciones que se le hicieron por la brutal represión ejercida en Tlatelolco, reactivadas décadas más tarde en un juicio que torcía deliberadamente el concepto de genocidio con fines políticos y no de justicia, significaron siempre un baldón en el balance de su vida política. No obstante, desde aquel tiempo, toda la responsabilidad por los crímenes del 68 fue asumida, como correspondía, por el entonces presidente Diaz Ordaz.

En realidad, Echeverría profesaba una inclinación de izquierda que se hizo evidente hasta que fue Presidente. Previamente la disimuló en razón de la desconfianza que despertaba en Washington cualquier político con una mínima simpatía hacia ideas socialistas, así fueran matizadas en el marco del Nacionalismo Revolucionario que caracterizaba al PRI. Aun así, buscó el equilibrio desde la campaña a la presidencia bajo el lema “Arriba y adelante” con el que pretendía rechazar el encuadramiento entre derecha e izquierda.\u0009\u0009\u0009

Don Luis era un nacionalista auténtico. Se le criticaba por ofrecer aguas frescas y antojitos en las recepciones oficiales. Pero al margen de ese simbolismo, en la práctica buscó satisfacer necesidades nacionales, populares y sociales. Se preocupó por regular la inversión extranjera. Mantuvo una política patriótica frente a acciones tan injustas como el derrocamiento del Presidente Salvador Allende impulsado por EE. UU. Durante su mandato México fue un refugio seguro para los chilenos perseguidos por Pinochet. En el juego de la Guerra Fría logró un espacio independiente, rechazando incluso alinearse con los entonces países “No alineados”. Su enfoque en la escena internacional se dirigió a impulsar los requerimientos de justicia económica a favor de las naciones pobres que se encuadraban en el concepto de Tercer Mundo. El lanzamiento de la iniciativa de suscribir una Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados en el seno la ONU, sigue siendo fuente de inspiración para quienes procuran combatir la desigualdad en el planeta. México adquirió la Zona Económica Exclusiva de 200 millas y se inició la legislación sobre asentamientos humanos.

Echeverría estaba profundamente comprometido con las responsabilidades de su cargo. Era infatigable; recuerdo que una vez me recibió en Los Pinos a las 2 de la mañana, hora a la que usualmente concluía su actividad cotidiana. Su capacidad de trabajo, hiperactividad y ejecutividad eran admirables. Tenía la energía para conducir una reunión de trabajo de doce horas consecutivas, en las que iba convocando a cuanto funcionario tuviera algo que ver con el tema a tratar y dictaba medidas para resolver o destrabar el asunto agendado, más los que surgieran sobre la marcha.

Su exitosa política de planeación familiar frenó la explosión demográfica. Incrementó el presupuesto a las universidades pública para atender la necesidad de aumentar la matrícula. Creó el Colegio de Bachilleres, apoyó los CCHs y fundó el CONACYT.

La política laboral permitió un considerable crecimiento del poder adquisitivo y vio nacer al INFONAVIT, al Fovissste, al FONACOT y la Procuraduría del Consumidor.

El turismo recibió gran atención. Cancún se fundó en su sexenio y es hoy un emporio.

Retomó la actividad agrarista y saldó deudas de reparto de tierras aún pendientes. Dio un decidido apoyo a la igualdad de la mujer y al impulso de convenciones internacionales para ese propósito. Nombró a la segunda mujer que ingresó a la SCJN e impulsó una apertura democrática tendiente a ampliar la participación en la vida política del país generando mayores espacios en el Congreso para los partidos de oposición.

Como todo estadista tuvo luces y sombras. Aquí recordé algunas de sus luces…ya habrá otros que se solacen hurgando en las sombras.

eduardoandrade1948@gmail.com