/ lunes 19 de octubre de 2020

Economía 4.0 | Austeridad y precarización: ¿el fruto del Covid-19?

El Covid-19 puso a prueba no solo el modelo de atención a la salud pública en cada uno de los países del orbe, al mismo tiempo está mostrando la eficacia de su estrategia y capacidad de gestión económica.

Parte del resultado de la “nueva normalidad”, de la que aún se desconoce su forma final, es el de una “nueva realidad” en donde la precarización será un componente estructural de la vida cotidiana en las sociedades que no logren fortalecer y acelerar su capacidad de crecer rápidamente.

La generación de empleo formal depende del crecimiento económico: es el único mecanismo conocido para elevar el nivel de bienestar social para la mayor parte de la población.

Aún con sus limitantes, el crecimiento económico y la inversión productiva asociada representan el camino para atenuar las consecuencias de toda recesión. Los países que no apuesten por la inversión en infraestructura y el contenido nacional que promueva la formación de empleo vivirán las consecuencias de austeridad y precarización asociadas a la “nueva realidad”.

Además, debe considerarse que el punto de partida no fue el mismo en todo el mundo. Las condiciones que el Covi-19 encontró difieren de acuerdo con la realidad social, económica, de infraestructura, de atención a la salud y hasta de visión política prevaleciente en cada país.

Las naciones que durante décadas fallaron en crear las condiciones favorables para el desarrollo productivo y social tendrán que reconstruir su economía en desventaja frente a las que ya han comenzado a crecer o las desarrolladas que cuentan con recursos financieros.

Uno de los resultados de la recesión global será un aumento en la desigualdad.

En el corto plazo, se hace evidente que las naciones del Este de Asia que cuentan con una política industrial integral han comenzado a superar la fase negativa de la recesión. Algo similar ocurre con las naciones proveedoras de insumos estratégicos para China.

Entre los meses de mayo y agosto, la actividad industrial de China y su principal zona de influencia (Vietnam, Singapur, Taiwán, Indonesia, Malasia y Australia) inició su proceso de recuperación. Algunos de ellos se mantuvieron en el terreno positivo aun en la parte más álgida de la crisis.

En Estados Unidos, Europa, Canadá y Japón la historia es diferente porque se siguen retrocediendo. En Estados Unidos y la Zona Euro hay señales que han hecho patente la lentitud con la que avanzará su proceso de recuperación.

La segunda ola de Covid-19 no es una buena noticia para Europa, el confinamiento parcial que ya se opera en algunas regiones permite anticipar que el invierno económico se mantendrá hasta los albores del 2021.

El resultado de empleo y producción industrial de septiembre en Estados Unidos muestra que la reapertura de la economía no se traduce en un crecimiento vigoroso. Sólo el gasto en construcción se mantiene como pilar de la industria norteamericana.

La señal para México es clara: el motor de crecimiento no llegará del exterior. Tampoco habrá una relocalización automática masiva de empresas. De momento, el Este de Asia tiene las condiciones más favorables.

México debe evitar el enfrentar la vertiente negativa de la “nueva realidad”, para ello es necesario contar con un programa endógeno de crecimiento y desarrollo integral. De otra manera se vivirán secuelas similares a las registradas durante la década de los años ochenta del siglo XX.



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El Covid-19 puso a prueba no solo el modelo de atención a la salud pública en cada uno de los países del orbe, al mismo tiempo está mostrando la eficacia de su estrategia y capacidad de gestión económica.

Parte del resultado de la “nueva normalidad”, de la que aún se desconoce su forma final, es el de una “nueva realidad” en donde la precarización será un componente estructural de la vida cotidiana en las sociedades que no logren fortalecer y acelerar su capacidad de crecer rápidamente.

La generación de empleo formal depende del crecimiento económico: es el único mecanismo conocido para elevar el nivel de bienestar social para la mayor parte de la población.

Aún con sus limitantes, el crecimiento económico y la inversión productiva asociada representan el camino para atenuar las consecuencias de toda recesión. Los países que no apuesten por la inversión en infraestructura y el contenido nacional que promueva la formación de empleo vivirán las consecuencias de austeridad y precarización asociadas a la “nueva realidad”.

Además, debe considerarse que el punto de partida no fue el mismo en todo el mundo. Las condiciones que el Covi-19 encontró difieren de acuerdo con la realidad social, económica, de infraestructura, de atención a la salud y hasta de visión política prevaleciente en cada país.

Las naciones que durante décadas fallaron en crear las condiciones favorables para el desarrollo productivo y social tendrán que reconstruir su economía en desventaja frente a las que ya han comenzado a crecer o las desarrolladas que cuentan con recursos financieros.

Uno de los resultados de la recesión global será un aumento en la desigualdad.

En el corto plazo, se hace evidente que las naciones del Este de Asia que cuentan con una política industrial integral han comenzado a superar la fase negativa de la recesión. Algo similar ocurre con las naciones proveedoras de insumos estratégicos para China.

Entre los meses de mayo y agosto, la actividad industrial de China y su principal zona de influencia (Vietnam, Singapur, Taiwán, Indonesia, Malasia y Australia) inició su proceso de recuperación. Algunos de ellos se mantuvieron en el terreno positivo aun en la parte más álgida de la crisis.

En Estados Unidos, Europa, Canadá y Japón la historia es diferente porque se siguen retrocediendo. En Estados Unidos y la Zona Euro hay señales que han hecho patente la lentitud con la que avanzará su proceso de recuperación.

La segunda ola de Covid-19 no es una buena noticia para Europa, el confinamiento parcial que ya se opera en algunas regiones permite anticipar que el invierno económico se mantendrá hasta los albores del 2021.

El resultado de empleo y producción industrial de septiembre en Estados Unidos muestra que la reapertura de la economía no se traduce en un crecimiento vigoroso. Sólo el gasto en construcción se mantiene como pilar de la industria norteamericana.

La señal para México es clara: el motor de crecimiento no llegará del exterior. Tampoco habrá una relocalización automática masiva de empresas. De momento, el Este de Asia tiene las condiciones más favorables.

México debe evitar el enfrentar la vertiente negativa de la “nueva realidad”, para ello es necesario contar con un programa endógeno de crecimiento y desarrollo integral. De otra manera se vivirán secuelas similares a las registradas durante la década de los años ochenta del siglo XX.



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