/ lunes 1 de junio de 2020

Economía 4.0 | Covid-19: ¿Qué México surgirá de la pandemia?

La sociedad mexicana ha vivido nueve crisis económicas en menos de cuarenta años. ¿Cuál puede ser el resultado social de tal secuencia de trances recurrentes? De igual forma ¿Cuál es la causa, igualmente recurrente, de dichas recesiones?

La respuesta a la segunda pregunta proporciona los indicios de en qué se han equivocado gobiernos que tienen su origen en un espectro tan amplio de la política mexicana: ¿cuáles son sus rasgos distintivos?

La solución a la primera pregunta es reconocer el grado de degradación y deterioro que se presenta en la convivencia social del país.

Reconocer la “Larga Marcha” de la crisis mexicana permite plantear que no se puede observar solo una parte de los saldos y las causas.

Para resolver el problema de la pobreza se requiere de una economía que crezca y de un gobierno que implemente una política económica eficaz, eficiente y con visión de Estado.

La profundidad de la precarización pone en claro la necesidad de construir acuerdos y pactos.

La única métrica válida para cuantificar el avance son los resultados: empleo, inversión, disminución de la pobreza y la informalidad, así como eliminar la corrupción y los obstáculos al desarrollo representan solamente algunas de los aspectos a considerar.

¿Por qué hacerlo? Salvo en el caso de aquellos mexicanos que tienen más de noventa años, no se puede encontrar una generación que haya sido más afectada, y de forma sistémica, como la está viviendo la novena recesión económica de los últimos cuarenta años.

Solamente en periodos de conflictos militares como los que giraron en torno a la Revolución Mexicana y al convulso siglo XIX se había presentado un ciclo recurrente de crisis con la capacidad de fracturar el desarrollo social y económico de un país que venía de vivir el conocido como “Milagro Mexicano”.

En los albores de la segunda década del siglo XXI, México sufre los estragos de una nueva recesión. Su magnitud afecta a millones de personas y a cientos de miles de empresas.

Aun las finanzas públicas viven en carne propia las afectaciones que son inherentes a una contracción económica como la que se está observando: en abril los ingresos presupuestarios del sector público cayeron (-) 19% en términos reales tanto por la reducción de los petroleros (- 73.8%) como por lo correspondiente a los no petroleros (- 7.6%).

A raíz de ello se entiende la urgencia que tiene el gobierno federal de reducir sus gastos: los ingresos han colapsado.

El problema es que el recorte presupuestal fue la estrategia aplicada en las crisis anteriores y el crecimiento económico fue el sacrificado: México conoce los resultados de no apostar por el crecimiento basado en la fortaleza nacional.

¿Se quiere un aumento de pobreza, desigualdad, quiebra de empresas, incremento de la dependencia respecto a la economía de Estados Unidos, inseguridad y corrupción?

Seguramente nadie lo desea. ¿Quién puede tener interés en un México fracturado?

La población mexicana esta agotada económica y socialmente. La falta de resultados en los últimos 40 años la desgastó: es momento de construir un nuevo futuro de prosperidad y bienestar social.

El escenario planteado por el Banco de México la semana pasada es una muestra del desafío por superar: una contracción del PIB de 8.8% y la pérdida de 1.4 millones de empleos.

Sólo con un Acuerdo Nacional se podrá evitar lo ocurrido en los últimos 40 años.


Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico


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Omny

La sociedad mexicana ha vivido nueve crisis económicas en menos de cuarenta años. ¿Cuál puede ser el resultado social de tal secuencia de trances recurrentes? De igual forma ¿Cuál es la causa, igualmente recurrente, de dichas recesiones?

La respuesta a la segunda pregunta proporciona los indicios de en qué se han equivocado gobiernos que tienen su origen en un espectro tan amplio de la política mexicana: ¿cuáles son sus rasgos distintivos?

La solución a la primera pregunta es reconocer el grado de degradación y deterioro que se presenta en la convivencia social del país.

Reconocer la “Larga Marcha” de la crisis mexicana permite plantear que no se puede observar solo una parte de los saldos y las causas.

Para resolver el problema de la pobreza se requiere de una economía que crezca y de un gobierno que implemente una política económica eficaz, eficiente y con visión de Estado.

La profundidad de la precarización pone en claro la necesidad de construir acuerdos y pactos.

La única métrica válida para cuantificar el avance son los resultados: empleo, inversión, disminución de la pobreza y la informalidad, así como eliminar la corrupción y los obstáculos al desarrollo representan solamente algunas de los aspectos a considerar.

¿Por qué hacerlo? Salvo en el caso de aquellos mexicanos que tienen más de noventa años, no se puede encontrar una generación que haya sido más afectada, y de forma sistémica, como la está viviendo la novena recesión económica de los últimos cuarenta años.

Solamente en periodos de conflictos militares como los que giraron en torno a la Revolución Mexicana y al convulso siglo XIX se había presentado un ciclo recurrente de crisis con la capacidad de fracturar el desarrollo social y económico de un país que venía de vivir el conocido como “Milagro Mexicano”.

En los albores de la segunda década del siglo XXI, México sufre los estragos de una nueva recesión. Su magnitud afecta a millones de personas y a cientos de miles de empresas.

Aun las finanzas públicas viven en carne propia las afectaciones que son inherentes a una contracción económica como la que se está observando: en abril los ingresos presupuestarios del sector público cayeron (-) 19% en términos reales tanto por la reducción de los petroleros (- 73.8%) como por lo correspondiente a los no petroleros (- 7.6%).

A raíz de ello se entiende la urgencia que tiene el gobierno federal de reducir sus gastos: los ingresos han colapsado.

El problema es que el recorte presupuestal fue la estrategia aplicada en las crisis anteriores y el crecimiento económico fue el sacrificado: México conoce los resultados de no apostar por el crecimiento basado en la fortaleza nacional.

¿Se quiere un aumento de pobreza, desigualdad, quiebra de empresas, incremento de la dependencia respecto a la economía de Estados Unidos, inseguridad y corrupción?

Seguramente nadie lo desea. ¿Quién puede tener interés en un México fracturado?

La población mexicana esta agotada económica y socialmente. La falta de resultados en los últimos 40 años la desgastó: es momento de construir un nuevo futuro de prosperidad y bienestar social.

El escenario planteado por el Banco de México la semana pasada es una muestra del desafío por superar: una contracción del PIB de 8.8% y la pérdida de 1.4 millones de empleos.

Sólo con un Acuerdo Nacional se podrá evitar lo ocurrido en los últimos 40 años.


Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico


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