/ lunes 6 de abril de 2020

Economía 4.0 | ¿Crisis o desarrollo? la decisión del Presidente

¿Para qué se quiere gobernar a México? ¿Cuál es el objetivo de dirigir el destino de México?

El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene la oportunidad de gestar una respuesta distinta a la gestada en la historia reciente del país.

Al momento de escribir esta columna se desconoce la profundidad del mensaje emitido el día de ayer por la tarde, sólo cabe esperar que haya sido convocando a la Unidad Nacional y en favor de un acuerdo que permita enfrentar lo que el mundo ha catalogado como la mayor crisis económica en 100 años.

Se debe ser muy claro: en el terreno de salud México va a superar el problema generado por el Covid-19. La acción preventiva y solidaria de la sociedad se anticipó a las medidas de contención que en su momento emitió el sector público. Algo positivo para disminuir el contagio.

Ahora resta ver la capacidad de gobernación y del gabinete económico para enfrentar las consecuencias socioeconómicas derivadas del Covid-19.

Esa afectación llegará a millones de mexicanos, por ello era necesaria una convocatoria a la Unidad Nacional. Los recursos del sector público son limitados: requiere de la cooperación ciudadana y del sector privado para salir adelante.

En este punto es en donde el presidente López Obrador debe marcar una diferencia: es fundamental privilegiar el diálogo y hacer a un lado la separación ideológica que por momentos ha dominado la palestra.

La visión de lucha de clases no ha generado resultados exitosos en ningún país desarrollado del mundo. Aun China tuvo que reconocer la relevancia del sector privado para acelerar su crecimiento y desarrollo.

En este momento se debe cuidar el empleo de millones de trabajadores y el bienestar de sus familias. El único mecanismo para lograrlo es mantener vivas a todas las empresas en México.

Las de tamaño micro dan trabajo han sido la válvula de escape ante las crisis que se han vivido en cinco décadas. Las grandes son el motor del crecimiento y desarrollo a través del empleo formal bien remunerado que han creado.

La pequeñas y medianas son el tejido que da consistencia socioeconómica a México.

¿Hay cosas por mejorar? Sin lugar a duda pobreza e informalidad, por ejemplo.

¿El detalle?: la mayor parte de los problemas que enfrentamos son el resultado de los reiterados errores de la política económica cometidos en lustros.

Por ello, el presidente López Obrador debe superar la inercia de la visión separatista que ha prevalecido en décadas. Movimientos armados, manifestaciones ciudadanas, luchas sindicales y paros estudiantiles sacudieron a la sociedad que se gestó después de la Revolución Mexicana.

¿La razón? Como lo señaló Daniel Cosío Villegas: los revolucionarios no estuvieron a la altura del momento histórico que los llevó al poder. Nunca tuvieron un proyecto de nación verdaderamente integral capaz de incluir la necesidades, aspiraciones e intereses de una sociedad heterogénea.

Tampoco se gestó una administración pública eficaz y profesional que trascendiera a los ciclos políticos: se premió a los adeptos no a los aptos como Alfonso Zarate ha señalado.

Ninguna de las administraciones de los últimos 50 años logró cumplir el sueño de un país desarrollado que se había perfilado durante el periodo conocido como el “Desarrollo Estabilizador”.

Crisis recurrentes son el resumen tanto del Estado interventor de los años setenta como de la apertura comercial indiscriminada dictada por los organismos internacionales al final del siglo XX.

El presidente López Obrador tiene la oportunidad de dar vuelta a esa página de la historia. ¿Lo hará?

¿Para qué se quiere gobernar a México? ¿Cuál es el objetivo de dirigir el destino de México?

El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene la oportunidad de gestar una respuesta distinta a la gestada en la historia reciente del país.

Al momento de escribir esta columna se desconoce la profundidad del mensaje emitido el día de ayer por la tarde, sólo cabe esperar que haya sido convocando a la Unidad Nacional y en favor de un acuerdo que permita enfrentar lo que el mundo ha catalogado como la mayor crisis económica en 100 años.

Se debe ser muy claro: en el terreno de salud México va a superar el problema generado por el Covid-19. La acción preventiva y solidaria de la sociedad se anticipó a las medidas de contención que en su momento emitió el sector público. Algo positivo para disminuir el contagio.

Ahora resta ver la capacidad de gobernación y del gabinete económico para enfrentar las consecuencias socioeconómicas derivadas del Covid-19.

Esa afectación llegará a millones de mexicanos, por ello era necesaria una convocatoria a la Unidad Nacional. Los recursos del sector público son limitados: requiere de la cooperación ciudadana y del sector privado para salir adelante.

En este punto es en donde el presidente López Obrador debe marcar una diferencia: es fundamental privilegiar el diálogo y hacer a un lado la separación ideológica que por momentos ha dominado la palestra.

La visión de lucha de clases no ha generado resultados exitosos en ningún país desarrollado del mundo. Aun China tuvo que reconocer la relevancia del sector privado para acelerar su crecimiento y desarrollo.

En este momento se debe cuidar el empleo de millones de trabajadores y el bienestar de sus familias. El único mecanismo para lograrlo es mantener vivas a todas las empresas en México.

Las de tamaño micro dan trabajo han sido la válvula de escape ante las crisis que se han vivido en cinco décadas. Las grandes son el motor del crecimiento y desarrollo a través del empleo formal bien remunerado que han creado.

La pequeñas y medianas son el tejido que da consistencia socioeconómica a México.

¿Hay cosas por mejorar? Sin lugar a duda pobreza e informalidad, por ejemplo.

¿El detalle?: la mayor parte de los problemas que enfrentamos son el resultado de los reiterados errores de la política económica cometidos en lustros.

Por ello, el presidente López Obrador debe superar la inercia de la visión separatista que ha prevalecido en décadas. Movimientos armados, manifestaciones ciudadanas, luchas sindicales y paros estudiantiles sacudieron a la sociedad que se gestó después de la Revolución Mexicana.

¿La razón? Como lo señaló Daniel Cosío Villegas: los revolucionarios no estuvieron a la altura del momento histórico que los llevó al poder. Nunca tuvieron un proyecto de nación verdaderamente integral capaz de incluir la necesidades, aspiraciones e intereses de una sociedad heterogénea.

Tampoco se gestó una administración pública eficaz y profesional que trascendiera a los ciclos políticos: se premió a los adeptos no a los aptos como Alfonso Zarate ha señalado.

Ninguna de las administraciones de los últimos 50 años logró cumplir el sueño de un país desarrollado que se había perfilado durante el periodo conocido como el “Desarrollo Estabilizador”.

Crisis recurrentes son el resumen tanto del Estado interventor de los años setenta como de la apertura comercial indiscriminada dictada por los organismos internacionales al final del siglo XX.

El presidente López Obrador tiene la oportunidad de dar vuelta a esa página de la historia. ¿Lo hará?