/ lunes 18 de abril de 2022

Economía 4.0 | El fin de la ilusión del libre comercio y la paz

La semana pasada el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, publicó un artículo que muestra el cambio de época que se está gestando en el mundo.

“Comercio y Paz: la Gran Ilusión” fue el título que Krugman le dio a una reflexión que refleja el cambio de enfoque existente en Estados Unidos: la lógica de la apertura comercial no puede superar a los intereses relacionados con la seguridad nacional.

Durante las últimas décadas se tuvo el supuesto de que la integración económica permitiría alcanzar mayor estabilidad global. Se suponía que los intereses comerciales terminarían imponiéndose sobre los derivados de una visión de Estado.

La decisión de invadir Ucrania por parte de Vladimir Putin y la postura de China muestran que no es así.

La globalización instrumentada en los últimos 40 años fue encabezada por las grandes empresas trasnacionales de Estados Unidos y Europa, estuvo fundamentada en intereses particulares, aunque fue instrumentada por sus gobiernos.

El beneficio para las naciones desarrolladas se encontró en las ganancias que obtuvieron al instalar plantas maquiladoras en terceros países. Los derechos de propiedad asociados a patentes, y propiedad monopólica y oligopólica que ello implica. quedaron salvaguardados por los acuerdos comerciales.

Para países como México, el beneficio fue el de contar con grandes flujos de inversión extranjera en algunos sectores, como el automotriz, la electrónica, fabricación de equipo de cómputo, equipo eléctrico, maquinaria y equipo. La innovación tecnológica endógena cedió su paso a la importación de insumos intermedios.

El supuesto de que el comercio internacional en realidad incubó lo que hoy es evidente: el modelo neoliberal de apertura comercial no tiene la capacidad de generar equidad, ni al interior de los países ni entre ellos.

Las naciones que superaron el problema fueron las que utilizaron el mecanismo del comercio para desarrollar a sus empresas: aplicaron una política industrial que tenía como columna vertebral al interés nacional. La máxima expresión de su éxito es China.

Rusia llegó tarde a la cita con esa parte de la historia: el derrumbe de la URSS en 1991 dio paso a un caos económico que no pudo superar hasta inicios del siglo XXI, cuando la inversión ya había fluido al Este de Asia y a algunos países de América Latina.

Además, la Rusia de Vladimir Putin nunca renunció a ser el jugador geopolítico que se constituyó desde la época de los zares y fincó su desarrollo en alianzas con su poderosa oligarquía que a su vez estaba basada en su riqueza energética, mineral y de producción de algunos alimentos.

La sombra de su pasado comunista y la falta de una estrategia de desarrollo industrial limitaron la llegada de inversiones por mayor cuantía. Al final el PIB de Rusia esta más cerca del mexicano (California en Estados Unidos lo duplica).

No obstante, durante los últimos 20 años el resto de Europa siguió en la luna de miel del libre comercio y su falsa promesa de paz: se hicieron dependientes del gas, petróleo, trigo y minerales rusos. Ello les puede costar una nueva recesión.

En este sentido, la alerta de Krugman es clara: Putin ha privilegiado los intereses geopolíticos de su país y dejo en un lugar secundario la lógica del comercio internacional. No es la primera señal, Donald Trump ya había señalado la obsolescencia de la OMC, algo refrendado por el gobierno de Biden.

México debe tener en consideración lo anterior para diseñar una estrategia adecuada en su relación con Estados Unidos: el bloqueo al paso de camiones mexicanos en Texas es la tercera señal de que las cosas han cambiado.

La semana pasada el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, publicó un artículo que muestra el cambio de época que se está gestando en el mundo.

“Comercio y Paz: la Gran Ilusión” fue el título que Krugman le dio a una reflexión que refleja el cambio de enfoque existente en Estados Unidos: la lógica de la apertura comercial no puede superar a los intereses relacionados con la seguridad nacional.

Durante las últimas décadas se tuvo el supuesto de que la integración económica permitiría alcanzar mayor estabilidad global. Se suponía que los intereses comerciales terminarían imponiéndose sobre los derivados de una visión de Estado.

La decisión de invadir Ucrania por parte de Vladimir Putin y la postura de China muestran que no es así.

La globalización instrumentada en los últimos 40 años fue encabezada por las grandes empresas trasnacionales de Estados Unidos y Europa, estuvo fundamentada en intereses particulares, aunque fue instrumentada por sus gobiernos.

El beneficio para las naciones desarrolladas se encontró en las ganancias que obtuvieron al instalar plantas maquiladoras en terceros países. Los derechos de propiedad asociados a patentes, y propiedad monopólica y oligopólica que ello implica. quedaron salvaguardados por los acuerdos comerciales.

Para países como México, el beneficio fue el de contar con grandes flujos de inversión extranjera en algunos sectores, como el automotriz, la electrónica, fabricación de equipo de cómputo, equipo eléctrico, maquinaria y equipo. La innovación tecnológica endógena cedió su paso a la importación de insumos intermedios.

El supuesto de que el comercio internacional en realidad incubó lo que hoy es evidente: el modelo neoliberal de apertura comercial no tiene la capacidad de generar equidad, ni al interior de los países ni entre ellos.

Las naciones que superaron el problema fueron las que utilizaron el mecanismo del comercio para desarrollar a sus empresas: aplicaron una política industrial que tenía como columna vertebral al interés nacional. La máxima expresión de su éxito es China.

Rusia llegó tarde a la cita con esa parte de la historia: el derrumbe de la URSS en 1991 dio paso a un caos económico que no pudo superar hasta inicios del siglo XXI, cuando la inversión ya había fluido al Este de Asia y a algunos países de América Latina.

Además, la Rusia de Vladimir Putin nunca renunció a ser el jugador geopolítico que se constituyó desde la época de los zares y fincó su desarrollo en alianzas con su poderosa oligarquía que a su vez estaba basada en su riqueza energética, mineral y de producción de algunos alimentos.

La sombra de su pasado comunista y la falta de una estrategia de desarrollo industrial limitaron la llegada de inversiones por mayor cuantía. Al final el PIB de Rusia esta más cerca del mexicano (California en Estados Unidos lo duplica).

No obstante, durante los últimos 20 años el resto de Europa siguió en la luna de miel del libre comercio y su falsa promesa de paz: se hicieron dependientes del gas, petróleo, trigo y minerales rusos. Ello les puede costar una nueva recesión.

En este sentido, la alerta de Krugman es clara: Putin ha privilegiado los intereses geopolíticos de su país y dejo en un lugar secundario la lógica del comercio internacional. No es la primera señal, Donald Trump ya había señalado la obsolescencia de la OMC, algo refrendado por el gobierno de Biden.

México debe tener en consideración lo anterior para diseñar una estrategia adecuada en su relación con Estados Unidos: el bloqueo al paso de camiones mexicanos en Texas es la tercera señal de que las cosas han cambiado.