/ lunes 3 de enero de 2022

Economía 4.0 | Feliz Año Nuevo para un viejo modelo económico

La aparición y vigencia del COVID-19 representó un cambio estructural mundial; pretender enfrentar la nueva realidad con instrumentos de política económica diseñados el siglo pasado no es lo más adecuado.

A diferencia de otros momentos, las naciones siguen diferentes alternativas para enfrentar la pandemia, no hay un plan global para reconstruir el tejido económico dañado por la crisis del 2020.

La consecuencia será la conformación de una nueva realidad en donde el interés nacional regulará a la globalización que se diseñó el siglo XX y en donde China es la única nación que tiene un plan para alinear al mundo a su visión.

La presión del COVID también regulará los cambios: las naciones desarrolladas han puesto al interés nacional como prioridad y asignan recursos millonarios para evitar un mayor colapso de su sociedad, sistema de salud y economía.

El desafío no es menor, durante la última semana se han presentado más de un millón de contagios diarios por COVID en el orbe. En Estados Unidos, el principal socio económico de México, se llegaron a contabilizar casi medio millón por día, cifra que fue acompañada por más de 100 mil en Francia, España o Italia. En Canadá el avance de la pandemia implicó el confinamiento de Quebec, una de sus principales ciudades.

La pandemia afecta cada vez a más personas y los países desarrollados no la subestiman, aunque difieren en cómo enfrentarla. En Estados Unidos confían en que la vacunación limitará los decesos y las hospitalizaciones masivas, aunque no los contagios. La aparición del ómicron muestra los límites de su estrategia: la enfermedad se expande y sus secuelas cobrarán la factura en el futuro.

En Europa se busca minimizar los contagios a través límites a la movilidad social y actividad económica.

Una tercera vía es la utilizada por países como China, Corea del Sur, Vietnam o Japón: mayor eficacia en la combinación de vacunación, estrategia de monitoreo tecnológico avanzado, educación cívica, disciplina y un sistema de salud de alta calidad. El Estado asumió la responsabilidad de contener la pandemia sin dañar su economía, se busca garantizar que el sistema productivo, social y de salud se mantendrá en plena capacidad.

América Latina y África se mantienen a la zaga, a la espera de la solidaridad de los países más desarrollados; tan sólo China ha enviado más de 2 mil millones de vacunas al mundo, en tanto que las farmacéuticas de Estados Unidos y Europa se han encargado de suministrar el resto.

El 2022 mostrará las consecuencias del avance del COVID-19, la más importante será sobre las decisiones que tomarán gobiernos y empresas: sus alianzas e inversiones futuras serán definidas por el avance de la pandemia.

México deberá atender la nueva agenda internacional al mismo tiempo que resuelve sus desequilibrios internos: el país no se beneficia de la recuperación económica de Estados Unidos, por la lógica estadounidense de favorecer lo hecho en su territorio.

El nuevo contexto internacional convivirá con la desaparición de 400 mil empresas nacionales, presión inflacionaria, COVID y la inercia de un modelo económico cuya lógica de privilegiar el equilibrio en las finanzas públicas fue concebido durante el siglo XX y la cual implicó el sacrificio de la inversión de gobierno y la política industrial. Dicha estrategia ya no se encuentra vigente ven el mundo.

Lograr un crecimiento superior al 2.5% requiere una estrategia de colaboración público-privada y desarrollo industrial, de otra forma el resultado será similar al observado durante los últimos 30 años.

La aparición y vigencia del COVID-19 representó un cambio estructural mundial; pretender enfrentar la nueva realidad con instrumentos de política económica diseñados el siglo pasado no es lo más adecuado.

A diferencia de otros momentos, las naciones siguen diferentes alternativas para enfrentar la pandemia, no hay un plan global para reconstruir el tejido económico dañado por la crisis del 2020.

La consecuencia será la conformación de una nueva realidad en donde el interés nacional regulará a la globalización que se diseñó el siglo XX y en donde China es la única nación que tiene un plan para alinear al mundo a su visión.

La presión del COVID también regulará los cambios: las naciones desarrolladas han puesto al interés nacional como prioridad y asignan recursos millonarios para evitar un mayor colapso de su sociedad, sistema de salud y economía.

El desafío no es menor, durante la última semana se han presentado más de un millón de contagios diarios por COVID en el orbe. En Estados Unidos, el principal socio económico de México, se llegaron a contabilizar casi medio millón por día, cifra que fue acompañada por más de 100 mil en Francia, España o Italia. En Canadá el avance de la pandemia implicó el confinamiento de Quebec, una de sus principales ciudades.

La pandemia afecta cada vez a más personas y los países desarrollados no la subestiman, aunque difieren en cómo enfrentarla. En Estados Unidos confían en que la vacunación limitará los decesos y las hospitalizaciones masivas, aunque no los contagios. La aparición del ómicron muestra los límites de su estrategia: la enfermedad se expande y sus secuelas cobrarán la factura en el futuro.

En Europa se busca minimizar los contagios a través límites a la movilidad social y actividad económica.

Una tercera vía es la utilizada por países como China, Corea del Sur, Vietnam o Japón: mayor eficacia en la combinación de vacunación, estrategia de monitoreo tecnológico avanzado, educación cívica, disciplina y un sistema de salud de alta calidad. El Estado asumió la responsabilidad de contener la pandemia sin dañar su economía, se busca garantizar que el sistema productivo, social y de salud se mantendrá en plena capacidad.

América Latina y África se mantienen a la zaga, a la espera de la solidaridad de los países más desarrollados; tan sólo China ha enviado más de 2 mil millones de vacunas al mundo, en tanto que las farmacéuticas de Estados Unidos y Europa se han encargado de suministrar el resto.

El 2022 mostrará las consecuencias del avance del COVID-19, la más importante será sobre las decisiones que tomarán gobiernos y empresas: sus alianzas e inversiones futuras serán definidas por el avance de la pandemia.

México deberá atender la nueva agenda internacional al mismo tiempo que resuelve sus desequilibrios internos: el país no se beneficia de la recuperación económica de Estados Unidos, por la lógica estadounidense de favorecer lo hecho en su territorio.

El nuevo contexto internacional convivirá con la desaparición de 400 mil empresas nacionales, presión inflacionaria, COVID y la inercia de un modelo económico cuya lógica de privilegiar el equilibrio en las finanzas públicas fue concebido durante el siglo XX y la cual implicó el sacrificio de la inversión de gobierno y la política industrial. Dicha estrategia ya no se encuentra vigente ven el mundo.

Lograr un crecimiento superior al 2.5% requiere una estrategia de colaboración público-privada y desarrollo industrial, de otra forma el resultado será similar al observado durante los últimos 30 años.