/ lunes 24 de agosto de 2020

Economía 4.0 | Fuentes y partes integrantes de la crisis mexicana

La economía mexicana requiere un programa de reactivación debe ir más allá de la reapertura de las actividades productivas.

La nueva normalidad global y nacional tiene implícito un profundo cambio estructural para el que México no se encuentra preparado y en donde el primer obstáculo a superar es el vórtice de fragmentación y polarización política, económica y social en la que el país se ha desarrollado desde su fundación.

México debe aprender a dialogar y generar consensos, y lo tendrá que hacer rápidamente si no desea que lo efectos de la recesión se extiendan más allá de la coyuntura.

El mejor ejemplo de las consecuencias de no resolver correctamente los problemas generados por una crisis se encuentra en la década de los años ochenta del siglo XX: se perdió el futuro del país, se hipotecó el crecimiento y desarrollo económico. Hoy se viven las consecuencias.

Por ello se requiere de un Diálogo Nacional: se deben generar consensos entre puntos de vista y posiciones con origen divergente. El presente y futuro que acechan a la sociedad mexicana requieren de un esfuerzo conjunto para conformar una Agenda Mínima que permita reconstruir a una nación que tiene los recursos, pero en donde aún hace falta alinearlos para enfrentar una nueva realidad que no estaba contemplada hace tan solo ocho meses.

La magnitud del reto se puede dimensionar por la diversidad de factores que en este momento convergen sobre el país: un rezago socioeconómico y productivo endógeno estructural, una recesión local que fue exacerbada a niveles históricos por la presencia del Covid-19, el propio avance del problema de salud pública, un problema que tendrá una solución definitiva hasta que se encuentren la vacuna y el tratamiento adecuado.

A ello se debe agregar la existencia del T-MEC: representa el paso del libre comercio hacia un esquema de vinculación administrada por los intereses de Estados Unidos.

Además, el funcionamiento del T-MEC se encuentra en un compás de espera definido por un elemento básico: ¿quién ganará la elección presidencial en Estados Unidos? De ello depende cómo se utilizarán los elementos de comercio administrado establecidos en el tratado.

Se conoce la perspectiva del presidente Trump, pero: ¿cuál será la agenda de Joseph Biden al respecto? Son públicas tanto su postura de recuperar el liderazgo internacional y la oposición que Kamala Harris, su compañera de fórmula, tuvo al T-MEC. México no debe subestimar el escenario que se configura.

Algo similar ocurre con la disputa entre Estados Unidos y China. Al igual que con el T-MEC, la dirección e intensidad de la confrontación dependerán del resultado electoral. México no debería asumir que las empresas trasnacionales se trasladarán al país desde el Este de Asia. La información de inversión extranjera directa muestra que eso no está ocurriendo.

Por su parte China ha hecho el trabajo: controló el avance del Covid-19 y tiene tres meses de sólido crecimiento, está lista y lleva ventaja para defender su posición global.

Otro cambio estructural que México enfrenta se encuentra definido por la Cuarta Transformación: el objetivo del gobierno de modificar la estructura social, económica y política nacional ya implicaban un paréntesis al proceso de inversión, crecimiento y generación de empleo.

Sin lugar a duda que México no podrá enfrentar una agenda como la descrita sin un programa integral y de largo plazo, la nueva realidad lo impone.

Los acuerdos son necesarios para hacerlo funcional, el costo de no concretarlos puede ser similar a lo que se vivió hace 40 años.


Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

La economía mexicana requiere un programa de reactivación debe ir más allá de la reapertura de las actividades productivas.

La nueva normalidad global y nacional tiene implícito un profundo cambio estructural para el que México no se encuentra preparado y en donde el primer obstáculo a superar es el vórtice de fragmentación y polarización política, económica y social en la que el país se ha desarrollado desde su fundación.

México debe aprender a dialogar y generar consensos, y lo tendrá que hacer rápidamente si no desea que lo efectos de la recesión se extiendan más allá de la coyuntura.

El mejor ejemplo de las consecuencias de no resolver correctamente los problemas generados por una crisis se encuentra en la década de los años ochenta del siglo XX: se perdió el futuro del país, se hipotecó el crecimiento y desarrollo económico. Hoy se viven las consecuencias.

Por ello se requiere de un Diálogo Nacional: se deben generar consensos entre puntos de vista y posiciones con origen divergente. El presente y futuro que acechan a la sociedad mexicana requieren de un esfuerzo conjunto para conformar una Agenda Mínima que permita reconstruir a una nación que tiene los recursos, pero en donde aún hace falta alinearlos para enfrentar una nueva realidad que no estaba contemplada hace tan solo ocho meses.

La magnitud del reto se puede dimensionar por la diversidad de factores que en este momento convergen sobre el país: un rezago socioeconómico y productivo endógeno estructural, una recesión local que fue exacerbada a niveles históricos por la presencia del Covid-19, el propio avance del problema de salud pública, un problema que tendrá una solución definitiva hasta que se encuentren la vacuna y el tratamiento adecuado.

A ello se debe agregar la existencia del T-MEC: representa el paso del libre comercio hacia un esquema de vinculación administrada por los intereses de Estados Unidos.

Además, el funcionamiento del T-MEC se encuentra en un compás de espera definido por un elemento básico: ¿quién ganará la elección presidencial en Estados Unidos? De ello depende cómo se utilizarán los elementos de comercio administrado establecidos en el tratado.

Se conoce la perspectiva del presidente Trump, pero: ¿cuál será la agenda de Joseph Biden al respecto? Son públicas tanto su postura de recuperar el liderazgo internacional y la oposición que Kamala Harris, su compañera de fórmula, tuvo al T-MEC. México no debe subestimar el escenario que se configura.

Algo similar ocurre con la disputa entre Estados Unidos y China. Al igual que con el T-MEC, la dirección e intensidad de la confrontación dependerán del resultado electoral. México no debería asumir que las empresas trasnacionales se trasladarán al país desde el Este de Asia. La información de inversión extranjera directa muestra que eso no está ocurriendo.

Por su parte China ha hecho el trabajo: controló el avance del Covid-19 y tiene tres meses de sólido crecimiento, está lista y lleva ventaja para defender su posición global.

Otro cambio estructural que México enfrenta se encuentra definido por la Cuarta Transformación: el objetivo del gobierno de modificar la estructura social, económica y política nacional ya implicaban un paréntesis al proceso de inversión, crecimiento y generación de empleo.

Sin lugar a duda que México no podrá enfrentar una agenda como la descrita sin un programa integral y de largo plazo, la nueva realidad lo impone.

Los acuerdos son necesarios para hacerlo funcional, el costo de no concretarlos puede ser similar a lo que se vivió hace 40 años.


Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico