/ lunes 13 de abril de 2020

Economía 4.0 | México: el país de las permanentes crisis transitorias

México vive un hecho económico que solamente había ocurrido en un par de ocasiones durante los últimos cuarenta años: la caída de su PIB en dos años consecutivos.

La primera fue en 1982 y 1983: retrocedió (-) 0.01% y (-) 4.4% respectivamente. La segunda en 2001 y 2002: (-) 0.4% y (-) 0.04%.

Para encontrar otra situación similar habrá que remontarse hasta 1929 y 1930: la Gran Depresión. Las contracciones fueron (-) 3.7% y (-) 6.7%.

En 2020, lamentablemente, la nación volverá a enfrentar las consecuencias de una recesión que se extenderá por el coronavirus.

Será la novena caída del PIB en menos de cuatro décadas, una situación no vista desde 1932.

Las caídas suscitadas en los albores de los años ochenta del siglo XX fueron producto del colapso de un modelo político, social y económico que no logró aprovechar la herencia del Desarrollo Estabilizador. Se privilegió la confrontación con jóvenes, sindicatos y el sector privado.

En lugar de generar un proceso incluyente, los gobiernos de la década previa se involucraron en férreas disputas, censura y represión.

Junto con la corrupción y la falta de eficacia en la gestión pública, la división terminó con el mayor periodo de expansión de la economía mexicana. Ahí acabó el Sueño Mexicano: se hipotecó el futuro.

El ascenso al poder político de la clase neoliberal marcó una nueva negación de la herencia positiva del Desarrollo Estabilizador: se destruyó a las instituciones que permitieron crecer 6% por 20 años.

Se pretendió construir un país en función de la ilusión del libre mercado y apertura económica importada: se provocó la quiebra de miles de empresas mexicanas y la precarización del mercado laboral. ¿Resultado?: pobreza y bajo crecimiento.

La solución importada del modelo globalizador chocó con la ausencia de un proyecto de desarrollo industrial nacional. Lo Hecho en México perdió frente a lo Maquilado en México.

El modelo neoliberal gestó sus propias crisis: 1995, 2001, 2002 y 2009 sintetizan recesiones que causaron un profundo daño al tejido social y productivo.

La factura política de esa etapa fue cobrada en 2018, por ello nació la Cuarta Transformación.

La cansada sociedad mexicana, más allá de su división ideológica, votó por una transición al desarrollo.

Nadie puede negar la validez de los objetivos sociales de la 4T, pero la recesión y la ausencia de un modelo económico que procuren Unidad Nacional exacerbarán los desequilibrios preexistentes.

La lección histórica es contundente: los gobiernos de las décadas citadas del siglo XX intentaron hacer cambios sin alianzas con el sector privado nacional o destruyendo las instituciones que heredaron.

El resultado es conocido: mayor polarización y menor progreso.

En los albores del 2020 debe plantearse por qué no se ha logrado reencontrar una fórmula de crecimiento, desarrollo y prosperidad que trascienda a los ciclos políticos.

Se han tenido tres gobiernos de distinto signo partidista e ideología, ¿los resultados?: crisis económicas transitorias pero recurrentes. ¿Qué tienen en común?

México es conocido como un país fraterno, amistoso y solidario ¿Por qué no existe una visión de Estado que multiplique lo mismo hacia el interior más allá de eventos como sismos u otros cataclismos?

La 4T va iniciando, aún tiene la oportunidad de no cometer los errores que propiciaron el fracaso de otros gobiernos y que profundizaron la dependencia de México.