El avance del Ómicron muestra que la pandemia no ha terminado, ha tomado otra forma probablemente menos letal pero no por ello menos peligrosa.
Después de la tregua navideña las familias mexicanas están enfrentando una nueva ola de contagios que pone a prueba su salud, economía y bienestar.
Durante algunos meses lo que se vivió fue el ojo de la tormenta, una calma que precedía a lo que se ha denominado como la cuarta ola de contagios pero que en algún momento se asumió como el fin de la pandemia.
Los 250,000 contagios acumulados durante la última semana han puesto a prueba la capacidad económica de las familias que no tienen acceso al sistema de salud pública y lo hacen en un momento de alta inflación, bajo crecimiento económico y después de los gastos realizados durante las fiestas navideñas.
Si bien la letalidad, aparentemente, de la nueva cepa del COVID-19 es menor, ello no exime a la sociedad mexicana de enfrentar los gastos que la atención a su salud implica.
Al mismo tiempo la nueva ola de contagios tiene un efecto adverso sobre la economía. De acuerdo con la perspectiva del IMSS, se prevé un incremento en las incapacidades solicitadas por los trabajadores por el contagio que se vive.
Por su parte empresas vinculadas con el comercio, restaurantes, hotelería y servicios profesionales comienzan a registrar una menor afluencia, básicamente porque las personas están limitando su desplazamiento. Las primeras cifras de movilidad en distintos medios de transporte urbano en la Ciudad de México confirman una menor ocupación.
En la práctica todo ello implica el contagio que el COVID-19 está provocando sobre la economía mexicana: es equivalente a un cierre parcial de actividades que no son necesarias para la vida diaria.
Si bien se puede estimar que el impacto económico será menor al registrado durante el 2020, cuando la economía mexicana vivió su mayor retroceso en 90 años, es evidente que no es una buena noticia.
La modificación que han realizado diversos analistas y grupos financieros respecto a sus pronósticos de crecimiento para este 2022, confirma que el avance de la pandemia es percibido como algo poco favorable para una economía que no se había recuperado de los efectos de la crisis del 2020.
Además existe un efecto negativo que se ha generado en las manufacturas de Estados Unidos: el número de contagios qué ha ocurrido en aquel país provocó un aumento en el ausentismo laboral. De igual forma las ventas al menudeo del cierre de año tuvieron un bajo desempeño a causa del avance del Ómicron.
Bajo dicho contexto se espera que durante los primeros meses del año la economía estadounidense modere su ritmo de crecimiento y que ello afecte a las exportaciones mexicanas.
Durante el primer trimestre del año México enfrentará el entorno descrito y por ello es de esperar que su crecimiento económico sea marginal. A ello se agravará el endurecimiento de la política monetaria.
Para todo el 2022 las nuevas expectativas de incremento del PIB oscilan alrededor de un 1.5%.
El mercado interno será uno de los más afectados por dicho entorno ya que durante los primeros meses del año la sociedad deberá atender el avance de la pandemia.
El contrapeso podría ser la implementación de un programa de desarrollo industrial basado en el fortalecimiento de la construcción, una mayor competitividad de las manufacturas y del sector energético, de otra manera será hasta el 2023 cuando la economía regrese al nivel que tuvo en 2019.