/ lunes 11 de mayo de 2020

Economía 4.0 | Pobreza: el signo de la caída del consumo e inversión

El incremento de la pobreza sintetiza las fallas de cualquier estrategia de política económica.

El aumento del gasto social muestra el intento de mitigar los efectos perniciosos originados por la falta de crecimiento económico y la baja creación de empleo formal.

Ninguna nación exitosa se ha desarrollado a través del gasto social asistencial.

Cada año que México no crece más de 4% aumenta la deuda social. Algo similar sucede cuando no se genera un millón de empleos formales.

Durante los últimos 40 años la nación ha vivido en carne propia la consecuencia de no crecer y de no generar empleo formal: el incremento y persistencia de la pobreza es atribuible a la poca eficacia para conseguir tasas elevadas de crecimiento económico y a la carencia de oportunidades laborales para alcanzar mayores niveles de desarrollo social.

La falla de la política económica ha sido acompañada por la implementación de programas de gasto social asistencial que no han tenido la capacidad de enfrentar a la dura realidad: sin crecimiento económico no se pueden construir los cimientos requeridos para alcanzar mayor progreso social y bienestar.

Por el contrario, cada año en donde no hay crecimiento superior al 4% se incuba desigualdad y fragmentación social.

La informalidad, el crimen organizado y la corrupción son el fruto del bajo crecimiento económico y de las crisis recurrentes. Ello ha sido parte de la experiencia mexicana.

La recesión de 1995 causó un aumento en la pobreza: 16 millones más de mexicanos se agregaron a dicha condición. El país tardó 12 años en revertirla.

La crisis del 2009 provocó un aumento en la pobreza por ingresos: 9 millones de mexicanos cayeron en dicha marginación socioeconómica y hasta el 2018 únicamente se había logrado solucionar el problema para poco menos de 3 millones.

El resto vive en un problema estructural de pobreza y marginación: la fuerza centrípeta de la precarización ha atrapado a la mitad de la población.

México llegó a la recesión del 2019 y a la crisis causada por el coronavirus en 2020 con 61.1 millones de personas con un ingreso que no les permite superar las líneas de bienestar básicas: el desempleo causado por la recesión podría aumentar esa cifra a niveles históricos: entre 65 y 67 millones para el 2022.

La caída del empleo formal que se contabilice entre marzo y julio del 2020 será el primer indicador de la magnitud del daño al tejido socioeconómico.

Por su parte, la evolución del consumo privado y de la inversión permitirán adelantar las consecuencias: una caída en ambas variables presenta la afectación estructural tanto en el bienestar actual como en la carencia de oportunidades futuras.

El consumo muestra la situación presente. La inversión indica la restricción en el futuro: parte del bienestar depende de la capacidad de consumo que tienen las familias.

Para elevar esa capacidad se debe invertir: es la única fórmula económica que ha mostrado éxito en la historia económica. El gasto social sólo es un complemento.

Bajo dicho contexto se debe considerar que la contracción de la inversión y el consumo privado presenta el colapso de cualquier economía: para el caso de México representan el 85% del PIB, su dinámica refleja y condiciona el presente y futuro del país.

¿Cuál es el mensaje claro que han enviado en los primeros meses del año?: una profunda recesión que, sin la ejecución de un programa contracíclico, puede elevar los niveles de pobreza en México.


Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico


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Omny

El incremento de la pobreza sintetiza las fallas de cualquier estrategia de política económica.

El aumento del gasto social muestra el intento de mitigar los efectos perniciosos originados por la falta de crecimiento económico y la baja creación de empleo formal.

Ninguna nación exitosa se ha desarrollado a través del gasto social asistencial.

Cada año que México no crece más de 4% aumenta la deuda social. Algo similar sucede cuando no se genera un millón de empleos formales.

Durante los últimos 40 años la nación ha vivido en carne propia la consecuencia de no crecer y de no generar empleo formal: el incremento y persistencia de la pobreza es atribuible a la poca eficacia para conseguir tasas elevadas de crecimiento económico y a la carencia de oportunidades laborales para alcanzar mayores niveles de desarrollo social.

La falla de la política económica ha sido acompañada por la implementación de programas de gasto social asistencial que no han tenido la capacidad de enfrentar a la dura realidad: sin crecimiento económico no se pueden construir los cimientos requeridos para alcanzar mayor progreso social y bienestar.

Por el contrario, cada año en donde no hay crecimiento superior al 4% se incuba desigualdad y fragmentación social.

La informalidad, el crimen organizado y la corrupción son el fruto del bajo crecimiento económico y de las crisis recurrentes. Ello ha sido parte de la experiencia mexicana.

La recesión de 1995 causó un aumento en la pobreza: 16 millones más de mexicanos se agregaron a dicha condición. El país tardó 12 años en revertirla.

La crisis del 2009 provocó un aumento en la pobreza por ingresos: 9 millones de mexicanos cayeron en dicha marginación socioeconómica y hasta el 2018 únicamente se había logrado solucionar el problema para poco menos de 3 millones.

El resto vive en un problema estructural de pobreza y marginación: la fuerza centrípeta de la precarización ha atrapado a la mitad de la población.

México llegó a la recesión del 2019 y a la crisis causada por el coronavirus en 2020 con 61.1 millones de personas con un ingreso que no les permite superar las líneas de bienestar básicas: el desempleo causado por la recesión podría aumentar esa cifra a niveles históricos: entre 65 y 67 millones para el 2022.

La caída del empleo formal que se contabilice entre marzo y julio del 2020 será el primer indicador de la magnitud del daño al tejido socioeconómico.

Por su parte, la evolución del consumo privado y de la inversión permitirán adelantar las consecuencias: una caída en ambas variables presenta la afectación estructural tanto en el bienestar actual como en la carencia de oportunidades futuras.

El consumo muestra la situación presente. La inversión indica la restricción en el futuro: parte del bienestar depende de la capacidad de consumo que tienen las familias.

Para elevar esa capacidad se debe invertir: es la única fórmula económica que ha mostrado éxito en la historia económica. El gasto social sólo es un complemento.

Bajo dicho contexto se debe considerar que la contracción de la inversión y el consumo privado presenta el colapso de cualquier economía: para el caso de México representan el 85% del PIB, su dinámica refleja y condiciona el presente y futuro del país.

¿Cuál es el mensaje claro que han enviado en los primeros meses del año?: una profunda recesión que, sin la ejecución de un programa contracíclico, puede elevar los niveles de pobreza en México.


Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico


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