/ martes 17 de marzo de 2020

Economía 4.0 | Primero es Mexico, segunda llamada

La recesión global se cierne sobre una economía mexicana que llegó enferma a este momento de cambio en el orden geopolítico y geoeconómico.

Subestimar el crecimiento tuvo un costo en 2019 y dejó tendencias negativas que ya cobraron factura en 2020.

La actividad industrial de México retrocedió en enero 1.7 por ciento, por dieciseisava ocasión. La ausencia de un programa de desarrollo industrial no puede sustituirse por acciones individuales.

La construcción y la manufactura han entrado en una dinámica negativa, la aparición del coronavirus sólo agregó otro factor adverso a una recesión preexistente.

El anuncio de que se elabora un programa contra cíclico es un primer paso en la dirección correcta, ahora se debe observar cuáles son las estrategias y su conexión con los sectores productivos para evitar que el PIB caiga otra vez en terreno negativo.

No será fácil, salvo el pronóstico oficial, todos se encuentran entre -2.0% (Barclays) y 0.8 por ciento. El 2.0% oficial está fuera de esta necia realidad.

El programa contra cíclico tendrá un ajuste en la contabilidad de las finanzas públicas: la reducción del objetivo de superávit primario por la caída de los ingresos petroleros y de la previsible merma de los ingresos tributarios. El primer cambio será de contabilidad. Eso no significa que la economía tendrá más dinero: es la secuela de no crecer, de la menor generación de empleo (particularmente del bien remunerado), la contracción del precio del petróleo y de la recesión industrial.

El fomento al crecimiento tendrá que llegar de liberar mayores recursos para infraestructura y el impulso a sectores estratégicos capaces de mitigar una recesión que se sigue negando.

Existe un prerrequisito: elevar el contenido nacional de las obras y el consumo público para que se alcance el mayor efecto positivo.

Hay otro elemento indispensable: un acuerdo con el sector privado y la academia que permita detectar sectores y regiones estratégicas para la implementación de este potencial programa emergente. También se deben eliminar las trabas que han inhibido el crecimiento.

Ante el mayor desafío en décadas, México debe avanzar unido para solventar la coyuntura y los rezagos históricos acumulados, los que propiciaron el cambio de 2018.

Hay otros retos que volverán a la luz una vez que termine el problema desatado por el coronavirus: la disputa entre China y EU; la implementación del T-MEC; la precarización del empleo, así como las elecciones en EU.

La Cuarta Transformación está en la coyuntura ideal para probar su capacidad como administración y liderazgo para unir a México a través de una estrategia integral de política económica que evite los errores del pasado y que construya acuerdos con toda la sociedad. Primero es México.

La recesión global se cierne sobre una economía mexicana que llegó enferma a este momento de cambio en el orden geopolítico y geoeconómico.

Subestimar el crecimiento tuvo un costo en 2019 y dejó tendencias negativas que ya cobraron factura en 2020.

La actividad industrial de México retrocedió en enero 1.7 por ciento, por dieciseisava ocasión. La ausencia de un programa de desarrollo industrial no puede sustituirse por acciones individuales.

La construcción y la manufactura han entrado en una dinámica negativa, la aparición del coronavirus sólo agregó otro factor adverso a una recesión preexistente.

El anuncio de que se elabora un programa contra cíclico es un primer paso en la dirección correcta, ahora se debe observar cuáles son las estrategias y su conexión con los sectores productivos para evitar que el PIB caiga otra vez en terreno negativo.

No será fácil, salvo el pronóstico oficial, todos se encuentran entre -2.0% (Barclays) y 0.8 por ciento. El 2.0% oficial está fuera de esta necia realidad.

El programa contra cíclico tendrá un ajuste en la contabilidad de las finanzas públicas: la reducción del objetivo de superávit primario por la caída de los ingresos petroleros y de la previsible merma de los ingresos tributarios. El primer cambio será de contabilidad. Eso no significa que la economía tendrá más dinero: es la secuela de no crecer, de la menor generación de empleo (particularmente del bien remunerado), la contracción del precio del petróleo y de la recesión industrial.

El fomento al crecimiento tendrá que llegar de liberar mayores recursos para infraestructura y el impulso a sectores estratégicos capaces de mitigar una recesión que se sigue negando.

Existe un prerrequisito: elevar el contenido nacional de las obras y el consumo público para que se alcance el mayor efecto positivo.

Hay otro elemento indispensable: un acuerdo con el sector privado y la academia que permita detectar sectores y regiones estratégicas para la implementación de este potencial programa emergente. También se deben eliminar las trabas que han inhibido el crecimiento.

Ante el mayor desafío en décadas, México debe avanzar unido para solventar la coyuntura y los rezagos históricos acumulados, los que propiciaron el cambio de 2018.

Hay otros retos que volverán a la luz una vez que termine el problema desatado por el coronavirus: la disputa entre China y EU; la implementación del T-MEC; la precarización del empleo, así como las elecciones en EU.

La Cuarta Transformación está en la coyuntura ideal para probar su capacidad como administración y liderazgo para unir a México a través de una estrategia integral de política económica que evite los errores del pasado y que construya acuerdos con toda la sociedad. Primero es México.