/ lunes 14 de marzo de 2022

Economía 4.0 | ¿Y si Banco de México no puede controlar la inflación?

Durante los últimos 25 años el Banco de México se transformó en un pilar de certidumbre institucional en materia de política económica, una posición que desde el 2020 se ve desafiada por el incremento de la inflación.

Ya ha quedado claro que la presión existente sobre el sistema de presión no es algo temporal, la propia institución ha señalado que su prospectiva previa ha sido rebasada por la realidad: el 7.3% registrado en febrero llegó acompañado por una marcada tendencia al alza de la inflación subyacente.

Así, es evidente que el incremento de precios ha tocado a la parte estructural del sistema económico y que las expectativas de los agentes se alejan del objetivo del Banco de México. El mensaje es claro: durante el 2022 la inflación no regresará a su objetivo de 3%.

Lo que ocurre no es algo menor, en realidad abre la puerta al cuestionamiento de sí la arquitectura institucional de política monetaria podrá evitar que la inflación siga elevándose y se acerque a una cifra de doble dígito, un hecho no observado en más de 20 años.

Hay cuatro elementos básicos a ponderar. El primero vinculado a un factor conocido: las tasas de interés se han elevado a lo largo de los últimos 12 meses y la inflación no cedió. La acción del banco central no logró atenuar la dinámica expansiva del sistema de precios.

El segundo corresponde a los factores causales de la inflación: el aumento en los precios de las materias primas comenzó en mayo del 2020 y se mantuvo aún antes de la invasión de Rusia en Ucrania. A partir de marzo el evento militar causó una guerra financiera y energética que ha exacerbado el aumento de los precios.

En tercero es la contradicción estructural que existe en el modelo económico mexicano: su baja productividad. Durante los últimos 30 años la productividad total de los factores tiene un promedio de crecimiento negativo y la productividad laboral es muy baja.

Al mismo tiempo la política fiscal enfrenta restricciones para poder implementar medidas que refuercen las de Banxico, ello deja aislada a la política monetaria.

El cuarto factor: durante los últimos 40 años México implementó una estrategia de apertura comercial que sacrificó a su planta productiva en favor de comprar bienes baratos a otros países.

El Este de Asia fue el gran ganador: en el corto plazo hubo beneficios de baja inflación, pero dejo de lado la instrumentación de una política industrial, y económica en general, que favoreciera la productividad y la innovación endógena. La informalidad del comercio floreció gracias a las importaciones.

En estos momentos hay poco margen para una mayor apertura, además la escalada de precios afecta a la mayor parte de las naciones. Los únicos ganadores serían los países asiáticos que, gracias a su política industrial y al apoyo de sus gobiernos, pueden ofrecer bienes más baratos, aunque no necesariamente cumplan con las normas de calidad, seguridad, de respeto al medio ambiente y a los derechos laborales. Se puede abrir, aún más la puerta a la competencia desleal.

Bajo este entorno se debe reflexionar si la acción de la política monetaria puede cubrir todos los flancos abiertos tanto en la coyuntura como por la ausencia de política industrial.

Vale la pena cuestionarse sobre qué pasará si el Banco de México no puede frenar el aumento de la inflación y si su intento eleva las tasas de interés a una cifra de doble dígito. ¿Se encuentra México preparado para una mayor austeridad y pagar el costo de una prospectiva rebasada?

Durante los últimos 25 años el Banco de México se transformó en un pilar de certidumbre institucional en materia de política económica, una posición que desde el 2020 se ve desafiada por el incremento de la inflación.

Ya ha quedado claro que la presión existente sobre el sistema de presión no es algo temporal, la propia institución ha señalado que su prospectiva previa ha sido rebasada por la realidad: el 7.3% registrado en febrero llegó acompañado por una marcada tendencia al alza de la inflación subyacente.

Así, es evidente que el incremento de precios ha tocado a la parte estructural del sistema económico y que las expectativas de los agentes se alejan del objetivo del Banco de México. El mensaje es claro: durante el 2022 la inflación no regresará a su objetivo de 3%.

Lo que ocurre no es algo menor, en realidad abre la puerta al cuestionamiento de sí la arquitectura institucional de política monetaria podrá evitar que la inflación siga elevándose y se acerque a una cifra de doble dígito, un hecho no observado en más de 20 años.

Hay cuatro elementos básicos a ponderar. El primero vinculado a un factor conocido: las tasas de interés se han elevado a lo largo de los últimos 12 meses y la inflación no cedió. La acción del banco central no logró atenuar la dinámica expansiva del sistema de precios.

El segundo corresponde a los factores causales de la inflación: el aumento en los precios de las materias primas comenzó en mayo del 2020 y se mantuvo aún antes de la invasión de Rusia en Ucrania. A partir de marzo el evento militar causó una guerra financiera y energética que ha exacerbado el aumento de los precios.

En tercero es la contradicción estructural que existe en el modelo económico mexicano: su baja productividad. Durante los últimos 30 años la productividad total de los factores tiene un promedio de crecimiento negativo y la productividad laboral es muy baja.

Al mismo tiempo la política fiscal enfrenta restricciones para poder implementar medidas que refuercen las de Banxico, ello deja aislada a la política monetaria.

El cuarto factor: durante los últimos 40 años México implementó una estrategia de apertura comercial que sacrificó a su planta productiva en favor de comprar bienes baratos a otros países.

El Este de Asia fue el gran ganador: en el corto plazo hubo beneficios de baja inflación, pero dejo de lado la instrumentación de una política industrial, y económica en general, que favoreciera la productividad y la innovación endógena. La informalidad del comercio floreció gracias a las importaciones.

En estos momentos hay poco margen para una mayor apertura, además la escalada de precios afecta a la mayor parte de las naciones. Los únicos ganadores serían los países asiáticos que, gracias a su política industrial y al apoyo de sus gobiernos, pueden ofrecer bienes más baratos, aunque no necesariamente cumplan con las normas de calidad, seguridad, de respeto al medio ambiente y a los derechos laborales. Se puede abrir, aún más la puerta a la competencia desleal.

Bajo este entorno se debe reflexionar si la acción de la política monetaria puede cubrir todos los flancos abiertos tanto en la coyuntura como por la ausencia de política industrial.

Vale la pena cuestionarse sobre qué pasará si el Banco de México no puede frenar el aumento de la inflación y si su intento eleva las tasas de interés a una cifra de doble dígito. ¿Se encuentra México preparado para una mayor austeridad y pagar el costo de una prospectiva rebasada?