/ viernes 8 de octubre de 2021

Economía política, producción de espacio y deforestación en la Selva Lacandona

Por Armando Van Rankin

El filósofo Lefebvre (1974) indicó que la supervivencia del capitalismo depende en gran medida de la producción de espacio, lo que pone a las territorialidades geográficas en constante lucha, cambio y resignificación. Neil Smith (2008) agregó a esta tesis que los últimos 30 años han sido testigos de una reestructuración dramática del espacio natural debido a la necesidad del capitalismo de seguir acumulando riqueza.

En México, la selva Lacandona -ubicada en Chiapas- es el ecosistema más biodiverso del país y ha sido escenario activo de esta transformación geográfica. Originalmente, el espacio lacandón contaba con una cobertura forestal de 2 millones de hectáreas, de las cuales más del 70% han desaparecido.

Dos fenómenos políticos-económicos han sido (y siguen siendo) algunos de los causantes de la devastación que ponen a este paraíso en extinción. Por un lado, el Estado moderno mexicano como promotor de la expansión de grandes capitales para la integración de la selva al México productivo. Los gobiernos posrevolucionarios distribuyeron latifundios porfiristas a campesinos (reforma agraria) y a grandes inversiones capitalistas para la agricultura, ganadería y maderería. Este proceso de explotación se ha intensificado en las tres últimas décadas acentuando aún más la transformación territorial de la Lacandona. La privatización de ejidos y el fortalecimiento de la lógica del mercado han incrustado en la región importantes industrias internacionales como la del aceite de palma africana.

Por otra parte, se puso en marcha una expansión significativa del Estado moderno mexicano. En los últimos 60 años, a pesar de importantes enclaves de conservación, los gobiernos han producido activamente espacios con fines capitalistas en la Lacandona. En primer lugar, como creadores de propiedad privada; segundo, como constructores de megaproyectos carreteros y de energía eléctrica; tercero, han militarizado la región con fines geopolíticos para fortalecer el control fronterizo, reducir la influencia de la guerrilla centroamericana y combatir el levantamiento zapatista de 1994.

En cuarto lugar, el Estado ha promovido la colonización de la selva para otorgar medios de subsistencia a campesinos de otras regiones para contener estallidos sociales. La colonización y la regularización de asentamientos irregulares han sido utilizados como herramientas de control político.

Muchos otros factores están envueltos en este problema como el narcotráfico y el tráfico de especies. Comprender la economía política que promueve la destrucción del ecosistema es clave para pensar posibles soluciones que salvaguarden a uno de los reguladores climáticos más importantes de nuestro país.

Por Armando Van Rankin

El filósofo Lefebvre (1974) indicó que la supervivencia del capitalismo depende en gran medida de la producción de espacio, lo que pone a las territorialidades geográficas en constante lucha, cambio y resignificación. Neil Smith (2008) agregó a esta tesis que los últimos 30 años han sido testigos de una reestructuración dramática del espacio natural debido a la necesidad del capitalismo de seguir acumulando riqueza.

En México, la selva Lacandona -ubicada en Chiapas- es el ecosistema más biodiverso del país y ha sido escenario activo de esta transformación geográfica. Originalmente, el espacio lacandón contaba con una cobertura forestal de 2 millones de hectáreas, de las cuales más del 70% han desaparecido.

Dos fenómenos políticos-económicos han sido (y siguen siendo) algunos de los causantes de la devastación que ponen a este paraíso en extinción. Por un lado, el Estado moderno mexicano como promotor de la expansión de grandes capitales para la integración de la selva al México productivo. Los gobiernos posrevolucionarios distribuyeron latifundios porfiristas a campesinos (reforma agraria) y a grandes inversiones capitalistas para la agricultura, ganadería y maderería. Este proceso de explotación se ha intensificado en las tres últimas décadas acentuando aún más la transformación territorial de la Lacandona. La privatización de ejidos y el fortalecimiento de la lógica del mercado han incrustado en la región importantes industrias internacionales como la del aceite de palma africana.

Por otra parte, se puso en marcha una expansión significativa del Estado moderno mexicano. En los últimos 60 años, a pesar de importantes enclaves de conservación, los gobiernos han producido activamente espacios con fines capitalistas en la Lacandona. En primer lugar, como creadores de propiedad privada; segundo, como constructores de megaproyectos carreteros y de energía eléctrica; tercero, han militarizado la región con fines geopolíticos para fortalecer el control fronterizo, reducir la influencia de la guerrilla centroamericana y combatir el levantamiento zapatista de 1994.

En cuarto lugar, el Estado ha promovido la colonización de la selva para otorgar medios de subsistencia a campesinos de otras regiones para contener estallidos sociales. La colonización y la regularización de asentamientos irregulares han sido utilizados como herramientas de control político.

Muchos otros factores están envueltos en este problema como el narcotráfico y el tráfico de especies. Comprender la economía política que promueve la destrucción del ecosistema es clave para pensar posibles soluciones que salvaguarden a uno de los reguladores climáticos más importantes de nuestro país.