/ martes 29 de diciembre de 2020

Economía: reactivación insuficiente y frágil

Con la idea de tener una perspectiva objetiva de la economía mexicana en 2021, parto de la visión de una calificadora internacional, como mirada imparcial y desde fuera, dado su enfoque en la calificación de deuda y activos financieros, por lo cual da seguimiento a la mayoría de los países. Al azar, utilizo las estimaciones de Standard & Poor’s (S&P). Lo que perfila, en esencia, es una tenue recuperación con estabilidad macroeconómica, insuficiente y con riesgos en ambos sentidos.

Una respuesta contracíclica a la altura sigue siendo tan pertinente y urgente como al inicio de la pandemia, ante un escenario de estancamiento y más pobreza.

En lo concerniente a la estabilidad macro, la firma recién ratificó las calificaciones para nuestra deuda soberana: en moneda extranjera, BBB; en moneda local de BBB+. Sin embargo, también mantuvo la acotación de perspectiva negativa, lo cual indica que es factible un recorte en los siguientes 12 a 18 meses.

Al respecto, destacó que en México se mantienen políticas fiscales y monetarias conservadoras: aunque la deuda federal llegó a cerca de 50% del PIB, el déficit estaría sobre el 3% del PIB, más bajo que el de otros países de la región. No obstante, hay presión por las finanzas de Pemex, una base tributaria a la baja y la rigidez en el gasto.

Aunque no se vislumbran tormentas inminentes para las finanzas públicas, eso no alcanza para una economía en condiciones estructurales y coyunturales de enorme precariedad. Máxime cuando, como apunta el reporte de análisis para América Latina que la propia S&P recién publicó, nuestra recuperación está entre las más débiles en la región.

Para 2020, prevé una caída de -9.3% para México, frente a un promedio de -7.7 por ciento. Para 2021, 2022 y 2023, los pronósticos son 3.9, 2.9 y 2.2 por ciento, frente a 4.1, 3.1 y 2.7 regional. Y recordemos que nuestra economía ya presentaba debilidades serias antes del Covid-19, con contracción de -0.3% en 2019. Estamos abajo: antes, ahora y en adelante.

La respuesta fiscal ante la emergencia económica es una de las más reducidas del mundo, con estímulo de apenas 1% del PIB, frente a una media en economías emergentes de 6% según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En México, el esfuerzo se limitó a transferencias directas de programas sociales previos. El apoyo a las empresas y al empleo ha sido casi nulo. Según el Centro de Estudios Económicos de Canacintra, a pesar de la reapertura de actividades, 11 mil 500 empresas formales cerraron puertas entre abril y octubre, 98% de ellas pymes. Y anticipan más quiebras, pues cinco de cada 10 empresas sólo tienen solvencia para sobrevivir de tres a 12 meses.

Con este panorama, analistas como los de Citibanamex ven una lenta recuperación del empleo formal en 2021, con cerca de 390 mil empleos de 820 mil que se habrían perdido este año. La informalidad empresarial y laboral crecen, mientras los niveles de remuneración se mantienen bajos.

En síntesis, veríamos un muy leve rebote en 2021 para enseguida volver a la inercia de bajo crecimiento de los últimos 30 años, ya olvidada la promesa de 4% anual.

Para comparar, según el FMI, la contracción en Estados Unidos sería de 4.3% y el rebote en 2021 de 3.1 por ciento. La Reserva Federal acaba de anunciar que mantendrá su tasa de interés abajo de 0.25%, que podría permanecer así hasta 2023 para afianzar la recuperación. En cuanto a la política fiscal, acaba de darse el acuerdo bipartidista para una nueva ronda de estímulo por 600 mil millones de dólares. No pocos analistas perfilan un boom de inversiones gracias al relativamente buen aceleraron su desarrollo en la pandemia: tecnología en general, economía digital y energía renovable, entre otros.

En México, dada la brutal recesión de este año, la afectación en términos de pobreza será profunda y prolongada.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ya ha reportado un aumento de la pobreza laboral de 35.7 a 44.5 por ciento de la población entre el tercer trimestre de 2019 y el tercero de 2020. Más allá del discurso oficial, se da una ampliación en la desigualdad exponencial. En ese lapso, la distancia entre el ingreso laboral promedio del 20% con mayores ingresos y el del quintil de la base de la pirámide subió de 34 a 146 veces. El coeficiente de Gini pasó de 0.49 a 0.54 (0= igualdad perfecta, 1=desigualdad absoluta).

Estamos ante más hogares donde los ingresos propios no alcanzan para lo básico. De ser cierto lo que dice el Gobierno, siete de cada 10 familias estarían recibiendo apoyos gubernamentales. El cuestionamiento no es que se ayude, sino que ese modelo social, económico y político no es sustentable. Más aún cuando se pierden en masa empleos y negocios productivos y autosuficientes, de donde vienen los impuestos que pagan los programas sociales.

Para corregir el rumbo es indispensable incrementar la inversión. Su caída es el factor primordial por el que en 2019 fuimos uno de los únicos 17 países de 195 seguidos por el FMI que tuvieron una contracción económica. Ahora llevamos 20 meses consecutivos de caída a tasa anual de la inversión. La causa fundamental persiste: un consistente deterioro de la certeza jurídica y con ello, del clima de negocios; un enfoque económico politizado y no pragmático.

Con la idea de tener una perspectiva objetiva de la economía mexicana en 2021, parto de la visión de una calificadora internacional, como mirada imparcial y desde fuera, dado su enfoque en la calificación de deuda y activos financieros, por lo cual da seguimiento a la mayoría de los países. Al azar, utilizo las estimaciones de Standard & Poor’s (S&P). Lo que perfila, en esencia, es una tenue recuperación con estabilidad macroeconómica, insuficiente y con riesgos en ambos sentidos.

Una respuesta contracíclica a la altura sigue siendo tan pertinente y urgente como al inicio de la pandemia, ante un escenario de estancamiento y más pobreza.

En lo concerniente a la estabilidad macro, la firma recién ratificó las calificaciones para nuestra deuda soberana: en moneda extranjera, BBB; en moneda local de BBB+. Sin embargo, también mantuvo la acotación de perspectiva negativa, lo cual indica que es factible un recorte en los siguientes 12 a 18 meses.

Al respecto, destacó que en México se mantienen políticas fiscales y monetarias conservadoras: aunque la deuda federal llegó a cerca de 50% del PIB, el déficit estaría sobre el 3% del PIB, más bajo que el de otros países de la región. No obstante, hay presión por las finanzas de Pemex, una base tributaria a la baja y la rigidez en el gasto.

Aunque no se vislumbran tormentas inminentes para las finanzas públicas, eso no alcanza para una economía en condiciones estructurales y coyunturales de enorme precariedad. Máxime cuando, como apunta el reporte de análisis para América Latina que la propia S&P recién publicó, nuestra recuperación está entre las más débiles en la región.

Para 2020, prevé una caída de -9.3% para México, frente a un promedio de -7.7 por ciento. Para 2021, 2022 y 2023, los pronósticos son 3.9, 2.9 y 2.2 por ciento, frente a 4.1, 3.1 y 2.7 regional. Y recordemos que nuestra economía ya presentaba debilidades serias antes del Covid-19, con contracción de -0.3% en 2019. Estamos abajo: antes, ahora y en adelante.

La respuesta fiscal ante la emergencia económica es una de las más reducidas del mundo, con estímulo de apenas 1% del PIB, frente a una media en economías emergentes de 6% según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En México, el esfuerzo se limitó a transferencias directas de programas sociales previos. El apoyo a las empresas y al empleo ha sido casi nulo. Según el Centro de Estudios Económicos de Canacintra, a pesar de la reapertura de actividades, 11 mil 500 empresas formales cerraron puertas entre abril y octubre, 98% de ellas pymes. Y anticipan más quiebras, pues cinco de cada 10 empresas sólo tienen solvencia para sobrevivir de tres a 12 meses.

Con este panorama, analistas como los de Citibanamex ven una lenta recuperación del empleo formal en 2021, con cerca de 390 mil empleos de 820 mil que se habrían perdido este año. La informalidad empresarial y laboral crecen, mientras los niveles de remuneración se mantienen bajos.

En síntesis, veríamos un muy leve rebote en 2021 para enseguida volver a la inercia de bajo crecimiento de los últimos 30 años, ya olvidada la promesa de 4% anual.

Para comparar, según el FMI, la contracción en Estados Unidos sería de 4.3% y el rebote en 2021 de 3.1 por ciento. La Reserva Federal acaba de anunciar que mantendrá su tasa de interés abajo de 0.25%, que podría permanecer así hasta 2023 para afianzar la recuperación. En cuanto a la política fiscal, acaba de darse el acuerdo bipartidista para una nueva ronda de estímulo por 600 mil millones de dólares. No pocos analistas perfilan un boom de inversiones gracias al relativamente buen aceleraron su desarrollo en la pandemia: tecnología en general, economía digital y energía renovable, entre otros.

En México, dada la brutal recesión de este año, la afectación en términos de pobreza será profunda y prolongada.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ya ha reportado un aumento de la pobreza laboral de 35.7 a 44.5 por ciento de la población entre el tercer trimestre de 2019 y el tercero de 2020. Más allá del discurso oficial, se da una ampliación en la desigualdad exponencial. En ese lapso, la distancia entre el ingreso laboral promedio del 20% con mayores ingresos y el del quintil de la base de la pirámide subió de 34 a 146 veces. El coeficiente de Gini pasó de 0.49 a 0.54 (0= igualdad perfecta, 1=desigualdad absoluta).

Estamos ante más hogares donde los ingresos propios no alcanzan para lo básico. De ser cierto lo que dice el Gobierno, siete de cada 10 familias estarían recibiendo apoyos gubernamentales. El cuestionamiento no es que se ayude, sino que ese modelo social, económico y político no es sustentable. Más aún cuando se pierden en masa empleos y negocios productivos y autosuficientes, de donde vienen los impuestos que pagan los programas sociales.

Para corregir el rumbo es indispensable incrementar la inversión. Su caída es el factor primordial por el que en 2019 fuimos uno de los únicos 17 países de 195 seguidos por el FMI que tuvieron una contracción económica. Ahora llevamos 20 meses consecutivos de caída a tasa anual de la inversión. La causa fundamental persiste: un consistente deterioro de la certeza jurídica y con ello, del clima de negocios; un enfoque económico politizado y no pragmático.