/ domingo 4 de abril de 2021

Educación pública: identidad nacional

Alarmantes los datos proporcionados por el Inegi en la semana pasada. Poco más de nueve millones de estudiantes de todos los niveles, se han separado de sus proyectos educativos como consecuencia de los efectos de la epidemia. No sólo es una mala noticia, sino una verdadera alarma respecto de la secuelas que durante años vamos a tener en México y en el mundo.

Las sociedades desarrolladas, cuentan con sistemas educativos públicos, que ofrecen opciones de superación sí, pero que al mismo tiempo cumplen la función de generar los lazos de identidad y de comunidad que le permiten a los países, establecer metas de desarrollo y solidaridad; sea en Europa o en América, las democracias tienen como denominador común, el énfasis e interés en la educación que promueve la construcción de ciudadanía y de prácticas cívicas. De allí que el enorme reto, diría incluso peligro, de que debido a la epidemia millones de niñas, niños, jóvenes, se queden al margen del recurso por antonomasia de superación personal, como es la educación, debe llamarnos a la creación de un auténtico plan de recuperación inmediato.

Esta delicada situación, me recordó el libro La gran influenza. Historia de la más mortífera epidemia en la historia, del prestigiado autor John M. Barry (Penguin books). Se refiere a la epidemia de 1918, que acabó con la vida de entre 70 y 100 millones de personas, al menos, cuatro veces más de los muertos en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Este libro-investigación, que me recomendó el hasta hace poco Embajador de México en Hungría, David Nájera, describe con detalle, qué tan importante es controlar la epidemia, como dirigir y procesar sus efectos inmediatos. Es decir, que para nuestra época y situación, las autoridades y los especialistas, deben ya estar planeando cómo se le hará frente a las numerosas secuelas en los diversos campos de la actividad social.

Por sólo citar un ejemplo. Podemos dar constancia, que en el preámbulo de los procesos electorales de 6 de junio, vemos videos y fotografías en los medios digitales y convencionales, de irresponsables mítines, marchas y concentraciones en apoyo a tal o cual candidata o candidato. Ojalá y esté equivocado. De allí saldrán decenas de contagios y es muy probable, de muertes. Incluso el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ante la irresponsabilidad social, ha vaticinado una “tercera ola” de la epidemia.

Siendo así, la verdadera catástrofe en cuanto al sistema educativo (incluyendo el privado) que estamos enfrentando, con los datos a la mano, es que reclama la preparación para considerar las condiciones y aplicar las medidas específicas para que esa onda de efectos negativos, sea lo más corto posible; las autoridades deben de forma imperiosa, asumir el liderazgo en la creación de programas y políticas específicos. A sabiendas de que hay varios meses por delante de confinamiento, es un tiempo muy valioso para diseñar opciones que restablezcan al menos, las precarias condiciones en la víspera de la expansión de la epidemia.

javierolivaposada@gmail.com

Alarmantes los datos proporcionados por el Inegi en la semana pasada. Poco más de nueve millones de estudiantes de todos los niveles, se han separado de sus proyectos educativos como consecuencia de los efectos de la epidemia. No sólo es una mala noticia, sino una verdadera alarma respecto de la secuelas que durante años vamos a tener en México y en el mundo.

Las sociedades desarrolladas, cuentan con sistemas educativos públicos, que ofrecen opciones de superación sí, pero que al mismo tiempo cumplen la función de generar los lazos de identidad y de comunidad que le permiten a los países, establecer metas de desarrollo y solidaridad; sea en Europa o en América, las democracias tienen como denominador común, el énfasis e interés en la educación que promueve la construcción de ciudadanía y de prácticas cívicas. De allí que el enorme reto, diría incluso peligro, de que debido a la epidemia millones de niñas, niños, jóvenes, se queden al margen del recurso por antonomasia de superación personal, como es la educación, debe llamarnos a la creación de un auténtico plan de recuperación inmediato.

Esta delicada situación, me recordó el libro La gran influenza. Historia de la más mortífera epidemia en la historia, del prestigiado autor John M. Barry (Penguin books). Se refiere a la epidemia de 1918, que acabó con la vida de entre 70 y 100 millones de personas, al menos, cuatro veces más de los muertos en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Este libro-investigación, que me recomendó el hasta hace poco Embajador de México en Hungría, David Nájera, describe con detalle, qué tan importante es controlar la epidemia, como dirigir y procesar sus efectos inmediatos. Es decir, que para nuestra época y situación, las autoridades y los especialistas, deben ya estar planeando cómo se le hará frente a las numerosas secuelas en los diversos campos de la actividad social.

Por sólo citar un ejemplo. Podemos dar constancia, que en el preámbulo de los procesos electorales de 6 de junio, vemos videos y fotografías en los medios digitales y convencionales, de irresponsables mítines, marchas y concentraciones en apoyo a tal o cual candidata o candidato. Ojalá y esté equivocado. De allí saldrán decenas de contagios y es muy probable, de muertes. Incluso el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ante la irresponsabilidad social, ha vaticinado una “tercera ola” de la epidemia.

Siendo así, la verdadera catástrofe en cuanto al sistema educativo (incluyendo el privado) que estamos enfrentando, con los datos a la mano, es que reclama la preparación para considerar las condiciones y aplicar las medidas específicas para que esa onda de efectos negativos, sea lo más corto posible; las autoridades deben de forma imperiosa, asumir el liderazgo en la creación de programas y políticas específicos. A sabiendas de que hay varios meses por delante de confinamiento, es un tiempo muy valioso para diseñar opciones que restablezcan al menos, las precarias condiciones en la víspera de la expansión de la epidemia.

javierolivaposada@gmail.com