/ lunes 23 de diciembre de 2019

El ácido contra las mujeres

La violencia contra las mujeres se expresa de muchas maneras, tantas como el perpetrador quiera causar daño a su víctima. Y hay una forma horrorosa y cruel que daña a la mujer en su parte más identitaria: sus facciones, su cara, sus ojos, su boca, su nariz, su cuello. Esta violencia feminicida lleva un claro mensaje por parte del violentador: “te daño en tu identidad para que no mueras, pero realmente te sentirás muerta en vida”. Y si muere, será de manera cruel.


Si sobreviven a las quemaduras con ácido, quedarán marcadas de por vida. El tatuaje de la muerte en vida tiene como objetivo recordarles que han sido castigadas. Es el mensaje del macho torturador, es el castigo que deriva del deseo misógino por el control de una mujer que lo ha dejado, que ha huido de su violencia. Estos violentadores se motivan por el despecho y por los celos, por el control que deciden seguir ejerciendo contra esa mujer que siempre le recordará cada mañana que se despierte y enfrente la vida con ese dolor; hicieron con su cuerpo lo que quisieron porque ellos son sus propietarios y el castigo es que nadie las verá como eran. Los resultados del ácido son un tatuaje del que nunca se desprenderán, esa es la sentencia cruel y misógina, de odio con toda su beligerancia. Este es un crimen de odio, es violencia feminicida.


Las víctimas que tienen familia, seguirán luchando. Las que deciden no decaer, siguen buscando atención médica para resolver en ocasiones lo más elemental: poder cerrar sus ojos, poder respirar, poder comer, poder sanar las heridas físicas más complicadas de sanar. Y sobretodo exigir justicia.


En el mundo más de 1,500 mujeres sobreviven al año víctimas de ácidos en la India, Pakistán, Bangladesh, Irán, Afganistán, y otros países de Africa. Aquí en México nos hemos impactado al conocer los resultados de la violencia feminicida perpetrada contra María Elena Ríos, saxofonista de Oaxaca, quién es una víctima sobreviviente cruelmente dañada con ácido y quien a tres meses de este atentado, todavía no es debidamente atendida, y el criminal sigue caminando tan campante por las calles de Oaxaca. Faltan estadísticas para saber la magnitud de estos crímenes.


Y como es un delito no debidamente inscrito en los códigos penales de las entidades, debe aplicarse el tipo penal que más exactamente esté establecido: intento de feminicidio. La motivación tiene un agravante: el odio. En el caso del Código Penal de la Ciudad de México se establece que “existe odio cuando el agente lo comete por la condición social o económica; vinculación, pertenencia o relación con un grupo social definido: ….sexo, género…” Las fiscalías de los Estados deben investigar a partir del resultado de las lesiones graves -que son evidentes en el caso de los daños provocados por ácido-, y por intento de feminicidio: toda mujer víctima de lesiones de ácido, pudieron perder la vida por las consecuencias de un elemento que sigue quemando y dañando los huesos y el sistema respiratorio de las víctimas.


Las Mujeres víctimas de estos delitos de naturaleza penal han sufrido un daño físico; no olvidemos que el perpetrador, pensó, planeó y concretó dañarla de manera grave con intención de matarla.

El agravante que se debe incluir tiene que ver con el daño a la dignidad de la Mujer como bien jurídico tutelado. Aún así, ningún criminal debe salirse con la suya. No esperemos se reformen los códigos penales para incluir el agravante por odio. ¡JUSTICIA para ELLAS!


La violencia contra las mujeres se expresa de muchas maneras, tantas como el perpetrador quiera causar daño a su víctima. Y hay una forma horrorosa y cruel que daña a la mujer en su parte más identitaria: sus facciones, su cara, sus ojos, su boca, su nariz, su cuello. Esta violencia feminicida lleva un claro mensaje por parte del violentador: “te daño en tu identidad para que no mueras, pero realmente te sentirás muerta en vida”. Y si muere, será de manera cruel.


Si sobreviven a las quemaduras con ácido, quedarán marcadas de por vida. El tatuaje de la muerte en vida tiene como objetivo recordarles que han sido castigadas. Es el mensaje del macho torturador, es el castigo que deriva del deseo misógino por el control de una mujer que lo ha dejado, que ha huido de su violencia. Estos violentadores se motivan por el despecho y por los celos, por el control que deciden seguir ejerciendo contra esa mujer que siempre le recordará cada mañana que se despierte y enfrente la vida con ese dolor; hicieron con su cuerpo lo que quisieron porque ellos son sus propietarios y el castigo es que nadie las verá como eran. Los resultados del ácido son un tatuaje del que nunca se desprenderán, esa es la sentencia cruel y misógina, de odio con toda su beligerancia. Este es un crimen de odio, es violencia feminicida.


Las víctimas que tienen familia, seguirán luchando. Las que deciden no decaer, siguen buscando atención médica para resolver en ocasiones lo más elemental: poder cerrar sus ojos, poder respirar, poder comer, poder sanar las heridas físicas más complicadas de sanar. Y sobretodo exigir justicia.


En el mundo más de 1,500 mujeres sobreviven al año víctimas de ácidos en la India, Pakistán, Bangladesh, Irán, Afganistán, y otros países de Africa. Aquí en México nos hemos impactado al conocer los resultados de la violencia feminicida perpetrada contra María Elena Ríos, saxofonista de Oaxaca, quién es una víctima sobreviviente cruelmente dañada con ácido y quien a tres meses de este atentado, todavía no es debidamente atendida, y el criminal sigue caminando tan campante por las calles de Oaxaca. Faltan estadísticas para saber la magnitud de estos crímenes.


Y como es un delito no debidamente inscrito en los códigos penales de las entidades, debe aplicarse el tipo penal que más exactamente esté establecido: intento de feminicidio. La motivación tiene un agravante: el odio. En el caso del Código Penal de la Ciudad de México se establece que “existe odio cuando el agente lo comete por la condición social o económica; vinculación, pertenencia o relación con un grupo social definido: ….sexo, género…” Las fiscalías de los Estados deben investigar a partir del resultado de las lesiones graves -que son evidentes en el caso de los daños provocados por ácido-, y por intento de feminicidio: toda mujer víctima de lesiones de ácido, pudieron perder la vida por las consecuencias de un elemento que sigue quemando y dañando los huesos y el sistema respiratorio de las víctimas.


Las Mujeres víctimas de estos delitos de naturaleza penal han sufrido un daño físico; no olvidemos que el perpetrador, pensó, planeó y concretó dañarla de manera grave con intención de matarla.

El agravante que se debe incluir tiene que ver con el daño a la dignidad de la Mujer como bien jurídico tutelado. Aún así, ningún criminal debe salirse con la suya. No esperemos se reformen los códigos penales para incluir el agravante por odio. ¡JUSTICIA para ELLAS!