/ sábado 11 de enero de 2020

El afán por la lectura

He sentido los afanes de la lectura durante toda mi vida. Me deleité de niño con las aventuras de Sandokan por los mares asiáticos y acompañé a los personajes de Julio Verne por el espacio, el mar y el centro de la tierra. Homero llenó su época con las leyendas más bellas de la antigüedad clásica y entré al mundo novelesco con las increíbles andanzas del Hombre de La Mancha y los apasionantes personajes de Mika Waltari.

Mi abuelita materna leía en voz alta antes de dormir su deslucida y vieja Biblia (que aún conservo) y yo escuchaba atento los pasajes del antiguo testamento. De esta forma ubiqué pronto los remotos orígenes del hombre: la media luna de las tierras fértiles, la vocación de Abraham, la certidumbre de Moisés, la sabiduría de Salomón, la belleza de Nefertiti, la belicosidad de Horemheb y los viajes de Sinuhé.

En los mares y costas griegas imaginé a la conflictiva Helena y al arrogante París; Agamenón, Ayax y Aquiles vivían uncidos a los carros guerreros; Odiseo recorría las islas y la amante Penélope tejía y destejía. Después supe que Alonso Quijano se atolondraba leyendo a Rodrigo Ruy Díaz y a Rolando y a los caballeros andantes. Sus enseñanzas nos hacen tomar actitudes quijotescas y volvemos a despertar en el sueño de la vida de Calderón de la Barca. Así leyendo desemboqué en el siglo 19 viajando por el fondo del mar en el Nautilus.

Al término de la Segunda Guerra Mundial empezaron a circular unas novelitas llamadas “bazucas” que contenían historietas de los soldados alemanes, ingleses y norteamericanos que nos asombraban o nos hacían enternecer con las descripciones de su lejana vida familiar. De improviso, en la década de 1950 apareció una novela con otro tema y otro tiempo: Sinuhé el Egipcio, que iniciaría una nueva etapa en mi vida.

Mientras mis estudios de primaria y secundaria conformaban mi educación básica, los libros leídos y escuchados llenaban mi espíritu con los conocimientos esenciales de la cultura humana. Así aprendí lo que es el hombre, cuáles han sido sus anhelos en su peregrinar histórico y a dónde han llegado sus alcances y actitudes positivas.

Los estudios universitarios y el ejercicio del trabajo siguieron contemplando los libros sobre la ciencia política y la sociología, la historia y la investigación, los estudios sobre las relaciones internacionales, el apasionante mundo de la comunicación y las ciencias de la educación. Los autores y los títulos son muchos, ocuparían el resto de este espacio, y éste no debe ser para relacionar fichas bibliográficas.

Leer es un deleite. Leer es aprender, saber, conocer, ver. Pero también hay que aprender a leer lo que nos cultive y nos deje satisfacción. En esta época en que se producen miles de millones de datos de comunicación anualmente, gran parte de ellos son literatura barata, sin más proyección que hacer dinero para el bolsillo de los editores. Hay miles de libros a la venta que en lugar de formar un carácter y forjar un temperamento, deforman. No sólo no forman, sino que deforman. No sólo no enseñan, sino que manipulan. Es necesario saber escoger el material de la lectura y asimilarlo. Cuanto más temprano y de forma más atrayente se realice un aprendizaje, más profundamente arraigará en nosotros.

Actualmente vivimos en un mundo en donde el tiempo con el que contamos se encuentra dividido, y a la misma vez amenazado, por todos esos menesteres que llaman nuestra atención y que tenemos que lograr o conseguir. Llamémoslo trabajo, estudios, cuidar a los hijos, ir al cine, salir con los amigos, y muchas otras situaciones más, donde el momento para leer es muy escaso.

En la página web del ISSSTE me encontré con alguna información que quiero compartir sobre la lectura:

“Leer es una sana manera de divertirse, de gozar y disfrutar de la compañía de un buen texto, mientras se transporta al mágico mundo del saber y del conocimiento”.

Esta página relaciona datos que llaman la atención sobre la rareza de algunos libros. Pero uno muy interesante es que “quizás la biblioteca más curiosa que haya existido en la historia de la humanidad es la del Visir persa Abdul Kassem Ismael, conocido como Saheb, "el Compañero", nacido en 936 y muerto en 995. La biblioteca constaba de 117 mil volúmenes y era una biblioteca portátil pues el sabio la trasladaba sobre unos cuatrocientos camellos, adiestrados de tal forma que avanzaban en fila, sin cambiar de ubicación, para así mantener el orden alfabético de los volúmenes. Los bibliotecarios del gran visir podían localizar con rapidez cualquiera de los títulos que éste solicitara en sus urgencias intelectuales con sólo consultar el catálogo disponible en las jorobas. Impresionante”.

Miguel de Cervantes decía: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.

¿Qué si es importante leer? Por supuesto. La lectura y los viajes son las únicas actividades humanas que podremos disfrutar toda la vida.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx

He sentido los afanes de la lectura durante toda mi vida. Me deleité de niño con las aventuras de Sandokan por los mares asiáticos y acompañé a los personajes de Julio Verne por el espacio, el mar y el centro de la tierra. Homero llenó su época con las leyendas más bellas de la antigüedad clásica y entré al mundo novelesco con las increíbles andanzas del Hombre de La Mancha y los apasionantes personajes de Mika Waltari.

Mi abuelita materna leía en voz alta antes de dormir su deslucida y vieja Biblia (que aún conservo) y yo escuchaba atento los pasajes del antiguo testamento. De esta forma ubiqué pronto los remotos orígenes del hombre: la media luna de las tierras fértiles, la vocación de Abraham, la certidumbre de Moisés, la sabiduría de Salomón, la belleza de Nefertiti, la belicosidad de Horemheb y los viajes de Sinuhé.

En los mares y costas griegas imaginé a la conflictiva Helena y al arrogante París; Agamenón, Ayax y Aquiles vivían uncidos a los carros guerreros; Odiseo recorría las islas y la amante Penélope tejía y destejía. Después supe que Alonso Quijano se atolondraba leyendo a Rodrigo Ruy Díaz y a Rolando y a los caballeros andantes. Sus enseñanzas nos hacen tomar actitudes quijotescas y volvemos a despertar en el sueño de la vida de Calderón de la Barca. Así leyendo desemboqué en el siglo 19 viajando por el fondo del mar en el Nautilus.

Al término de la Segunda Guerra Mundial empezaron a circular unas novelitas llamadas “bazucas” que contenían historietas de los soldados alemanes, ingleses y norteamericanos que nos asombraban o nos hacían enternecer con las descripciones de su lejana vida familiar. De improviso, en la década de 1950 apareció una novela con otro tema y otro tiempo: Sinuhé el Egipcio, que iniciaría una nueva etapa en mi vida.

Mientras mis estudios de primaria y secundaria conformaban mi educación básica, los libros leídos y escuchados llenaban mi espíritu con los conocimientos esenciales de la cultura humana. Así aprendí lo que es el hombre, cuáles han sido sus anhelos en su peregrinar histórico y a dónde han llegado sus alcances y actitudes positivas.

Los estudios universitarios y el ejercicio del trabajo siguieron contemplando los libros sobre la ciencia política y la sociología, la historia y la investigación, los estudios sobre las relaciones internacionales, el apasionante mundo de la comunicación y las ciencias de la educación. Los autores y los títulos son muchos, ocuparían el resto de este espacio, y éste no debe ser para relacionar fichas bibliográficas.

Leer es un deleite. Leer es aprender, saber, conocer, ver. Pero también hay que aprender a leer lo que nos cultive y nos deje satisfacción. En esta época en que se producen miles de millones de datos de comunicación anualmente, gran parte de ellos son literatura barata, sin más proyección que hacer dinero para el bolsillo de los editores. Hay miles de libros a la venta que en lugar de formar un carácter y forjar un temperamento, deforman. No sólo no forman, sino que deforman. No sólo no enseñan, sino que manipulan. Es necesario saber escoger el material de la lectura y asimilarlo. Cuanto más temprano y de forma más atrayente se realice un aprendizaje, más profundamente arraigará en nosotros.

Actualmente vivimos en un mundo en donde el tiempo con el que contamos se encuentra dividido, y a la misma vez amenazado, por todos esos menesteres que llaman nuestra atención y que tenemos que lograr o conseguir. Llamémoslo trabajo, estudios, cuidar a los hijos, ir al cine, salir con los amigos, y muchas otras situaciones más, donde el momento para leer es muy escaso.

En la página web del ISSSTE me encontré con alguna información que quiero compartir sobre la lectura:

“Leer es una sana manera de divertirse, de gozar y disfrutar de la compañía de un buen texto, mientras se transporta al mágico mundo del saber y del conocimiento”.

Esta página relaciona datos que llaman la atención sobre la rareza de algunos libros. Pero uno muy interesante es que “quizás la biblioteca más curiosa que haya existido en la historia de la humanidad es la del Visir persa Abdul Kassem Ismael, conocido como Saheb, "el Compañero", nacido en 936 y muerto en 995. La biblioteca constaba de 117 mil volúmenes y era una biblioteca portátil pues el sabio la trasladaba sobre unos cuatrocientos camellos, adiestrados de tal forma que avanzaban en fila, sin cambiar de ubicación, para así mantener el orden alfabético de los volúmenes. Los bibliotecarios del gran visir podían localizar con rapidez cualquiera de los títulos que éste solicitara en sus urgencias intelectuales con sólo consultar el catálogo disponible en las jorobas. Impresionante”.

Miguel de Cervantes decía: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.

¿Qué si es importante leer? Por supuesto. La lectura y los viajes son las únicas actividades humanas que podremos disfrutar toda la vida.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx