/ domingo 3 de marzo de 2019

El AGN y sus “expedientes secretos”

Para la investigación histórica del México contemporáneo, esta semana ha sido significativa gracias a la firma del decreto que suscribió el presidente de la República por el que se desclasifican los “expedientes secretos” de líderes sociales y políticos que, resguardados en las impresionantes crujías del Archivo General de la Nación (AGN), se encontraban hasta la llegada de la nueva administración gubernamental bajo la férrea custodia del personal del hoy extinto Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), uno de los órganos de inteligencia civil de la Secretaría de Gobernación responsables de su integración.

Cierto es que estas fuentes no contienen ni la más completa ni “verdadera” verdad: difícilmente quien ejerce el poder permite la consulta indiscriminada de sus investigaciones más delicadas y sensibles. No obstante, la información que guardan es por demás relevante y valiosa, no solo para los especialistas del pasado reciente y mediato sino también para toda la ciudadanía en general, y representa un gran avance social para impulsar la transparencia con la que debe obrar el Estado. Prueba de ello, citar solo algunos de los tantos nombres de las personas físicas y morales, nacionales y extranjeras, que allí se registran y a los que quienes estaban al frente del gobierno en su momento les pareció necesario “vigilar”, pues lo mismo fueron personajes de la política como Fidel Castro, Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier, Luis Donaldo Colosio, Diego Fernández de Ceballos, Vicente Lombardo Toledano, Andrés Manuel López Obrador; líderes sociales y del 68 como Lucio Cabañas, Valentín Campa, Sócrates Campos Lemus, Rosendo Radilla; artistas, intelectuales y periodistas como Diego Alfaro Siqueiros, René Avilés Fabila, Luis Buñuel, Hortensia Bussi, Manuel Buendía, Rodolfo Echeverría, Eli de Gortari, Juan de la Cabada, Enrique del Val, Alaíde Foppa, Carlos Fuentes, Frida Kahlo, Ruperto Patiño, Rodolfo Walsh, Jacobo Zabludowsky; dueños y directivos de medios como Emilio Azcárraga Milmo, Regino Díaz Redondo, Juan Francisco Ealy Ortiz, Olegario Vázquez Raña; organizaciones como la Liga Comunista 23 de Septiembre y “El Yunque”, que aún presidentes de los Estados Unidos de América como Johnn F. Kennedy y su propia Embajada, entre cientos más. En pocas palabras: todos tenían expediente abierto.

Derivado de esta noticia, mucho ha reiterado el presidente de la República que serán convocados primordialmente jóvenes para participar en la ardua tarea de clasificar este “mundo” documental, como lo llamó el director del AGN, y está bien, muy bien que así suceda. Sin embargo, una vez más en el discurso oficial, se insiste en el tema de que serán “jóvenes”. ¿Y los adultos jóvenes, maduros y de edad avanzada? ¿Por qué no pensar que es imprescindible incluir e involucrar a todos los miembros de la sociedad que puedan hacerlo? Lo contrario discrimina y dilapida la experiencia que da el transcurso del tiempo y el saber acumulado que son invaluables. Y algo peor: de no integrarse también a estas tareas personas con experiencia en la investigación, particularmente histórica y archivística, se perderá la oportunidad de enriquecer el delicado trabajo de clasificación y ordenamiento que requiere tanto este estratégico acervo como el resto de los que resguarda el AGN. Ésta es la oportunidad de hacer conciencia y rescatar para las generaciones futuras nuestro pasado allí conservado.

Por lo pronto, su titular con justa razón ha reconocido que están sobrepasados y que las 200 personas que lo integran no se dan abasto. Sí, es el crítico saldo de décadas de abandono a la institución y a su personal y me consta en carne propia: desde cuando tuve el privilegio de comenzar a investigar en sus acervos –acompañada de mi madre y compañera de estudios-. Desde entonces los encargados de las distintas áreas estaban en permanente contacto con polvo, esporas y demás agentes patógenos propios de los acervos documentales, amén de fungicidas e insecticidas, y eran víctimas de sus respectivas consecuencias biológicas pues carecían de un servicio médico adecuado. Esta situación se recrudeció cuando se colocaron fijos de vidrio en las entradas de cada galería y dejó de circular el aire, convirtiendo a éstas en herméticos recintos de incubación biológica. Poco ha cambiado el panorama desde entonces.

Por esto hago un llamado al presidente de la República para que se revisen y adecuen las condiciones de seguridad e higiene en el trabajo del personal que labora en el AGN y que su administración permita y fomente la consulta en línea de sus guías y acervos.

Hoy más que nunca es difícil, tortuoso e inquisitorial acceder a ellos. La Ley General de Archivos de 2018 y las políticas internas del AGN, lejos de facilitar a los investigadores su tarea, se las obstaculiza. Disuadir y entorpecer el acceso a la información paraliza la investigación, contraviene al Texto Supremo, viola los derechos humanos e impide a la sociedad llegar a la verdad.

bettyzanolli@gmail.com\u0009\u0009\u0009@BettyZanolli


Para la investigación histórica del México contemporáneo, esta semana ha sido significativa gracias a la firma del decreto que suscribió el presidente de la República por el que se desclasifican los “expedientes secretos” de líderes sociales y políticos que, resguardados en las impresionantes crujías del Archivo General de la Nación (AGN), se encontraban hasta la llegada de la nueva administración gubernamental bajo la férrea custodia del personal del hoy extinto Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), uno de los órganos de inteligencia civil de la Secretaría de Gobernación responsables de su integración.

Cierto es que estas fuentes no contienen ni la más completa ni “verdadera” verdad: difícilmente quien ejerce el poder permite la consulta indiscriminada de sus investigaciones más delicadas y sensibles. No obstante, la información que guardan es por demás relevante y valiosa, no solo para los especialistas del pasado reciente y mediato sino también para toda la ciudadanía en general, y representa un gran avance social para impulsar la transparencia con la que debe obrar el Estado. Prueba de ello, citar solo algunos de los tantos nombres de las personas físicas y morales, nacionales y extranjeras, que allí se registran y a los que quienes estaban al frente del gobierno en su momento les pareció necesario “vigilar”, pues lo mismo fueron personajes de la política como Fidel Castro, Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier, Luis Donaldo Colosio, Diego Fernández de Ceballos, Vicente Lombardo Toledano, Andrés Manuel López Obrador; líderes sociales y del 68 como Lucio Cabañas, Valentín Campa, Sócrates Campos Lemus, Rosendo Radilla; artistas, intelectuales y periodistas como Diego Alfaro Siqueiros, René Avilés Fabila, Luis Buñuel, Hortensia Bussi, Manuel Buendía, Rodolfo Echeverría, Eli de Gortari, Juan de la Cabada, Enrique del Val, Alaíde Foppa, Carlos Fuentes, Frida Kahlo, Ruperto Patiño, Rodolfo Walsh, Jacobo Zabludowsky; dueños y directivos de medios como Emilio Azcárraga Milmo, Regino Díaz Redondo, Juan Francisco Ealy Ortiz, Olegario Vázquez Raña; organizaciones como la Liga Comunista 23 de Septiembre y “El Yunque”, que aún presidentes de los Estados Unidos de América como Johnn F. Kennedy y su propia Embajada, entre cientos más. En pocas palabras: todos tenían expediente abierto.

Derivado de esta noticia, mucho ha reiterado el presidente de la República que serán convocados primordialmente jóvenes para participar en la ardua tarea de clasificar este “mundo” documental, como lo llamó el director del AGN, y está bien, muy bien que así suceda. Sin embargo, una vez más en el discurso oficial, se insiste en el tema de que serán “jóvenes”. ¿Y los adultos jóvenes, maduros y de edad avanzada? ¿Por qué no pensar que es imprescindible incluir e involucrar a todos los miembros de la sociedad que puedan hacerlo? Lo contrario discrimina y dilapida la experiencia que da el transcurso del tiempo y el saber acumulado que son invaluables. Y algo peor: de no integrarse también a estas tareas personas con experiencia en la investigación, particularmente histórica y archivística, se perderá la oportunidad de enriquecer el delicado trabajo de clasificación y ordenamiento que requiere tanto este estratégico acervo como el resto de los que resguarda el AGN. Ésta es la oportunidad de hacer conciencia y rescatar para las generaciones futuras nuestro pasado allí conservado.

Por lo pronto, su titular con justa razón ha reconocido que están sobrepasados y que las 200 personas que lo integran no se dan abasto. Sí, es el crítico saldo de décadas de abandono a la institución y a su personal y me consta en carne propia: desde cuando tuve el privilegio de comenzar a investigar en sus acervos –acompañada de mi madre y compañera de estudios-. Desde entonces los encargados de las distintas áreas estaban en permanente contacto con polvo, esporas y demás agentes patógenos propios de los acervos documentales, amén de fungicidas e insecticidas, y eran víctimas de sus respectivas consecuencias biológicas pues carecían de un servicio médico adecuado. Esta situación se recrudeció cuando se colocaron fijos de vidrio en las entradas de cada galería y dejó de circular el aire, convirtiendo a éstas en herméticos recintos de incubación biológica. Poco ha cambiado el panorama desde entonces.

Por esto hago un llamado al presidente de la República para que se revisen y adecuen las condiciones de seguridad e higiene en el trabajo del personal que labora en el AGN y que su administración permita y fomente la consulta en línea de sus guías y acervos.

Hoy más que nunca es difícil, tortuoso e inquisitorial acceder a ellos. La Ley General de Archivos de 2018 y las políticas internas del AGN, lejos de facilitar a los investigadores su tarea, se las obstaculiza. Disuadir y entorpecer el acceso a la información paraliza la investigación, contraviene al Texto Supremo, viola los derechos humanos e impide a la sociedad llegar a la verdad.

bettyzanolli@gmail.com\u0009\u0009\u0009@BettyZanolli