/ viernes 4 de diciembre de 2020

El agotamiento y la conciencia

La pandemia ha durado más de lo que nadie hubiera esperado; lo que parecía un tema de días o semanas lleva ya casi un año, como lo han señalado las autoridades sanitarias no se ve una salida en lo inmediato. Esto ha generado el agotamiento o burnout en toda la sociedad, en particular en maestras y maestros; este agotamiento se caracteriza por ser un estado de estrés crónico que conduce a un cansancio físico y emocional.

El agotamiento y la desesperación pueden llevar a decisiones absurdas y peligrosas, como es el caso de la reapertura precipitada de escuelas en enero que pretende una entidad federativa, en el momento de mayor frío y condiciones para la propagación de enfermedades respiratorias. Es muy riesgoso convertir un tema de salud pública donde están en juego la vida de estudiantes, docentes y familias.

Llama la atención el cambio en el estándar ético: cuando se anunció la suspensión de actividades presenciales, esta entidad se adelantó a suspenderlas bajo argumentos de la prioridad en la salud; hoy aspira a reabrir escuelas antes que nadie, lo que se antoja una posición más política que de salud o educativa. Esto hace recordar aquella máxima de Groucho Marx “damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros.” O también es el caso de los despachos que andan ofreciendo recursos legales para reabrir las escuelas particulares de manera inmediata como si no estuviera pasando nada.

Frente al agotamiento esta la esperanza, el compromiso y sobre todo la conciencia, la única posibilidad de salir adelante frente a la adversidad es la participación social, el auto cuidad, la responsabilidad individual y colectiva. El respeto a las normas que nos permiten cuidarnos y cuidar, no solo a quienes queremos, sino a todos los que vivimos en la Ciudad.

En los países y ciudades donde ha habido un mejor control de la pandemia son aquellos que tienen mayor conciencia y acción ciudadana, como son los casos de Corea del Sur, Japón y Singapur que combatieron la pandemia aún sin poner confinamiento nacional obligatorio. La concientización de los ciudadanos de estas naciones se remonta al SARS del 2003; desde aquel entonces es normal en sus culturas usar cubrebocas todo el tiempo y más cuando se tiene algún resfriado o gripe; asimismo es una señal de respeto hacia los demás, con la finalidad de no contagiar a más número de personas.

Tendremos que encontrar fórmulas intermedias que permitan disminuir el agotamiento y mitigar los impactos negativos en el desempeño educativo; pero deben ser fruto de una reflexión honesta y serena, basada en la responsabilidad y considerando los efectos que tendrá. Todos estamos muy agotados, pero no consumidos y viene a la memoria el Ulises de Tennyson: “Aunque mucho se ha gastado mucho queda aún; y si bien no tenemos ahora aquella fuerza que en los viejos tiempos movía tierra y cielo, somos lo que somos: corazones heroicos de parejo temple, debilitados por el tiempo y el destino, más fuertes en voluntad para esforzarse, buscar, encontrar y no rendirse”. En la comunidad educativa de la Ciudad de México seguiremos solidarios, responsables, conscientes, cuidando y cuidándonos. Pero sobre todo, sin rendirnos.

Twitter: @LuisH_Fernandez

La pandemia ha durado más de lo que nadie hubiera esperado; lo que parecía un tema de días o semanas lleva ya casi un año, como lo han señalado las autoridades sanitarias no se ve una salida en lo inmediato. Esto ha generado el agotamiento o burnout en toda la sociedad, en particular en maestras y maestros; este agotamiento se caracteriza por ser un estado de estrés crónico que conduce a un cansancio físico y emocional.

El agotamiento y la desesperación pueden llevar a decisiones absurdas y peligrosas, como es el caso de la reapertura precipitada de escuelas en enero que pretende una entidad federativa, en el momento de mayor frío y condiciones para la propagación de enfermedades respiratorias. Es muy riesgoso convertir un tema de salud pública donde están en juego la vida de estudiantes, docentes y familias.

Llama la atención el cambio en el estándar ético: cuando se anunció la suspensión de actividades presenciales, esta entidad se adelantó a suspenderlas bajo argumentos de la prioridad en la salud; hoy aspira a reabrir escuelas antes que nadie, lo que se antoja una posición más política que de salud o educativa. Esto hace recordar aquella máxima de Groucho Marx “damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros.” O también es el caso de los despachos que andan ofreciendo recursos legales para reabrir las escuelas particulares de manera inmediata como si no estuviera pasando nada.

Frente al agotamiento esta la esperanza, el compromiso y sobre todo la conciencia, la única posibilidad de salir adelante frente a la adversidad es la participación social, el auto cuidad, la responsabilidad individual y colectiva. El respeto a las normas que nos permiten cuidarnos y cuidar, no solo a quienes queremos, sino a todos los que vivimos en la Ciudad.

En los países y ciudades donde ha habido un mejor control de la pandemia son aquellos que tienen mayor conciencia y acción ciudadana, como son los casos de Corea del Sur, Japón y Singapur que combatieron la pandemia aún sin poner confinamiento nacional obligatorio. La concientización de los ciudadanos de estas naciones se remonta al SARS del 2003; desde aquel entonces es normal en sus culturas usar cubrebocas todo el tiempo y más cuando se tiene algún resfriado o gripe; asimismo es una señal de respeto hacia los demás, con la finalidad de no contagiar a más número de personas.

Tendremos que encontrar fórmulas intermedias que permitan disminuir el agotamiento y mitigar los impactos negativos en el desempeño educativo; pero deben ser fruto de una reflexión honesta y serena, basada en la responsabilidad y considerando los efectos que tendrá. Todos estamos muy agotados, pero no consumidos y viene a la memoria el Ulises de Tennyson: “Aunque mucho se ha gastado mucho queda aún; y si bien no tenemos ahora aquella fuerza que en los viejos tiempos movía tierra y cielo, somos lo que somos: corazones heroicos de parejo temple, debilitados por el tiempo y el destino, más fuertes en voluntad para esforzarse, buscar, encontrar y no rendirse”. En la comunidad educativa de la Ciudad de México seguiremos solidarios, responsables, conscientes, cuidando y cuidándonos. Pero sobre todo, sin rendirnos.

Twitter: @LuisH_Fernandez