/ jueves 23 de diciembre de 2021

El agua del molino | A las nuevas generaciones de abogados

El famoso jurisconsulto Celso se inspiró en la célebre frase de Ulpiano: “Ius est ars boni et aequo”, es decir, “La Justicia es el arte de lo bueno y de lo equitativo”. Ulpiano por su parte definió la Justicia de la siguiente manera: “Honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere, o sea, la Justicia es “Vivir honestamente, no dañar a los demás y dar a cada que lo suyo”. Y si junto lo anterior tenemos los siguientes elementos: honestidad, no dañar a nadie, reconocer lo ajeno. Estas son las reglas clásicas de la Justicia y por ende del Derecho.

Ahora bien, el verdadero problema para aplicarlas radica en lo subjetivo y en consecuencia relativo de las mismas. La honestidad, aparte de su contenido moral e incluso ético, depende de la cultura (maneras de ser, estilos de vida, costumbres). Lo honesto en una época puede ser deshonesto en otra y viceversa, por lo que el principio moral debe ser aquí buscar la esencia de la honestidad, su substancia más que su forma o apariencia; y lo mismo sucede toda proporción guardada con respetar a los demás en todos sus aspectos y en el reconocimiento de lo ajeno. En este sentido sigue inquietando la pregunta qué es lo ajeno y qué es lo propio, con enormes repercusiones que rebasan lo meramente económico. Sin embargo y en busca de una síntesis yo me quedaría con la honestidad, por entender que en el caso resume todo lo demás. En efecto, desde Séneca en sus “Tratados Morales” hasta el día de hoy no ha variado el contenido axiológico y valorativo de la honestidad, vista desde luego como un valor positivo razonable y justo en el más amplio sentido de la palabra. Y esto ha de ser el abogado, éste su compromiso moral y social y ésta su ética. Por razones obvias vinculo lo dicho con la Universidad de la Nación, con la UNAM y en concreto con su Facultad de Derecho, la mejor calificada en nuestro continente iberoamericano, y donde se forjan las nuevas -o renovadas- generaciones de abogados. Es la UNAM la Universidad pública por excelencia de México. Por eso es tan importante y relevante que la honestidad predomine en su espacio académico, la honestidad en quienes enseñan y en quienes aprenden. Razón y Justicia son los lemas innatos de nuestra Facultad. Razón para argumentar con inteligencia y verdad y no con la malicia perversa de quienes acusan, o defienden, a sabiendas de que simulan lo cierto. En tal orden de ideas la calumnia es la enemiga natural o antinatural de la honestidad, el instrumento preferido de los que ven en los grandes méritos de los otros su propia mezquindad y lo que les falta para ser justos. Es lo que sucede hoy en nuestra Facultad de Derecho. Sus solas diatribas los define, su acritud y violencia los retrata en su incapacidad moral. Y me digo, mirando de frente a las nuevas generaciones de abogados, que esos anti abogados son la sombra que resalta a la perfección. Así hay que verlos, como el contraste del águila y del cóndor: reptan por no poder volar mientras el cielo luminoso les es inalcanzable. Pero en suma, se está forjando en la UNAM una nueva generación, incluida en primerísimo lugar la Facultad de Derecho, donde México ve en la educación pública el único medio de lograr la honestidad -que es razón y Justicia- que unos (politicastros turbios) nada más citan y otros concitan a pesar de la envidia que caracteriza a aquellos.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL


Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca


El famoso jurisconsulto Celso se inspiró en la célebre frase de Ulpiano: “Ius est ars boni et aequo”, es decir, “La Justicia es el arte de lo bueno y de lo equitativo”. Ulpiano por su parte definió la Justicia de la siguiente manera: “Honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere, o sea, la Justicia es “Vivir honestamente, no dañar a los demás y dar a cada que lo suyo”. Y si junto lo anterior tenemos los siguientes elementos: honestidad, no dañar a nadie, reconocer lo ajeno. Estas son las reglas clásicas de la Justicia y por ende del Derecho.

Ahora bien, el verdadero problema para aplicarlas radica en lo subjetivo y en consecuencia relativo de las mismas. La honestidad, aparte de su contenido moral e incluso ético, depende de la cultura (maneras de ser, estilos de vida, costumbres). Lo honesto en una época puede ser deshonesto en otra y viceversa, por lo que el principio moral debe ser aquí buscar la esencia de la honestidad, su substancia más que su forma o apariencia; y lo mismo sucede toda proporción guardada con respetar a los demás en todos sus aspectos y en el reconocimiento de lo ajeno. En este sentido sigue inquietando la pregunta qué es lo ajeno y qué es lo propio, con enormes repercusiones que rebasan lo meramente económico. Sin embargo y en busca de una síntesis yo me quedaría con la honestidad, por entender que en el caso resume todo lo demás. En efecto, desde Séneca en sus “Tratados Morales” hasta el día de hoy no ha variado el contenido axiológico y valorativo de la honestidad, vista desde luego como un valor positivo razonable y justo en el más amplio sentido de la palabra. Y esto ha de ser el abogado, éste su compromiso moral y social y ésta su ética. Por razones obvias vinculo lo dicho con la Universidad de la Nación, con la UNAM y en concreto con su Facultad de Derecho, la mejor calificada en nuestro continente iberoamericano, y donde se forjan las nuevas -o renovadas- generaciones de abogados. Es la UNAM la Universidad pública por excelencia de México. Por eso es tan importante y relevante que la honestidad predomine en su espacio académico, la honestidad en quienes enseñan y en quienes aprenden. Razón y Justicia son los lemas innatos de nuestra Facultad. Razón para argumentar con inteligencia y verdad y no con la malicia perversa de quienes acusan, o defienden, a sabiendas de que simulan lo cierto. En tal orden de ideas la calumnia es la enemiga natural o antinatural de la honestidad, el instrumento preferido de los que ven en los grandes méritos de los otros su propia mezquindad y lo que les falta para ser justos. Es lo que sucede hoy en nuestra Facultad de Derecho. Sus solas diatribas los define, su acritud y violencia los retrata en su incapacidad moral. Y me digo, mirando de frente a las nuevas generaciones de abogados, que esos anti abogados son la sombra que resalta a la perfección. Así hay que verlos, como el contraste del águila y del cóndor: reptan por no poder volar mientras el cielo luminoso les es inalcanzable. Pero en suma, se está forjando en la UNAM una nueva generación, incluida en primerísimo lugar la Facultad de Derecho, donde México ve en la educación pública el único medio de lograr la honestidad -que es razón y Justicia- que unos (politicastros turbios) nada más citan y otros concitan a pesar de la envidia que caracteriza a aquellos.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

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