/ jueves 5 de mayo de 2022

El agua del molino | El homo videns

Giovanni Sartori es el autor de un libro notable que nos permite disertar incansablemente sobre el tema, “Homo Videns, la sociedad teledirigida”. En efecto, yo sostengo que cada generación “tiene sus libros”, que van desde los primeros que se leen en adelante. Mi padre y mi abuelo fueron en este sentido de la generación de Emilio Salgari, que a mi no me tocó. Yo en cambio, y hablo sobre todo de la edad párvula cuando se leen, digamos las primeras letras, alimenté mi imaginación con los fantásticos cuentos de Charles Perrault, Barba Azul, La Cenicienta, El Gato con Botas, siendo que aunque Perrault es anterior a Salgari no llegó a nuestras manos (¿sería tal vez por la fuerza narrativa de un Julio Verne y de los que siguieron esa corriente?). Pero al margen de esto, que es materia para una investigación, en mi generación no se conoció a Salgari -por lo menos como lo conocieron en la generación de mi padre y abuelo-. Y aquí entra seguramente la tesis de Sartori, es decir, la de una sociedad que se alimenta intelectualmente, en sus primeros pasos, con los aportes de la televisión que hoy llegan hasta las llamadas redes sociales. Sin embargo, insisto, cada generación “tiene sus libros”.

Ahora bien, ¿qué ha sucedido en realidad? Que en los días que corren, y hablo por ejemplo de mis alumnos, los estudiantes de la Facultad, por decirlo, “leen lo que ven y oyen? ¿Pero eso es leer, aprender y estudiar? El “homo Videns” tiene una cultura peculiar. No conoce las delicias de ir pasando, una tras otra, las páginas de un libro, ni de percibir su aroma, ni de subrayar lo interesante o de poner notas u observaciones al margen de las páginas. ¿Es esto, acaso, poca cosa? Corresponde en realidad al modo de leer y de estudiar, de aprender. Es verdad, cada generación “tiene sus libros”. Lo importante para el caso es que no desaparezca lo substancial de la lectura. Me explico. La llamada era digital implica un cambio radical de carácter; y voluntad. No podemos ni debemos renunciar a los sorprendentes avances de la tecnología, aunque lo importante e incluso trascendente no es que ella nos vaya modelando sino que la utilicemos debidamente. Al final de cuentas, en el gran resumen de la historia, lo que trascenderá es la forma en que nos forjamos y realizamos humanos¸ y no hay que confundir por lo mismo el camino con su meta. Tengo en mi biblioteca, en un dibujo, la imagen de un monje estudiando, ilustrando o copiando un manuscrito de un viejo papiro. ¿Y si fantaseo y substituyo ese papiro por una computadora, y la delicada pluma de ave por el teclado de aquélla? El medio no dejará nunca de ser un instrumento. Por eso el gran reto es saber qué se pretende con el medio y no hacer del instrumento un fin. Por eso el Derecho debe poner aquí su mayor atención. No hay que perder de vista que el actual Homo Videns será substituido por otra cosa según y conforme avanza la tecnología. No obstante los avatares del progreso y de su inevitable avance, no se debe ignorar al paciente estudiante o estudioso y a la búsqueda que realiza. Que no se caiga nunca en la tentación de suponer que el hoy por hoy Homo Videns puede relegar al Homo Sapiens.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL


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Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca


Giovanni Sartori es el autor de un libro notable que nos permite disertar incansablemente sobre el tema, “Homo Videns, la sociedad teledirigida”. En efecto, yo sostengo que cada generación “tiene sus libros”, que van desde los primeros que se leen en adelante. Mi padre y mi abuelo fueron en este sentido de la generación de Emilio Salgari, que a mi no me tocó. Yo en cambio, y hablo sobre todo de la edad párvula cuando se leen, digamos las primeras letras, alimenté mi imaginación con los fantásticos cuentos de Charles Perrault, Barba Azul, La Cenicienta, El Gato con Botas, siendo que aunque Perrault es anterior a Salgari no llegó a nuestras manos (¿sería tal vez por la fuerza narrativa de un Julio Verne y de los que siguieron esa corriente?). Pero al margen de esto, que es materia para una investigación, en mi generación no se conoció a Salgari -por lo menos como lo conocieron en la generación de mi padre y abuelo-. Y aquí entra seguramente la tesis de Sartori, es decir, la de una sociedad que se alimenta intelectualmente, en sus primeros pasos, con los aportes de la televisión que hoy llegan hasta las llamadas redes sociales. Sin embargo, insisto, cada generación “tiene sus libros”.

Ahora bien, ¿qué ha sucedido en realidad? Que en los días que corren, y hablo por ejemplo de mis alumnos, los estudiantes de la Facultad, por decirlo, “leen lo que ven y oyen? ¿Pero eso es leer, aprender y estudiar? El “homo Videns” tiene una cultura peculiar. No conoce las delicias de ir pasando, una tras otra, las páginas de un libro, ni de percibir su aroma, ni de subrayar lo interesante o de poner notas u observaciones al margen de las páginas. ¿Es esto, acaso, poca cosa? Corresponde en realidad al modo de leer y de estudiar, de aprender. Es verdad, cada generación “tiene sus libros”. Lo importante para el caso es que no desaparezca lo substancial de la lectura. Me explico. La llamada era digital implica un cambio radical de carácter; y voluntad. No podemos ni debemos renunciar a los sorprendentes avances de la tecnología, aunque lo importante e incluso trascendente no es que ella nos vaya modelando sino que la utilicemos debidamente. Al final de cuentas, en el gran resumen de la historia, lo que trascenderá es la forma en que nos forjamos y realizamos humanos¸ y no hay que confundir por lo mismo el camino con su meta. Tengo en mi biblioteca, en un dibujo, la imagen de un monje estudiando, ilustrando o copiando un manuscrito de un viejo papiro. ¿Y si fantaseo y substituyo ese papiro por una computadora, y la delicada pluma de ave por el teclado de aquélla? El medio no dejará nunca de ser un instrumento. Por eso el gran reto es saber qué se pretende con el medio y no hacer del instrumento un fin. Por eso el Derecho debe poner aquí su mayor atención. No hay que perder de vista que el actual Homo Videns será substituido por otra cosa según y conforme avanza la tecnología. No obstante los avatares del progreso y de su inevitable avance, no se debe ignorar al paciente estudiante o estudioso y a la búsqueda que realiza. Que no se caiga nunca en la tentación de suponer que el hoy por hoy Homo Videns puede relegar al Homo Sapiens.


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