/ jueves 4 de noviembre de 2021

El agua del molino | El rector Graue debe terminar su mandato

El rector de la UNAM, Doctor Enrique Graue Wiechers, debe de terminar su mandato para el que fue electo por la Junta de Gobierno de la propia Universidad y que concluye en el año 2023. En consecuencia ha de ver culminado su gran esfuerzo académico y de gobierno que se ha llevado a cabo -y se está llevando a cabo- en condiciones inéditas por la pandemia, las que han marcado con un sello indeleble la vida en la Máxima Casa de Estudios. El absurdo de pedir que salga antes de ese tiempo equivale a obstaculizar por presiones de mala política la culminación, repito, de un empeño titánico y por demás meritorio. La UNAM no es un fruto prohibido sino apetecido por distintas fuerzas sociales y políticas. Pero a toda costa debe el Doctor Graue seguir en el desempeño de su alto cargo porque lo contrario traería como consecuencia una grave desestabilización en la Máxima Casa de Estudios.

En efecto, al margen de las distintas opciones ideológicas que se manejan para substituirlo, lo evidente es que alterar los tiempos de su mandato es algo que puede convenir a cierto poder político. La reiterada insistencia por minar la libertad de expresión del pensamiento en la UNAM revela lo que ya tanto se ha dicho, a saber, el propósito de corte dictatorial y totalitario de que sólo una palabra y una idea predominen. Lo que sucede es que tal vez no se ha visto con claridad que el rector en turno no ha terminado con su tarea, por lo que pedir su salida es o sería descalificarlo si fundamento. Seria, toda proporción guardada, como reprobar a un alumno antes de que termine su examen. ¿Con qué fundamento, salvo el capricho? Muchas cosas se deben acomodar todavía en el seno de nuestra sociedad en esta etapa que es sin duda de adelanto electoral, las que inevitablemente se reflejan o reflejarán en la Universidad. Si a esto añadimos que el adelanto de los tiempos políticos, precipitando nombres y programas de corte presidencial, no beneficia sino inquieta el ya de por sí convulso ambiente social en el que vivimos, hacerlo en el seno de la Universidad sería catastrófico. No hay que perder de vista que la sociedad en un muy elevado índice se manifiesta en el campus universitario. Cada estudiante, además de los profesores y del personal administrativo, lleva hasta allí una parte muy elevada de la que podríamos llamar su “ideología familiar”. La consecuencia de ello es que México “está” en la Universidad. ¿Y qué pretenden los alborotadores natos y congénitos, los repetidores de consignas, los que manipulan desde muy arriba perdidos, extraviados, en la confusión de ideas, en su reiterada repetición? Hay quienes piensan que simplemente mover las aguas para ver hasta dónde nos llevan. ¿Será que hay un nuevo “género político” en México, el de alborotar por alborotar? ¿Nada más así, sin plan aparente? Y dicen: ¡ese es el plan! Plan concebido, a la sombra tal vez del subconsciente, por una mente turbulenta y loca. Y añaden que es un juego y que la mejor carta ya saldrá. Todo puede ser, digo yo, pues el torrente de contradicciones lo demuestra diariamente, desde muy temprano. En tal virtud ¿qué es la Universidad? El único refugio donde el capitán debe concluir con su tarea, donde la academia y la investigación no deben detener la marcha de su reloj. Lo cierto es que en estos momentos la UNAM es el único refugio de la auténtica libertad y donde hay jóvenes, nuevas generaciones de sueños, de planes y de proyectos, que no tienen por qué ver paralizados sus esfuerzos por el capricho político de nadie. No se olvide que algunos quieren que la Universidad hable tartamudeando, desviando su palabra. No los oigamos, ensucian nuestros oídos y nuestras mentes.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL


Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca


El rector de la UNAM, Doctor Enrique Graue Wiechers, debe de terminar su mandato para el que fue electo por la Junta de Gobierno de la propia Universidad y que concluye en el año 2023. En consecuencia ha de ver culminado su gran esfuerzo académico y de gobierno que se ha llevado a cabo -y se está llevando a cabo- en condiciones inéditas por la pandemia, las que han marcado con un sello indeleble la vida en la Máxima Casa de Estudios. El absurdo de pedir que salga antes de ese tiempo equivale a obstaculizar por presiones de mala política la culminación, repito, de un empeño titánico y por demás meritorio. La UNAM no es un fruto prohibido sino apetecido por distintas fuerzas sociales y políticas. Pero a toda costa debe el Doctor Graue seguir en el desempeño de su alto cargo porque lo contrario traería como consecuencia una grave desestabilización en la Máxima Casa de Estudios.

En efecto, al margen de las distintas opciones ideológicas que se manejan para substituirlo, lo evidente es que alterar los tiempos de su mandato es algo que puede convenir a cierto poder político. La reiterada insistencia por minar la libertad de expresión del pensamiento en la UNAM revela lo que ya tanto se ha dicho, a saber, el propósito de corte dictatorial y totalitario de que sólo una palabra y una idea predominen. Lo que sucede es que tal vez no se ha visto con claridad que el rector en turno no ha terminado con su tarea, por lo que pedir su salida es o sería descalificarlo si fundamento. Seria, toda proporción guardada, como reprobar a un alumno antes de que termine su examen. ¿Con qué fundamento, salvo el capricho? Muchas cosas se deben acomodar todavía en el seno de nuestra sociedad en esta etapa que es sin duda de adelanto electoral, las que inevitablemente se reflejan o reflejarán en la Universidad. Si a esto añadimos que el adelanto de los tiempos políticos, precipitando nombres y programas de corte presidencial, no beneficia sino inquieta el ya de por sí convulso ambiente social en el que vivimos, hacerlo en el seno de la Universidad sería catastrófico. No hay que perder de vista que la sociedad en un muy elevado índice se manifiesta en el campus universitario. Cada estudiante, además de los profesores y del personal administrativo, lleva hasta allí una parte muy elevada de la que podríamos llamar su “ideología familiar”. La consecuencia de ello es que México “está” en la Universidad. ¿Y qué pretenden los alborotadores natos y congénitos, los repetidores de consignas, los que manipulan desde muy arriba perdidos, extraviados, en la confusión de ideas, en su reiterada repetición? Hay quienes piensan que simplemente mover las aguas para ver hasta dónde nos llevan. ¿Será que hay un nuevo “género político” en México, el de alborotar por alborotar? ¿Nada más así, sin plan aparente? Y dicen: ¡ese es el plan! Plan concebido, a la sombra tal vez del subconsciente, por una mente turbulenta y loca. Y añaden que es un juego y que la mejor carta ya saldrá. Todo puede ser, digo yo, pues el torrente de contradicciones lo demuestra diariamente, desde muy temprano. En tal virtud ¿qué es la Universidad? El único refugio donde el capitán debe concluir con su tarea, donde la academia y la investigación no deben detener la marcha de su reloj. Lo cierto es que en estos momentos la UNAM es el único refugio de la auténtica libertad y donde hay jóvenes, nuevas generaciones de sueños, de planes y de proyectos, que no tienen por qué ver paralizados sus esfuerzos por el capricho político de nadie. No se olvide que algunos quieren que la Universidad hable tartamudeando, desviando su palabra. No los oigamos, ensucian nuestros oídos y nuestras mentes.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

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