/ jueves 11 de noviembre de 2021

 El agua del molino | La corrupción y la pobreza

El Presidente ha dicho en la ONU que la corrupción es en todas sus dimensiones el principal problema del planeta. A propósito de ello recuerdo que hace unos meses le comenté a José Agustín Ortíz Pinchetti, Fiscal Especializado en Delitos Electorales, que aunque la corrupción electoral es un problema muy serio para el ejercicio de la democracia, la realidad es que en rigor es el inicio de toda acción delictiva; es decir, se es corrupto al cometer cualquier delito electoral tanto como al incurrir en la comisión de un robo, de un fraude, de una lesión, de un abuso de confianza, etc. La corrupción es así el primer paso que se da en el “iter críminis”. Lo que implica que se roba porque se es corrupto o se incurre en violencia delictiva porque se es corrupto. La corrupción, repito, precede cualquier clase de acción delictiva.

Ahora bien, la corrupción se define como vicio o abuso introducido en las cosas no materiales, lo que me lleva a la consideración de que la corrupción puede aparecer de manera directa tanto como indirecta, o sea, lo mismo expresa que tácitamente. Me explico. El difamar o calumniar es llevable a cabo con medios concretos, específicos, claramente perceptibles por los sentidos, lo mismo que con insinuaciones, dando a entender algo pero sin especificarlo claramente. Con lo que el agente es evidentemente corrupto. Algunos dirán que sólo lo es en el espacio de la moral, olvidando que la responsabilidad moral lleva al daño moral que inevitablemente se materializa. La verdad es que quien difama o calumnia, quien atribuye a otro condiciones o circunstancias que no le son propias, causa un daño material. El corrupto es así una especie de taimado, de astuto que disimula, que dice y no dice aunque esté diciendo en realidad. ¿Qué dice? “Algo” de naturaleza delictiva. Aclaro que me he referido a la difamación y a la calumnia, ya quitadas del Código Penal muy discutiblemente al dejar un vació en los delitos contra el honor, porque ambos ponen de manifiesto que una insinuación, por ejemplo, tiene consecuencias materiales lo mismo que inmateriales pero que al final de cuentas generan un daño de tipo material. Sobre la expresión “calumnia, que algo queda”, Francis Bacon dijo al tratar el tema de la dignidad: “calumniad con audacia, siempre quedará algo”. Es lo mismo que oímos en “El Barbero de Sevilla” de Rossini: “calumnia, calumnia, siempre queda alguna cosa”. ¿Qué cosa, me pregunto? Una cosa “material”. Asunto éste muy delicado para el Derecho Penal porque la calumnia tarde o temprano se materializa. O sea, se materializa la corrupción. Por eso no se pueden ni se deben pasar por alto los “ardides idiomáticos”, de suyo corruptos, que causan, al atribuir a terceros lo que no es, un evidente daño material e inmaterial. Corrupción que sin duda es causa también de la pobreza- lo que ya se señaló en la ONU- y de tantos “abusos delictivos” que hoy se dan por el empleo de la palabra, especialmente de la emanada del poder político que corruptamente se suele escudar en una indebida impunidad.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL


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El Presidente ha dicho en la ONU que la corrupción es en todas sus dimensiones el principal problema del planeta. A propósito de ello recuerdo que hace unos meses le comenté a José Agustín Ortíz Pinchetti, Fiscal Especializado en Delitos Electorales, que aunque la corrupción electoral es un problema muy serio para el ejercicio de la democracia, la realidad es que en rigor es el inicio de toda acción delictiva; es decir, se es corrupto al cometer cualquier delito electoral tanto como al incurrir en la comisión de un robo, de un fraude, de una lesión, de un abuso de confianza, etc. La corrupción es así el primer paso que se da en el “iter críminis”. Lo que implica que se roba porque se es corrupto o se incurre en violencia delictiva porque se es corrupto. La corrupción, repito, precede cualquier clase de acción delictiva.

Ahora bien, la corrupción se define como vicio o abuso introducido en las cosas no materiales, lo que me lleva a la consideración de que la corrupción puede aparecer de manera directa tanto como indirecta, o sea, lo mismo expresa que tácitamente. Me explico. El difamar o calumniar es llevable a cabo con medios concretos, específicos, claramente perceptibles por los sentidos, lo mismo que con insinuaciones, dando a entender algo pero sin especificarlo claramente. Con lo que el agente es evidentemente corrupto. Algunos dirán que sólo lo es en el espacio de la moral, olvidando que la responsabilidad moral lleva al daño moral que inevitablemente se materializa. La verdad es que quien difama o calumnia, quien atribuye a otro condiciones o circunstancias que no le son propias, causa un daño material. El corrupto es así una especie de taimado, de astuto que disimula, que dice y no dice aunque esté diciendo en realidad. ¿Qué dice? “Algo” de naturaleza delictiva. Aclaro que me he referido a la difamación y a la calumnia, ya quitadas del Código Penal muy discutiblemente al dejar un vació en los delitos contra el honor, porque ambos ponen de manifiesto que una insinuación, por ejemplo, tiene consecuencias materiales lo mismo que inmateriales pero que al final de cuentas generan un daño de tipo material. Sobre la expresión “calumnia, que algo queda”, Francis Bacon dijo al tratar el tema de la dignidad: “calumniad con audacia, siempre quedará algo”. Es lo mismo que oímos en “El Barbero de Sevilla” de Rossini: “calumnia, calumnia, siempre queda alguna cosa”. ¿Qué cosa, me pregunto? Una cosa “material”. Asunto éste muy delicado para el Derecho Penal porque la calumnia tarde o temprano se materializa. O sea, se materializa la corrupción. Por eso no se pueden ni se deben pasar por alto los “ardides idiomáticos”, de suyo corruptos, que causan, al atribuir a terceros lo que no es, un evidente daño material e inmaterial. Corrupción que sin duda es causa también de la pobreza- lo que ya se señaló en la ONU- y de tantos “abusos delictivos” que hoy se dan por el empleo de la palabra, especialmente de la emanada del poder político que corruptamente se suele escudar en una indebida impunidad.

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