/ jueves 21 de octubre de 2021

El agua del molino | La izquierda humanista

En un gran salón unos estaban sentados a la derecha y otros a la izquierda. Así comenzó todo. Pero los que estaban allí eran hombres, individuos, seres humanos, forjados con la misma materia y espíritu. Me viene a la memoria la célebre frase de Publio Terencio, “Hombre soy, y nada de lo humano me es ajeno”, completada así por Agustín de Hipona: “Soy un ser humano, y nada de lo que es verdaderamente humano me es ajeno”. Izquierda y derecha en el mismo salón. De tal manera que las denominaciones de conservador o liberal no venían al caso, porque eran en rigor subdivisiones, clasificaciones de algo común y general. La verdad es que si repasamos la historia de México descubriremos que en el salón no había mucha diferencia. O sea, que si vamos al fondo, por citar, de Cosío Villegas, de Pereyra, de México a Través de los Siglos, de Caso, de Lombardo o del mismo Vasconcelos, las distancias ideológicas de los personajes a que se refieren -y las corrientes de pensamiento que representan- no son tan grandes. Son los mismos hombres vestidos con diferentes trajes, pero son los mismos hombres. Y voy más lejos, ¡no se escandalicen!, son de una izquierda humanista. ¡Así es ese salón!

Ahora bien, un sacerdote -un cura- que algunos llamarían conservador por naturaleza, Morelos, expresa en los Sentimientos de la Nación, con maestría singular, admirablemente redactado por Quintana Roo, el pensamiento de una izquierda humanista inspirado en la misma corriente ideológica que fue el motor de cuantos movimientos sociales ha habido, desde nuestra Independencia, para afirmar la personalidad y el carácter de la Nación Mexicana. Allí desaparecen los calificativos de liberal y conservador. Y no importa lo de que la religión católica sea la única (artículo 2º de los Sentimientos), sin tolerancia de otra, más tarde rectificado en la Reforma al amparo del laicismo y de la libertad religiosa, pues en el fondo ambos corresponden a una “izquierda humanista” en la que predomina precisamente lo humano, es decir, lo que dejando aparte las rencillas de ideas, resalta nuestra condición y único destino. Cada quien con su dogma en su conciencia, sólo allí. Me explico. ¿Qué grupo social, qué movimiento político, no ha luchado porque la soberanía dimane inmediatamente del pueblo? ¿Qué movimiento político no ha favorecido que la buena ley modere la opulencia y la indigencia (artículo 12º de los Sentimientos); y en consecuencia que el caudillismo y las dictaduras sean absolutamente ajenos a una izquierda humanista? Lo cito porque hoy ya se habla con creciente insistencia de que la izquierda de la llamada Cuarta Transformación ha torcido el sentido humano de una imprescindible renovación del país. Ni la condición de miembro de una clase llamada “pudiente”, ni el no pertenecer en una clasificación muy convencional a la llamada clase media, corresponden a la que debemos entender como izquierda humanista. Lo que obliga a pensar en “perfiles políticos”, auténticamente de izquierda, que encaucen una tradición progresista, libre y humana que nada tiene que ver con la exclusión en perjuicio de la inclusión de todos. O sea, de una democracia auténtica. Además, requerimos “perfiles” cultos, preparados, que entiendan que el conocimiento no es un privilegio sino un compromiso. Y me refiero en concreto al conocimiento universitario que abre cauces y no cierra puertas. Transformar a México es lo necesario, pero no por capricho ni cerrazón de ideas, sino por amor a la libertad. En un mimo salón cabemos todos.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca

En un gran salón unos estaban sentados a la derecha y otros a la izquierda. Así comenzó todo. Pero los que estaban allí eran hombres, individuos, seres humanos, forjados con la misma materia y espíritu. Me viene a la memoria la célebre frase de Publio Terencio, “Hombre soy, y nada de lo humano me es ajeno”, completada así por Agustín de Hipona: “Soy un ser humano, y nada de lo que es verdaderamente humano me es ajeno”. Izquierda y derecha en el mismo salón. De tal manera que las denominaciones de conservador o liberal no venían al caso, porque eran en rigor subdivisiones, clasificaciones de algo común y general. La verdad es que si repasamos la historia de México descubriremos que en el salón no había mucha diferencia. O sea, que si vamos al fondo, por citar, de Cosío Villegas, de Pereyra, de México a Través de los Siglos, de Caso, de Lombardo o del mismo Vasconcelos, las distancias ideológicas de los personajes a que se refieren -y las corrientes de pensamiento que representan- no son tan grandes. Son los mismos hombres vestidos con diferentes trajes, pero son los mismos hombres. Y voy más lejos, ¡no se escandalicen!, son de una izquierda humanista. ¡Así es ese salón!

Ahora bien, un sacerdote -un cura- que algunos llamarían conservador por naturaleza, Morelos, expresa en los Sentimientos de la Nación, con maestría singular, admirablemente redactado por Quintana Roo, el pensamiento de una izquierda humanista inspirado en la misma corriente ideológica que fue el motor de cuantos movimientos sociales ha habido, desde nuestra Independencia, para afirmar la personalidad y el carácter de la Nación Mexicana. Allí desaparecen los calificativos de liberal y conservador. Y no importa lo de que la religión católica sea la única (artículo 2º de los Sentimientos), sin tolerancia de otra, más tarde rectificado en la Reforma al amparo del laicismo y de la libertad religiosa, pues en el fondo ambos corresponden a una “izquierda humanista” en la que predomina precisamente lo humano, es decir, lo que dejando aparte las rencillas de ideas, resalta nuestra condición y único destino. Cada quien con su dogma en su conciencia, sólo allí. Me explico. ¿Qué grupo social, qué movimiento político, no ha luchado porque la soberanía dimane inmediatamente del pueblo? ¿Qué movimiento político no ha favorecido que la buena ley modere la opulencia y la indigencia (artículo 12º de los Sentimientos); y en consecuencia que el caudillismo y las dictaduras sean absolutamente ajenos a una izquierda humanista? Lo cito porque hoy ya se habla con creciente insistencia de que la izquierda de la llamada Cuarta Transformación ha torcido el sentido humano de una imprescindible renovación del país. Ni la condición de miembro de una clase llamada “pudiente”, ni el no pertenecer en una clasificación muy convencional a la llamada clase media, corresponden a la que debemos entender como izquierda humanista. Lo que obliga a pensar en “perfiles políticos”, auténticamente de izquierda, que encaucen una tradición progresista, libre y humana que nada tiene que ver con la exclusión en perjuicio de la inclusión de todos. O sea, de una democracia auténtica. Además, requerimos “perfiles” cultos, preparados, que entiendan que el conocimiento no es un privilegio sino un compromiso. Y me refiero en concreto al conocimiento universitario que abre cauces y no cierra puertas. Transformar a México es lo necesario, pero no por capricho ni cerrazón de ideas, sino por amor a la libertad. En un mimo salón cabemos todos.

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