/ jueves 10 de marzo de 2022

El agua del molino | La mujer

El pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer, siendo ella una de las dos mitades o partes del ser humano. ¿Pero por qué tanto empeño en conmemorarlo con marchas y reuniones en todo el mundo? La respuesta la tengo en un magnífico libro de Raúl Contreras Bustamante, director de la Facultad de Derecho de la UNAM (El Derecho Humano a la Educación, Tirant Humanidades, UNAM, Facultad de Derecho, 2020), donde el autor alude al ser humano como una totalidad de lo femenino y de lo masculino, que es lo humano, consagrando y protegiendo sus derechos, creando la obligación de protegerlos y de exaltarlos para que la unidad de lo humano no se rompa o fragmente haciendo que prevalezca una parte más que la otra. Sólo así el progreso y evolución de la Humanidad estarán garantizados por el Estado de Derecho. Resalto en esa celebración la presencia de mujeres notables, que representan y simbolizan el valor de lo femenino. Una de ellas que me emocionó y llamó poderosamente la atención en la Facultad de Derecho el Día Nacional de la Oratoria, es la maestra Mayra Martínez Pineda, que fuera Secretaria de la Mujer en Guerrero y Actual Fiscal de Derechos Humanos. Su elocuencia, su enjundia verbal, su elegancia en el pensar y en el decir y la inteligencia con que se refirió a la parte femenina del ser humano, me hicieron recordar a Simone de Beauvoir, escritora y activista femenina de primer rango que exaltó hasta el máximo los inmutables valores femeninos.

Ahora bien, lo importante no es que la mujer se manifieste nada más públicamente en la defensa de sus derechos, sino que hable para glosarlos. Por eso tomo como ejemplo brillante de ello a la maestra Mayra Martínez Pineda. Yo aludiría aquí a una oratoria femenina que nos advierte sobre algo que no suele distinguirse con la debida claridad. La palabra femenina, cuando se la pronuncia con talento y fervor, nos hace reconocer esa parte casi olvidada de lo que somos, esa parte que por machismo relegamos a un rincón. Me refiero a la sensibilidad, al encanto de la sensibilidad en lo humano, lo que significa emoción. La prepotencia de los varones respecto de las mujeres ha despreciado el poder de la oratoria femenina. Yo aquí juntaría dos cosas, a saber, la importancia vital de lo femenino en lo humano y esa oratoria que emanada del torrente cultural de nuestro mundo maneja con delicadeza y holgura, lo que es doble profundidad, los conceptos que equivocadamente se han hecho exclusivos de los hombres. Solemos leer a mujeres cuyos libros nos cautivan y enriquecen intelectualmente, pero no solemos escuchar a grandes oradoras. Y escucharlas como en el caso tiene el tono de lo inusitado pero necesario, hasta imprescindible. Hace falta la finura en el talento oral, la delicadeza que enciende las ideas con toques galanos de emoción y fulgurantes ráfagas de pasión. La oratoria no es gritar, sino meditación contenida que de pronto ilumina como un rayo de benévola luz. El verbo es luz, calor y llama, no incendio que consume o destruye. Ejemplo, pues, de feminismo y pasión oratoria el de la maestra Mayra Martínez Pineda. Mujeres así hacen falta en la palestra donde se lucha por la libertad y por la justicia. Hay que humanizar la defensa de las libertades. No somos dos, hombre y mujer, ni mucho menos hombre o mujer, sino que somos y debemos ser individuos humanos compuestos de lo femenino y de lo masculino. Goethe tenía razón: “lo Eterno Femenino nos atrae hacia lo alto”.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL


Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca




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El pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer, siendo ella una de las dos mitades o partes del ser humano. ¿Pero por qué tanto empeño en conmemorarlo con marchas y reuniones en todo el mundo? La respuesta la tengo en un magnífico libro de Raúl Contreras Bustamante, director de la Facultad de Derecho de la UNAM (El Derecho Humano a la Educación, Tirant Humanidades, UNAM, Facultad de Derecho, 2020), donde el autor alude al ser humano como una totalidad de lo femenino y de lo masculino, que es lo humano, consagrando y protegiendo sus derechos, creando la obligación de protegerlos y de exaltarlos para que la unidad de lo humano no se rompa o fragmente haciendo que prevalezca una parte más que la otra. Sólo así el progreso y evolución de la Humanidad estarán garantizados por el Estado de Derecho. Resalto en esa celebración la presencia de mujeres notables, que representan y simbolizan el valor de lo femenino. Una de ellas que me emocionó y llamó poderosamente la atención en la Facultad de Derecho el Día Nacional de la Oratoria, es la maestra Mayra Martínez Pineda, que fuera Secretaria de la Mujer en Guerrero y Actual Fiscal de Derechos Humanos. Su elocuencia, su enjundia verbal, su elegancia en el pensar y en el decir y la inteligencia con que se refirió a la parte femenina del ser humano, me hicieron recordar a Simone de Beauvoir, escritora y activista femenina de primer rango que exaltó hasta el máximo los inmutables valores femeninos.

Ahora bien, lo importante no es que la mujer se manifieste nada más públicamente en la defensa de sus derechos, sino que hable para glosarlos. Por eso tomo como ejemplo brillante de ello a la maestra Mayra Martínez Pineda. Yo aludiría aquí a una oratoria femenina que nos advierte sobre algo que no suele distinguirse con la debida claridad. La palabra femenina, cuando se la pronuncia con talento y fervor, nos hace reconocer esa parte casi olvidada de lo que somos, esa parte que por machismo relegamos a un rincón. Me refiero a la sensibilidad, al encanto de la sensibilidad en lo humano, lo que significa emoción. La prepotencia de los varones respecto de las mujeres ha despreciado el poder de la oratoria femenina. Yo aquí juntaría dos cosas, a saber, la importancia vital de lo femenino en lo humano y esa oratoria que emanada del torrente cultural de nuestro mundo maneja con delicadeza y holgura, lo que es doble profundidad, los conceptos que equivocadamente se han hecho exclusivos de los hombres. Solemos leer a mujeres cuyos libros nos cautivan y enriquecen intelectualmente, pero no solemos escuchar a grandes oradoras. Y escucharlas como en el caso tiene el tono de lo inusitado pero necesario, hasta imprescindible. Hace falta la finura en el talento oral, la delicadeza que enciende las ideas con toques galanos de emoción y fulgurantes ráfagas de pasión. La oratoria no es gritar, sino meditación contenida que de pronto ilumina como un rayo de benévola luz. El verbo es luz, calor y llama, no incendio que consume o destruye. Ejemplo, pues, de feminismo y pasión oratoria el de la maestra Mayra Martínez Pineda. Mujeres así hacen falta en la palestra donde se lucha por la libertad y por la justicia. Hay que humanizar la defensa de las libertades. No somos dos, hombre y mujer, ni mucho menos hombre o mujer, sino que somos y debemos ser individuos humanos compuestos de lo femenino y de lo masculino. Goethe tenía razón: “lo Eterno Femenino nos atrae hacia lo alto”.


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